Es bueno ser inferiores


Todos los mensajes del mundo nos convencen de que es bueno ser inferiores; o, si lo prefieren: amamos ser esclavos. Mensajes dados en las prácticas de crianza, en la escuela y en las universidades, en las iglesias y templos de cualquier religión, en la prensa y los medios, en las redes sociales, en los textos escolares, en la publicidad y en las películas, en el consumo y en las fechas especiales, en las actitudes de moda, en la formación de los gustos y en las tendencias del comportamiento socialmente aceptado.

El doce de octubre de este año, por ejemplo, en el programa de televisión “Minuto de dios” el cura que allí aparece dijo: “Los descubridores de América y los conquistadores merecen nuestra admiración. Encontraron selvas, escalaron montañas, fundaron ciudades: un esfuerzo ímprobo, una gesta de hombres valerosos. Pero, Colombia sigue desafiando a sus habitantes, tenemos que seguir abriendo caminos, llevar progreso a todas las regiones, construir una patria a base de justicia, de amor y de paz. Todos los colombianos debemos disfrutar de bienestar. No una porción favorecida y otra en la sencillez y miseria. La tierra es para todos, la salud es para todos, bienestar para todos. Y eso depende de todos y de cada uno de nosotros. Así como los descubridores y los colonizadores también nosotros debemos trabajar por servir a los demás y por comprometernos con la patria…” (https://www.youtube.com/watch?v=PGzA0lq9_Bo).

Lo relevante del mensaje del cura Diego Jaramillo es que debemos amar a los conquistadores, tanto los de hace quinientos años, como los de ahora. Conquistadores como los que trajeron Electricaribe, es decir, los inversionistas extranjeros y los políticos locales, como un esquema empresarial para saquear el sector energético de la costa, a tal punto, que se embolataron 1200 millones de dólares. ¿Qué se hizo la plata que hemos pagado por un servicio tan caro y tan malo? Ahora, los mismos políticos hipócritas, quieren posar de indignados y de salvadores del pueblo, cuando son ellos quienes entregan nuestros recursos y tierras con todo y gente. Y los medios nos echan la culpa, nos dicen que somos un pueblo tramposo y malagradecido que no pagamos las cuentas y que no nos comprometemos con el desarrollo de la región.

¿Y por qué desapareció de la agenda noticiosa el tema de los cuatro mil millones de dólares que se enredaron en Reficar? ¿Y por qué no se habla del gran embeleco del Transcaribe y sus nefastos efectos sociales y económicos? ¿Por qué no se habla de la legitimidad de los peajes dentro de la ciudad y su zona de influencia? ¿Por qué no se habla de los grandes intereses que se benefician de la ausencia de Plan de Ordenamiento Territorial desde hace más de diez años? ¿Por qué nadie se fija en la inviabilidad de Cartagena en virtud de su proceso de densificación sin control? Densificación que se manifiesta en la construcción de edificios habitacionales por doquier sin el aseguramiento de ningún tipo de infraestructura, ni equipamiento urbano.

Lo relevante de aquel sintomático Minuto de dios es que millones de personas le creen, lo siguen de manera incuestionable. No queremos abrir los ojos, porque si los abrimos, nos horrorizamos más de lo que estamos, al dar cuenta de la ausencia de horizonte, de futuro.

Escribo estas líneas para decir que nosotros no tenemos culpa de esta catástrofe que consiste en el retroceso de nuestras condiciones de vida. Cuando el cura Jaramillo dice que “La tierra es para todos”, hay que saber entender el mensaje. Nunca la tierra ha sido para todos, se trata más bien, de una promesa siempre incumplida. De una zanahoria que nos ilusiona y que favorece nuestro respaldo al sistema predominante, el cual, antes que nada, está bien atornillado en nuestra mente. Es que, lo importante no es tanto lo que pensamos, si no, con qué pensamos. Con qué filtro, con qué antecedentes, con qué anteojos mentales, con qué chip pensamos.

Hay que darnos cuenta que nacemos en un marco interpretativo que de entrada nos dice que somos inferiores. Nos crían para que pensemos en pequeño, y de manera intencional, la escuela nos mal forma y nos mal educa para que anhelemos un trabajo de paga barata. Ya lo dijo el cura Jaramillo, debemos agradecer a los conquistadores: “Un esfuerzo ímprobo, una gesta de hombres valerosos”. El cura Jaramillo en eso es muy claro: la civilización y la modernidad es un regalo que Europa nos hizo y le hizo al mundo, y eso, además, lo inculcan en el colegio, en las fiestas patrias, en los discursos de los políticos y en los lemas institucionales. No aceptarlo es un acto insurrecto e irrespetuoso, es de salvajes. Y no lo dice solo el cura. También lo dice el publicista cuando señala: “Los negros no son aspiracionales”. Es decir, el modelo a seguir, es el de hombres, blancos, europeos, valerosos e ímprobos que postula el cura Jaramillo. ¿Negros? ¿indios? ¿niños y jóvenes? ¿mujeres y gais? ¿invidentes y gentes con capacidades especiales? ¿hijos naturales y madres solteras? De ninguna manera. Esas son subjetividades menores. O, mejor: no tenemos humanidad. Los marcos interpretativos que nos enseñan en casa, en la iglesia, en los medios y en la escuela sirven para confundirnos y atemorizarnos. O, peor: para inferiorizarnos, pues, el mensaje es que hay unos más humanos que otros, como los conquistadores, por ejemplo.

Silvio Villegas también decía lo mismo que el cura Jaramillo. Silvio Villegas fue un gran líder ultranacionalista colombiano que visitó a Cartagena en el año de 1938. Cuando llegó al aeródromo de la ciudad, un grupo de miembros de la oligarquía local, lo recibió con el saludo nazi en una calle de honor. Villegas dio su discurso en el otrora Teatro Heredia, bautizado así, en honor a nuestro conquistador, como todos saben. Un discurso donde se dio relevancia a las bondades del nazismo, el fascismo, el ultranacionalismo y el amor a la patria. Sentimiento patrio al que apeló el cura Jaramillo en su mensaje del día de la raza. Aquí, vale anotar, que nociones como patria y nación, no fueron construidas socialmente, fueron inventadas e impuestas a la mayoría por una élite ilustrada y soberbia para organizar el paso de la colonia a la post - colonia. Mejor dicho, que todo cambie para que nada cambie. Amamos la esclavitud y Jaramillo, en su alocución, dice que nos comprometamos con la patria: ¿a cuál patria se refiere: a una de esclavos felices, atemorizados, obedientes y resignados?

La llegada de Silvio Villegas a Cartagena, fue promovida por un semanario nazi y local que se llamaba: Patria Nueva. Y su lema, que marcaba la línea editorial rezaba: “Semanario anticomunista. Órgano de la Falange” (http://www.bdigital.unal.edu.co/1322/15/14CAPI13.pdf). Ahí tienen. La historia de Cartagena está marcada por el devenir del desprecio a sus gentes. Las élites se avergüenzan de nosotros. Siempre ha sido así. ¿O es que se sienten orgullosas de nuestros mototaxistas, vendedores ambulantes y tanto negro que afea el centro histórico? Por algo, como usuario, no puedo coger una mototaxi que pase por ninguno de los siete barrios vetados para estos vehículos. Es exactamente igual al muro que divide la frontera entre Estados Unidos y México y que Donald Trump prometió terminar con cargo al pueblo de este último país.

Ya dije arriba que lo sintomático es que millones de televidentes aceptan y creen en la palabra de Jaramillo que, por demás, habla por toda la élite colombiana. Tales millones de gentes, es lo más importante a tener en cuenta. Cualquiera diría que el cambio social pasa por un problema de educación. Pues, no es tan simple porque la iglesia controla el sistema educativo desde siempre. Tal y como lo sugirió el gran intelectual negro Frantz Fanon: El racismo y la inferiorización no se acaba con educación. Más bien, hay que transformar la sociedad racializada. En otras palabras, hay que analizar el racismo y la inferiozación a la luz de lo que significa la clase social y las condiciones concretas de la vida de las gentes.

Desde que la educación es considerada jurídicamente en Colombia un servicio y no tanto un derecho, esta se convirtió en un negocio descarado y su calidad va en retroceso. En ese sentido, tiene toda la razón el alcalde Manolo Duque cuando dijo que la filosofía es irrelevante para la formación de los jóvenes pobres. Lo que pasó fue que, como lo dijo Manolo, le cayó todo el mundo. Pero, si el cura Jaramillo dice en cadena nacional por el programa más antiguo de la televisión colombiana, que “Los descubridores de América y nuestros conquistadores merecen nuestra admiración”, no pasa y no pasó nada.

Es un asunto de “imagen” este de “quién dice qué”. El alcalde no dijo nada distinto a la directriz marcada por el capitalismo cognitivo que cunde en el planeta y que se impone a través de organismos como la OCDE, el FMI, el BID, el Banco de la República, Planeación Nacional, el Ministerio de Educación y la clase reflexiva de universidades y centros de pensamiento. Fíjese usted, tanta razón tiene el alcalde Manolo, que se le adelantó Hakuban Shimomura -el ministro de educación de Japón- cuando en septiembre de 2015 pidió a 60 universidades eliminar las carreras de ciencias sociales y humanidades para abrir áreas que respondan mejor a las necesidades de la sociedad. (http://www.elespectador.com/noticias/educacion/japon-quiere-restringir-humanidades-su-reforma-educativ-articulo-588207). Y, miren esto: 26 universidades japonesas respondieron positivamente y 17 más anunciaron que harán recortes al respecto. Las carreras que se verían afectadas con la propuesta serían las bellas artes y la literatura y, también: el derecho, la educación y la economía. ¿Se fijan? No son ocurrencias sueltas de nuestro dirigente local, quien expresó una idea que está perfectamente instalada en miles de padres de familia y profesores de todos los estratos sociales de Cartagena; y, también, en la gente de este continente.

¿Qué significa, entonces para el gobierno, que Colombia sea la sociedad más educada de América Latina hacia el 2026? Que defina el Ministerio, o mejor la élite que siempre lo ha controlado, qué es educación. Porque, no es tanto como dice el cura Jaramillo, cuando señala: “bienestar para todos”; pues, sabemos muy bien cuáles son las abismales diferencias de la educación en los colegios según la clase social. Una cosa es un colegio en la zona norte y otra cosa la realidad de un colegio en el Foco Rojo. Repito lo que dijo Fanon: hay que cambiar la sociedad racializada; por su puesto, se trata de todo un sistema que nos inferioriza, es decir, que no nos quiere por cualquier cosa: por viejo, negro, pobre, feo, mujer, desplazado, reinsertado…o porque no tienes I Phone, o eres peye, ordinario y sin estilo.

Al final, el Ministerio no va a aclarar nada, porque el capitalismo cognitivo ya lo hizo; es decir, ya lo impuso en todas partes. Los gobiernos del mundo, tramitan las directrices. El capitalismo cognitivo genera riqueza a partir de conocimiento aplicado a las tecnologías y a la producción de mercancías inmateriales. Esto demanda cambios en el sistema educativo para fortalecer la economía: la digitalización, el conocimiento, la información, la creatividad y la innovación. De allí que, en la lista de las empresas más ricas del orbe, que publica la revista Forbes de este año aparecen: Microsoft, Intel, Amazon, Google, Facebook y Oracle. Por su parte, en 2015, fue Uber la empresa de más rápido crecimiento a escala global, incluso en toda la historia del capitalismo. Su fantástica fortuna no para de crecer a partir de una aplicación instalada en nanodispositivos tecnológicos. (http://www.jornada.unam.mx/2016/11/19/opinion/019a1pol).

¿Qué tipo de educación demanda el capitalismo cognitivo? Una que forme en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Es decir, un currículo ausente de la realidad colombiana y pensado para que sigamos siendo un país inferior; pues, tales contenidos no se enseñan en cualquier colegio, por muchas tabletas digitales que repartan los dirigentes en Colombia y América Latina. Como pueden ver, la filosofía no aplica: es peligroso que los descamisados nos demos cuenta de lo que está ocurriendo. ¿Hay alternativas? Siempre las hay, sin duda, y todas pasan por ponerse en lugar del otro. Se trata de un enfoque educativo que requiere de la voluntad del ciudadano de a pie, de los padres de familia, de los profesores y de los estudiantes conscientes de lo que está en juego. Por eso les decía al principio, lo más complicado de aquel Minuto de dios del 12 de octubre son los millones de televidentes que no interrogan, que no cuestionan, que son indiferentes, que creen que hay que agradecer a los conquistadores tal y como lo declaró el cura Jaramillo aquella noche.

Coincido con Jaramillo cuando señaló el punto de partida que supuso la llegada de Colón y los conquistadores a América, pues, desde ese momento se justificó el exterminio que no acaba; se justificó la discriminación y la exclusión, lo que siempre se ha dado en clave religiosa, de manera, que el esencialismo es recurrente en nuestro devenir ¿En qué condiciones vivieron nuestros ancestros negros e indígenas hace cuatro siglos y en qué condiciones vivimos ahora?

Es difícil dejar de pensar con el chip de ser inferior. Para comenzar a cambiar, sugiero desconfiar de los mensajes del cura Jaramillo (y de pastores, profetas, apóstoles, rabinos, mullhás, iluminados, gurúes, pontífices, ancianos, sabios, santos, adivinos, brujos, hermanos mayores, consejeros sociales) en especial, de esa parte cuando dice: “Así como los descubridores y los colonizadores también nosotros debemos trabajar por servir a los demás…” ¿En verdad debemos creer que los descubridores y conquistadores trabajaron por nosotros, tanto los de hace cinco siglos, como los de ahora? ¿En verdad los conquistadores son ejemplo a seguir? ¿En verdad son los conquistadores superiores a nosotros? Millones de personas creen que sí. Es por eso que la supremacía racial blanca, eligió un peligroso desquiciado como Donald Trump para reconquistar el mundo.

¿Seguiremos creyendo que es bueno ser inferiores? Para que el mundo sea mundo, tiene que haber de todo y en condiciones de igualdad ante la Ley. El desafío es defender la pluralidad.


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