Ya la culpa no es de la vaca, ahora es de Stefan Medina


Empecemos por lo normal y lo que yo llamo: el principio. Es cierto, Stefan Medina no ha tenido una actuación desde que llegó a la selección tan apoteósica y brillante como los ciegos enfermos y fanáticos futboleros colombianos le exigen –léase bien, le exigen-. En Colombia –parece un acto divinamente macondiano- se le exige más unos que a otros, eso no es nuevo ni tampoco he descubierto el agua tibia con lo que he acabado de decir, por ejemplo, un senador que se empaca $26'749.000 por sentarse en una silla, pedir café, agua, jugar Candy Crush, bostezar, fregar la vida, tirarle papelitos al otro y hasta no ir a trabajar, pues no, al “dócto” no se le exige ¡por que no! Eso no importa ¿para qué se le va a exigir si todos son la misma vaina? eso no importa, eso es folclor.

Pero en el país del divino corazón azotamos a un joven de 24 años porque –según la escena criolla y no estudiada del fútbol colombiano- Stefan Medina es la escoria más grande que ha dado el balón pie, es el fracaso viviente del fútbol, es el error garrafal grosero del deporte, este “petardo” como atrevidamente lo llaman muchos, es el fracaso existencial con guayos que ha parido esta tierra de pésima memoria; por ende, esos mismos que hablan cualquier cantidad de locura sobre el jugador de fútbol –sin saber absolutamente nada de él, del fútbol claro-, son los mismos que lo condenan a la horca y a la guillotina porque -según ellos- no está a la altura del magnánimo deporte que tanto me encanta, y por eso hay que darle una limpia con pringamosa a las seis de la mañana, desterrarlo del deporte y hasta mandarlo lejos para que no entorpezca al equipo.

A ver muchachos –y muchachas, porque el público femenino cada vez más está creciendo, lo cual me encanta, porque se ven hasta divinas con las camiseticas- aquí ninguno ha estudiado fútbol, si usted que está leyendo esto y ha estudiado fútbol, exponga muy educadamente sus criterio, me da pena decir que “educadamente exponga sus criterios” porque aquí cuando se les toca el tema del fútbol pegan un grito al más puro estilo batalla medieval, afilan las espadas, queman llantas, suenan sirenas y si no estás de acuerdo con lo que piensas, pues de malas, te tocó correr porque se te viene encima una manada de zombis.

Le hace más daño ese matoneo absurdo a él, que lo que en realidad suceda en la cancha, porque si no se han dado cuenta, esto es un juego, no es la decisión de la vida de alguien, tampoco es un tratado donde se define la calidad de vida de los colombianos, pero esto ha llegado tan lejos, que Andrés Escobar está muerto por cometer un error –qué embarrada ser humano-, pero de eso no se acuerdan, y la verdad que no me gustaría –ni a ninguno- que el pobre Stefan termine como el recordado defensa colombiano, que de seguir con esta avalancha de insultos pueda hasta darle un susto y de verdad emigrar de la selección.

Aquí crucificamos a los deportistas, si Nairo no dio los suficientes pedalazos para ganar el Tour es un pecho frío, si James no logra alcanzar el balón es un antipatriota lento y gordo, si Stefan Medina se equivoca y juega paupérrimamente mal, hay que mandarlo a matar porque ¡no sirve!; es tan fácil criticar con la boca llena de comida y manotear frente al televisor con la botella de cerveza las equivocaciones del otro, créanme que él es el primero que desea poder hacer buenos partidos, pero adivinen qué: los demás también corren y juegan.

Yo no estoy defendiéndolo ni mucho menos justificándolo, porque considero que se le han dado las oportunidades para demostrar que sí tiene la madera para estar en la selección, pero bajémosle un poco a las faltas de respeto con el jugador, más de uno no aguantaría tener una vida pública, sin embargo, el hombre humildemente ha sabido llevar la bola de nieve de insultos que se la ha venido encima.

Estimado amiguito colombiano, usted que jamás se ha puesto una camiseta de fútbol, y las veces que lo ha hecho ha sido para comprar el desayuno del día –que entre otras cosas con un agujero cerca al cuello-, argumente con respeto las cosas, si el hombre juega mal, pues dígalo con respeto, no descargue ese odio ácido que muchos destilan sólo porque no corrió cuando debía y no cuando usted quiere; disfrute del partido en paz, manifieste su inconformidad con este jugador o con el otro, pero deje a un lado las pasiones y siempre exprese el respeto que al final de todo es un compatriota que quiere la victoria igual que usted, la menudita diferencia, es que él está corriendo y tonificando el cuerpo, y usted está acostado en la cama engordando.


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