El ballet clásico y las danzas folclóricas estilizadas son su fuerte. La otra fortaleza les ayuda a imaginar un porvenir más fértil.

Academia de Danzas Eneyda: por amor a la danza


Enseñar a bailar a niños de todos los estratos de Cartagena es la misión que viene cumpliendo desde hace siete años la profesora Eneyda Cortina Ramos.

Una labor que sería totalmente solitaria, si no fuera porque siente de cerca el patrocinio de Eunice Ramos, su mamá; y el de Gerlin Mangones, su esposo, un licenciado en Educación Física, quien también se da sus mañas en eso de sacarle partido a la musicalidad que las piernas y las caderas tienen escondida en alguna parte de sus fibras.

Si no fuera por estas dos presencias, a lo mejor la profesora hubiera cerrado su escuela sin haber cumplido el año de funcionamiento.

Pero afortunadamente no lo ha hecho. Lo único que ha cambiado son las sedes. En un primer tiempo de este partido que viene jugando casi por amor al arte, fundó la “Academia de Danzas Eneyda” en su propia vivienda, en el barrio El Bosque..

Ahora es el segundo tiempo y la escuela funciona en el Centro Histórico de Cartagena, calle de la Universidad, diagonal al edificio Ganem. Ocupa un espacio amplio en una edificación antigua sembrada de columnas de estilo republicano y pintadas con una combinación de blanco y verde suave.

El salón es amplio. Luces fluorescentes lo iluminan. Barras de hierro penden horizontalmente de las paredes de color blanco y bordes rosados. Allí ponen los pies las niñas que practican el ballet clásico bajo las orientaciones de la profesora.

Un gigante espejo rectangular cubre la pared del fondo como vigilando el andar de mariposas que ya dominan las estudiantes, como si fuera un juego de niños.

Los $50.000 que pagan por aprender a bailar, permite que el conjunto esté compuesto por aprendices venidos de casi todos los sectores populares de Cartagena.

Los más pobres son los niños que residen en barrios subnormales como El Zapatero, Cartagenita, Gustavo Lemaitre, Ceballos, de la zona Suroccidental y el corregimiento de La Boquilla, en el norte de la ciudad.

Pero la pobreza, la mala alimentación y las escasas normas de comportamiento no les impiden asimilar con suficiencia las clases de ballet clásico, Danzas españolas, Etiqueta, Glamour, Modelaje y Expresión Corporal.

Ya casi es normal que los rescatados en los sectores marginales den magníficas muestras de talento para las danzas, pero también suficientes pruebas de que no tienen para asumir los costos de tales instrucciones, como tampoco de un colegio en donde estudiar la primaria y el bachillerato.

La profesora Eneyda dice tener como política ineludible el que los niños aprendan sobre danzas, pero que también asuman el estudio para solidificar su futuro. Por eso ha realizado convenios con planteles públicos de Cartagena o semipúblicos, como el Colegio amor a Bolívar, del barrio El Gallo, en donde, por intermedio de la Academia, los niños pobres adquieren becas que les permiten continuar su primaria o su bachillerato.

Citucar es otra de las instituciones que se han sumado a la causa, aunque la profesora dice que hasta el momento no se le han presentado casos de bachilleres necesitando ingresar a carreras intermedias.

Mientras los 25 niños descubren las maravillas del baile y aderezan su comportamiento social, Eneyda Cortina y su equipo se encargan de subsidiarles elementos como el vestuario y el transporte; y, en algunas ocasiones, hasta la alimentación.

No obstante las buenas intenciones, la docente reconoce que no siempre puede cristalizar esas obras de humanismo con toda la dedicación que quisiera. Por eso ha tocado puertas en diferentes sectores de la ciudad, pero pocas se han abierto.

La Academia, a pesar de las numerosas diligencias, no ha podido obtener su personería jurídica y los estudiantes egresan con sólidos conocimientos, pero sin diploma, lo que podría convertirse en un impedimento a la hora de acceder al campo laboral.

Pero también hay instancias de ayuda. Los esposos Lucy Suárez y Víctor Babilonia, de la Escuela de Gobierno del Distrito, se encargan de contactar a niños con talento en los sectores populares. El médico Adán Pereira vigila la salud de los estudiantes y les obsequia medicinas, mientras que su esposa, la nutricionista Libia Salcedo, hace lo propio.

Desde hace un tiempo la Academia viene haciendo contacto con folcloristas de otras ciudades de la Costa para conformar lo que se llamaría el Ballet folclórico de Cartagena, el cual mantendría la misma filosofía del plantel; es decir, la apertura hacia todos los sectores de la ciudad.

Eneyda Cortina Ramos lleva catorce años asistiendo a cursos y seminarios en donde se hable de danzas, glamour, etiqueta o docencia para fortalecer sus conocimientos y seguir manteniendo el clima de armonía que hasta el momento comparten los niños más pobres con los más acomodados de su escuela.

Dice que sólo con pedirlo, podría estar dictando clases en cualquier colegio privado de Cartagena y ganando un mejor salario que el que alcanza a recopilar en su academia, “pero la idea de que con mis conocimientos puedo salvar a muchos niños de los peligros que esconde la calle, no me deja abandonar la Academia. Cuando veo que esos muchachos se portan bien en cualquiera de los sitios donde los presento, cuando veo que aplican bien las normas de etiqueta que les enseño, entonces entiendo que vale la pena seguir en esto”.

Escenarios como la Casa de España, los colegios Comfamiliar, Comfenalco y Cartagena de Indias, como también el Club de Oficiales de la Policía Nacional han visto, durante estos siete años, la destreza los niños de Eneyda, quienes para el mes de diciembre programan y financias sus propios espectáculos en el Centro de Convenciones Julio César Turbay.

El ballet clásico y las danzas folclóricas estilizadas son su fuerte. La otra fortaleza les ayuda a imaginar un porvenir más fértil.


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