INDOLENCIA


Todavía tengo en mi mente, el video del caballo cochero que se desplomó en una calle del Centro Histórico hace unos meses.

El animal agonizaba y los turistas que llevaba, seguían montados en el coche como si nada.

Pensé: “Tal vez no hablan español y no entienden lo que pasa”, pero después me respondo a mí misma que el dolor no tiene idioma, que el cansancio tiene un lenguaje universal, que era evidente lo que ocurría con el caballo, y que hay que tener el corazón muy templado para que una situación de esta índole no nos conmueva.

Hoy veo en las noticias y en las redes sociales que ocurrió en el sector de El Laguito un caso similar. Aunque no vi en la escena a los turistas imperturbables ni al cochero alterado de la situación pasada, vino a mi mente lo mismo, una sola palabra: INDOLENCIA.

No soy la más animalista, es más, no soy de las que me gusta acariciar animales, menos adoptarlos ni esas cosas. Lo más cercano a un animal que me derrite, es un perrito tailandés que sigo en Instagram (de cuatro patas aclaro).

Pero esto de hoy me dejó sin palabras. Me pregunto qué nos pasa. ¿Dónde dejamos olvidada la compasión? ¿Merecen estos animales semejante trato, ¿No se supone que nos diferencia de ellos el “razonar”?

Cierto día vi la noticia de una marcha de cocheros por el Centro Histórico, organizada por este gremio respondiendo a las voces de rechazo ante el caso con el que inicio este escrito. Algunos tiraban del coche simulando al caballo, para dejar ver que el animal no lleva todo el peso, y que hasta ellos podían hacerlo (¡¡wow!!).

Ganas no me faltaron de invitarlos a hacer lo mismo, pero mal comiendo toda una semana, de domingo a domingo, seis horas seguidas o hasta más sin parar, con unas herraduras puestas que lo que hacen es patinar a estos animales sobre el pavimento (esto doy fe de que lo he visto).

Entiendo perfectamente que estas personas dependen de los paseos en coche, que son su medio de subsistencia, pero entonces, precisamente por eso, ¿por qué permiten que estos animales, que prácticamente les dan para vivir, lleguen a estos extremos de fatiga y hasta maltrato? No es coherente que los maltraten y los exploten, hasta que terminen como la gallina de los huevos de oro, sin caballo y sin trabajo.

Respecto a la utilidad turística de los caballos cocheros, dicen que son una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, que “el cochero chambaculero” al que se refieren en ‘Noches de Cartagena’ es un oficio insigne de la ciudad, pero ya estamos en otros tiempos y me parece que llegó la hora de replantear ciertas prácticas.

Las ciudades turísticas son de por sí sacrificadas, todo por tener contentos a los turistas, cosa que debemos aceptar porque esta actividad es una de las mayores fuentes de ingresos de la ciudad (aunque a veces me pregunto a dónde se va tanta plata que le deja el turismo a la ciudad que no la veo…esa es otra historia) pero no nos pasemos de maraca, tampoco lleguemos al punto de justificar estos actos de crueldad, sólo porque el paseo en coche es uno de los más demandados por los turistas.

Casos como el del caballo desplomado y agonizante de El Laguito, el segundo conocido y más mediático del año (sin contar los que no conocemos), son la luz roja que nos dice que hay que hacer algo pronto, pero algo realmente contundente, y que beneficie a todos, al cochero que lo que busca son opciones para ganarse la vida, al turista que quiere recorrer y conocer la Cartagena de las postales, a los animalistas que han emprendido una lucha férrea  ante las autoridades para que al menos se le dé un mejor trato a estos animales y trabajen en condiciones menos difíciles, y por qué no  a los mismos caballos, ellos también sienten, por algo se desploman, desfallecen, con la gran diferencia de que no pueden gritar “Ya no más”, como tú o yo podríamos hacerlo.


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