Mil soles para Sofía


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Dicen que ya estaba lista para iniciar el viaje a través del tiempo: le temblaba el cuerpo, su corazón se había relajado tanto que el calor abandonó su piel. El frío fue el aviso. La vida se escapaba. No lograba pronunciar ni una sola palabra y no le quedaban fuerzas. ¿Estaba preparada para abandonarnos?
Reflexionando, en silencio, sentada en una atiborrada sala de espera del centro médico donde la llevaron, esperaba que nuestro querido Antonio María le pegara mil soles para que se le normalizara la sangre (una peligrosa infección atacó su envejecido sistema). Le administraron antibióticos y le recetaron muchos cuidados intensivos: estuvo consignada al monitoreo de máquinas las 24 horas, durante 4 días. Quería llevarla por un hermoso jardín con arcoíris, guiarla de la mano entre perfumes, colores y flores, atravesarlo triunfantes, y dejarla descansar, en solitario, en su alcoba, sobre su silla favorita, frente al televisor, acompañada de sus numerosos objetos benditos. Sacarla de ese momento tan difícil.

Un dolor psíquico insoportable nos invadía a todos los allí presentes. Reconocí cómo nos costaba respirar, el aire no llegaba bien a nuestros pulmones por la excesiva tensión emocional. Empezábamos a entender que nuestra Sofía no es inmortal. Los ojos del corazón nos hacen creer que es de siempre, más por esas alas enormes que no le guardan cuando habla de su Dios. Se le mueven hacia arriba y hacia abajo, para atrás y para adelante. Es tan intenso su realismo, e ilimitada su poderosa capacidad imaginativa sobre el amor y la bondad de Jesucristo, que nos hace entrar en un mundo fantástico. Además, así, jamás se había enfermado (en una ocasión le operaron las rodillas pero no se necesitaron plegarias).

Buscando alivio a un desenlace fatal consideré la metamorfosis. Como en los grandes relatos de las Mil y una Noches o de cualquier cuento iniciático pensé en Sofí volviendo como una virgen, una de esas cientos que ella colecciona. Sería solo una transformación. No pasaría al otro lado. ¡Qué ocurrencia por el solo capricho de no perderla! Pero seguí pegada a su espectacular colección de madrecitas de Jesús y recordé la Virgen Morena. Alguien una vez se detuvo en medio de la selva brasileña para comprársela. Imposible no verla...es hermosísima, aunque todas parecen tocadas con una barita mágica cuando ella habla de sus características más sobresalientes: en cada una está la huella de Dios, el manto de luz, por igual encienden el fuego del amor y ayudan a quitarte el dolor.

Ya volvió a la calle. La vi en el asiento trasero del carro. Recobró su aspecto radiante y saludable. José, fiel conductor -parece que lo supiera todo desde siempre, como si no hubiera secretos para él- iba despacio (también da "chancecitos" frecuentes al padre Cano). Note que Sofía tenía los ojos cerrados. Seguramente rezaba. Es la señora de los prodigios. En esta escena "religious circuit", de concentración profunda, adora incluir a sus cuñadas, las hermanas de su marido Nemesio (murió pero cada minuto en su pensamiento): la tía Carmen (manos excepcionales para moldear quibbes) y la tía Mariana, la mamá de las Bajaire. Su hermana, Elena, también es pasajera frecuente.

Mi Sofí, como me gusta llamarle, recibió recientemente una crucecita conmemorativa después de 40 años. Se la descubrí en el pecho porque le colgaba de una preciosa cadenita. Me contó con la cabeza levemente inclinada, tranquila (el tiempo le ha concedido un saber que le regala serenidad), un relato que la hace volver al pasado. Había sufrido una desgarradora pérdida. La energía, la luz, la vibración específica del amor de madre se oscureció. Entonces una gran amiga, la Toto Martínez, le ofreció participar en su primer cursillo de cristiandad. Fue una oportunidad para llenarse de paz y reconfortar su corazón.

Somos amigas noctámbulas. Nos encontramos cuando ya casi todos duermen. Mis historias arbitrarias y las terribles controversias del mundo nos recuerdan qué tan valientes debemos ser y nos consolamos con su fe, su sabiduría. No me dio la espalda porque no soy cristiana. Al contrario, me ofreció su hombro, me cobijó en sus brazos y con el suave toque de sus manos y los besos de sus labios me hace sentir protegida por un hada...encantada. Son infinitos los instantes en los que quiero que nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestra armonía, nunca cambien. No se mucho de sanadoras pero Sofía Esther hace que se alejen los pensamientos penosos y alarga la vida. Cuando estalla en risas crecen las flores y huele a gloria.

P.D. Si le preguntas a quién quiere conocer se referirá a las estrellas, a un milagro: su primer bisnieto, el hijo de Nico y Cristi.

En mi cueva...
“Agradecimientos a mi ahijado Ferderico Fayad, quien me donó una gigante y moderna pantalla de su anterior computador. Se compró un MacBook para hacer más práctico y feliz el estudio de los densos y complejos contenidos de Medicina (además es un editor gráfico apasionado). Esta muy contento en Bogotá, cursando su primer semestre, en la Universidad del Rosario. Besos también a los papás.

Estoy abierta a cualquier comentario o a lo que se atraviese. Por ahora, cuento ansiosa lo que me susurran un business man que cocina delicioso, una talentosa artista emergente que también remodela casas, un filósofo que leo pero jamás podrá conocerme, una diseñadora de joyas únicas y coleccionista de piedras mágicas, cinco amigas - 4 con diferente perspectiva sobre el peso- que conocen mucho de psicología, finanzas, turismo, moda y me adoran, y dos Sofías (ángeles que no esconden las alas), una pequeña de este siglo y la otra que nació en 1930".


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