Historias Secretas: PLAZA DE LA MERCED 1.


HISTORIAS SECRETAS: PLAZA NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED.1.

0.A manera de introducción: Un intruso en un convento de monjas y monjes.

Desde cuando escribí mi libro “Lugares Sagrados de Cartagena colonial”, nunca me atreví a describir los interiores “íntimos” de los 12 conventos construidos en el hoy llamado centro histórico de la ciudad, y mucho menos lo había hecho a través de esta serie de historias prohibidas en las cuales he narrado la historia de las plazas y de las construcciones religiosas católicas estudiadas.

Hoy, cuando penetro en un nuevo convento de la urbe, lo hago motivado por el hecho de encontrar que las estancias internas de estos lugares son de conocimiento público, y por ello en primer término me refiero a las generalidades de los claustros, y después lo hago con el convento san Francisco, en calidad de modelo para los demás conventos de Cartagena, sin olvidar que el tema central de la crónica es la plaza de Nuestra Señora de la Merced; para ello me apoyo en los estudios realizados por el arquitecto Rodolfo Ulloa, publicados por El Getsemanicense

En los conventos coloniales de Cartagena de indias a semejanza de los conventos españoles, de manera general, era posible encontrar espacios, tales como el claustro,  (es escribir, la planta cuadrada de la construcción,  donde en cada uno de sus cuatro lados hay un corredor o galería), la iglesia o capilla,  la biblioteca, los huertos o huertas para garantizar gran parte de la seguridad alimentaria,el corral para los animales domésticos, el patio y, el jaguey en su  centro, las áreas de trabajo y talleres, la sala capitular para la reunión de la comunidad y la asignación de tareas, el refectorio (comedor) y cocina; las celdas o dormitorios  estaban ubicados en el espacio superior: la planta alta.

El convento san Francisco es uno de los ejemplos más sobresaliente de lo que podía ser una entidad de esta clase en Cartagena, de la magnitud de su extensión y de los intereses económicos que se movían en torno a este.

Tomando de la fuente arriba referenciada transcribimos el aparte titulado “Las huertas franciscanas”:

“El relato comienza a finales del siglo XVII, cuando los dueños de la isleta (Getsemaní) aledaña al centro fundacional, legaron una inmensa manzana, la más grande de toda la ciudad para fundar un convento franciscano.

La isla estaba separada del centro por el caño san Anastasio que ocupaba el espacio de la actual vía de transcaribe, la Matuna y el parque del Centenario.

Los conventos de entonces necesitaban mucho espacio: sitios de almacenamiento, zona de oficios, espacio para animales domésticos y huertas suficientes para proveer no sólo a los monjes residentes, sino a los visitantes que en Cartagena eran muchos por ser el punto privilegiado de entrada y salida del virreinato.

El rastreo histórico y predial del claustro señala que sus terrenos originales llegaban como mínimo a la calle san Antonio. De hecho, su nombre y el de la san Juan delatan su origen. También lindaban con las calles Larga, Media Luna y Sierpe actuales.

“Había unas huertas aledañas al claustro, donde se mantenían los cultivos de más cuidado y otras, desde donde está el actual centro comercial Getsemaní hasta la calle san Juan. Allí estuvo hace menos de un siglo unas huertas con muchos cocos y árboles frutales, según fotografías que han llegado hasta nuestros días”

“No faltó a la provisión de los monjes el hecho de vender algunos lotes de su propiedad para solucionar necesidades económicas del convento o de las tres iglesias franciscanas aledañas a este, o bien arrendarlos, práctica que se suspendió por originar conflictos con los arrendatarios…Así … Y aunque había casas privadas en todo ese contorno las huertas permanecieron intactas hasta mediados del siglo XIX, cuando se les dio el nombre de corralón de Porto, en referencia de quien las compró” (El Getsemanicense. Memoria de barrio impresa. P-4).

 1.PLAZA Y CONVENTO NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED: LOS ORÍGENES.

Al igual que otros lugares sagrados para los habitantes católicos de Cartagena colonial, tales como la catedral santa Catalina de Alejandría, los claustros santo Domingo y san Francisco, el convento Nuestra Señora de la Merced tuvo un origen modesto en su construcción inicial, para después, con ingentes esfuerzos hacer una edificación muy amplia con materiales duraderos y los espacios necesarios y suficientes para garantizar el bienestar de la vida cotidiana de las monjas que lo habitaron.

Antes de 1617 la zona conocido hoy como plaza de Nuestra Señora de la Merced era un enorme playón del mar del Norte o de la Cruz Grande de Cartagena de Indias, (mar Caribe, hoy) sometido de manera periódica por los vendavales del norte que  provocaban inundaciones globales en  la ciudad durante los meses de octubre y noviembre alternativamente o en forma continua, sin olvidar algunos casos durante el mes de septiembre.

En esos aciagos años coloniales no existía el baluarte de la Merced, ni el convento de igual nombre, y mucho menos la hoy llamada avenida Santander.

Desde 1617 el espacio de la referencia inicia su transformación gracias a la poliorcética (disciplina que se encarga de construir fortalezas, bastiones y baluartes. Se trata de una de las artes marciales o de guerra, dentro de la ingeniería militar: DRAE. ) , cuando empieza  a construirse el baluarte de la referencia, por el arquitecto Cristóbal de Roda y sus equipos de trabajo conformado por:

ingenieros, alarifes (maestros de albañilería), artesanos: canteros, herreros, pedreros, caleros, carpinteros y demás, como el capitán de canoas, conformados por esclavizados: arrendados y del rey, reos: desterrados y locales y asalariados libres: voluntarios, configurándose así el límite de la plaza que mira hacia el embravecido mar.

Sobre la construcción de la fortaleza la web fortificacionescartagena.com.co afirma:

“Construido por el ingeniero Cristóbal de Roda hacia 1617, sería destruido por un “norte” en 1618; once años después, a finales del año 1629 finaliza la reedificación ordenada por el gobernador e ingeniero Francisco de Murga”.

 Años Después   se construye el primer y modesto convento de la Merced que es reemplazado por la construcción de antaño (1632, aproximadamente) que ha llegado hasta nuestros días, muy transformado para dar satisfacción a las cambiantes necesidades de las clases dominantes de la región y la ciudad.

Se configura así un semicírculo que será completado por casas altas privadas y el cuartel del Regimiento Fijo, elementos que dan origen al callejón de la Merced.

El círculo se cierra con la calle de la Merced (hoy don Sancho) y un conjunto de casas de dos plantas en la parte sur de la plaza, separadas por la vía que conduce al baluarte siguiente, vía también aislada del mar durante la colonia por el bastión de la Merced.

Refiriéndose a la modestia de la construcción inicial del convento, Raúl Porto del Portillo (1998) en el libro “Plazas y calles de Cartagena de Indias” citando al fraile Pedro Simón explica que: “está su iglesia situada en un lugar donde estuvo una ermita del ordinario, dedicada al Santísimo Cristo, cuya efigie se conserva en su altar colateral”. (P.37).

Enrique Marco, en su texto “Cartagena de Indias puerto y plaza fuerte” (1960) complementa la descripción del sitio hoy conocido:

El convento mercedario tuvo una iglesia de regulares proporciones y un gran claustro adosado al lado del evangelio; aquella era de tres naves, según se indica en el plano de la ciudad, levantado en 1716 por el ingeniero Herrera y Sotomayor…

Una parte de las arquerías del claustro, muy reformada modernamente subsiste… y los muros exteriores de la iglesia fueron aprovechados en la construcción del antiguo teatro Heredia (hoy teatro Adolfo Mejía).la fachada del templo tenía una sencilla portada flanqueada por pilastras(columna) y coronada por un frontón(remate triangular o curvo de una fachada, puerta o ventana); su torre con arcos de medio punto y pilastras en el último cuerpo era de tipo semejante a la antigua de la catedral.P.118).

2.LOS VIENTOS DEL NORTE CONTRA LOS CONVENTOS DE MONJAS Y CARTAGENA COMPLETA.

Los desastres humanos y ambientales, que casi de manera anual, durante los meses de octubre y noviembre, sufre el territorio cartagenero y sus gentes más humildes, es de antigua data; hoy mi memoria recuerda los horrores vividos en algunas épocas recientes como son:

*Los estragos del huracán Joan en 1988, el cual, hasta la fecha referenciada fue el más devastador de los últimos 50 años, con una categoría de fuerza 4, cuando la máxima es 5, dejando en el Caribe colombiano un saldo de 15 muertos, miles de damnificados y pérdidas materiales incalculables, de acuerdo con los datos que aportan el diario El Tiempo y la Revista Semana de ese año.

*Las lluvias torrenciales de la primera década de noviembre del año 2004, las cuales produjeron cientos de damnificados, la pérdida de 586 viviendas y miles de refugiados ambientales.

*El paso del huracán Iota entre el 15 y 17 de noviembre del 2020, dejó 155.000 damnificados y 34 barrios severamente inundados dentro de un total del 70% de la ciudad inundada. (El Tiempo. Noviembre 17.2020).

*Las lluvias, entre torrenciales y lloviznas continuas, producidas por el fenómeno de la Niña y un sistema de baja presión que azotaron la ciudad desde el dos hasta el nueve de noviembre 2022, con sus nefastos efectos ambientales, económicos y sociales.

Sin embargo, la afectación de la ciudad por “vendales del norte” con las consiguientes marejadas e inundaciones, huracanes, fenómeno de la Niña y sistemas de baja presión, vienen de tiempo atrás como ya se afirmó, al punto que el primero de estos fenómenos letales se registró en 1588; de esta suerte, Cartagena no sólo debió atender la defensa militar, sino también los embates del mar Caribe, que desde sus comienzos amenazaron destruirla, tal como lo explica Marco en su libro ya mencionado:

“El mar inundó muchas veces la isla baja y arenosa y  estuvo a punto de destruirla casi por completo: el mar se abrió paso hasta la caleta, con tal fuerza que corrieron peligro de zozobrar los navíos y galeras que estaban fondeados en el puerto…

Sin embargo, la situación continuaría a través de la época colonial en los siguientes años:

1664, 1671, 1684,1713, 1714,1718,1762, entre otros, tal como se explicó en mi ensayo publicado en el blog patrimonio siglo XXI, editado el 10/05/22 en el universal.com

Algunos de estos afectaron de manera directa a la plaza de la Merced y el convento de las mercedarias, tal como se explica en algunos apartes del escrito, como los siguientes:

*Desde 1661 hasta 1671 se trabajó activamente en cuantas reparaciones necesitaban las fortificaciones… Se hizo un parapeto con banqueta de piedra y terraplén en el lienzo de muralla que habían arruinado los nortes de 1664 detrás del convento de la Merced…(blog patrimonio refereciado).

*El vendaval de 1713 es presentado por Urueta y Piñeres (2011) en su libro “Cartagena y sus cercanías “citando a dos testigos de la época como fueron el procurador de la ciudad Francisco Javier Melgarejo y el ingeniero militar Juan Herrera y Sotomayor:

…Y así mismo, en el convento de las religiosas de la Merced Calzada de esta ciudad, en la fábrica que ha quedado, que es muy limitada para la vivienda de las monjas, pues la mayor parte de ellas en otras ocasiones, se ha caído y demolido, y entre el medio de ellas se ha comido todo el sitio de tierra, solo que había defendido con la estacada que se ha llevado la mar. (P.P.96,97).

Urueta y Piñeres continúan narrando el vendaval de 1714, el cual también afectó la plaza de la Merced:

“El 25 de octubre de 1714 se presentó otro vendaval que se llevó la mayor parte de la muralla que iba en tan buen estado desde el baluarte santo Domingo hasta santa Catalina, (contiguo al baluarte la Merced), las estacadas, faginas y encajonados(piedras)que a trechos defendían los trechos que se venían trabajando en los parajes donde más se temía el riesgo de este temporal”.

De igual forma, durante los años 1761,1764, 1773 y 1766 se presentaron sendos vendavales, con las correspondientes marejadas que inundaron parte de la ciudad y produjeron algunos destrozos de las murallas, “sólidas” construidas y de las obras provisionales ya mencionadas. En alusión a la zona que nos ocupa, los autores ya referenciados escriben que:

En el baluarte de la Merced se reconoció algún corto asiento en su muralla quebrantada del temporal pasado” (P.P.154, 155, 156.)

Aunque desde 1716 el ingeniero Herrera solicitó recursos para realizar trabajos de envergadura para contrarrestar los efectos del Norte, las obras de este tipo se iniciaron después del vendaval de 1761, cuatro años después cuando los hombres esclavizados , reos y asalariados libres, bajo la dirección del ingeniero Antonio de Arévalo construyen la muralla de la Marina (1765-1771), protectora de la zona costera desde el baluarte santa Catalina hasta las inmediaciones de la actual entrada al barrio Bocagrande, sector el Limbo.

De esta manera, entre vendavales y marejadas, entre dificultades propias de los conventos y las plazas, la de Nuestra Señora de la Merced continuó avante y aquí permanece hasta nuestros días, sin variaciones en su nombre con ambos espacios modificados, pero creciendo en su simbología, y  los cartageneros protagonizando  historias que hoy son secretas tanto para las viejas, como para las nuevas generaciones, como se explicará en próxima entrega. CONTINUARÁ…

Con los afectos de siempre:

UBALDO ELLES QUINTANA.

Ambientalista. Patrimonialista.


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