“Yo trabajo para mi familia: mi esposa y mis tres hijos. Todos los días llego a este centro de acopio a las 8 de la mañana y hago un recorrido de cuatro horas, recogiendo en el Centro cartón, plástico, vidrio y hasta chatarra. Llevo once años en el reciclaje y usted puede pensar que siempre lo he hecho de la misma manera, pero no es así.
“Hace 11 años, cuando comencé, sacábamos de las bolsas de basura del barrio, República del Caribe, cualquier cosa que se pudiera reciclar. Así empezamos, con una cooperativa de residuos sólidos que sacaba las basuras del sector y las ponía por donde pasara el camión. Lo aprovechable lo vendíamos en chatarrerías comunes y ganábamos un poquito más.
“Al tiempo, una señora nos dijo que montáramos una bodega entre todos los que reciclábamos y resultó buena idea. Íbamos a vender a Henequén y ganábamos, cuando había días buenos, como 300 mil pesos mensuales.
“Como sacábamos las cosas directamente de la basura, teníamos que salir a trabajar los días que pasara el camión de la basura: lunes, miércoles y viernes. Eran como tres horas trabajando en las que la gente alrededor nos miraba como con sospecha.
“Así estuvimos mucho tiempo hasta que en 2015 nos censaron y hace más de un año nos seleccionaron y capacitaron para montar este lugar, el centro de acopio que nos ha servido para tener más estabilidad.
“Ahora trabajo de lunes a viernes y tengo un pago fijo quincenal. En días nublados como este rinde más el trabajo, porque yo salgo de aquí de Chambacú, tardo media hora hasta el Centro y hago el recorrido sin tanto sol. Pero cuando me atraso por algo, el sudor es largo.
“Lo que más cambia cuando usted se organiza y se uniforma es la manera como lo miran. Vea que yo antes no podía caminar las calles del Centro sin que alguien me parara a preguntarme en qué andaba, pero ahora, como estoy identificado, me dejan pasar en los edificios y la gente me recibe bien.
“La sonrisa de esta señora que acaba de cruzarse conmigo, por ejemplo, antes no se daba. Ahora la gente respeta el trabajo.
“Lo que más me gusta son las relaciones que uno está haciendo, nos ponemos en contacto con personas que tienen más conocimiento y eso nos da oportunidad de aprender de ellas. Nos ofrecieron estudios para eso y claro que yo voy a aprovechar para que mis tres hijos tengan más oportunidades de las que yo tuve hace 20 años, cuando salí de mi pueblo, Cereté. ¿Quién lo iba a pensar?, el mejor futuro que estaba buscando me lo ha dado el reciclaje”.
El hombre que le escribe
José Gabriel Espitia tiene 41 años y nació en Cereté, Córdoba. A los 22 años vino a Cartagena buscando mejores oportunidades para vivir. En el barrio República del Caribe se encontró con la madre de sus tres hijos, una niña y dos hombres, y también con el oficio del reciclaje.
11 años después, recibe pagos fijos que le garantizan el sustento para su familia y que además le ha hecho quitarse el estigma que por años ha caido sobre quienes se dedican a la recolección de residuos aprovechables.
José Gabriel camina en silencio por las calles de El Centro y apenas dice “buenas”, al entrar a los sitios donde ya lo esperan con el material seleccionado. En solo media hora su carreta, antes vacía, se carga con cinco bolsas llenas de cartón, otra con botellas de vidrio y un tanque de plástico.
Diariamente, los 133 recicladores del centro de acopio Cartagena Amigable, al que está suscrito José Gabriel, producen entre 1 y 1,5 toneladas de material aprovechable, que son transformados y vendidos para un nuevo uso.
Cuando era niño sufrió un accidente que lo dejó sin su mano derecha, pero eso no parece importarle al momento de luchar por sus sueños y los de su familia.
Él recorre el Centro. Va a hoteles, locales comerciales y restaurantes que se han comprometido en la selección del material. Todo lo que deben hacer es guardarlo para cuando él llega.
Comentarios ()