I Antología Jóvenes Parte 2

I ANTOLOGÍA #MiCuentoDesdeCasa Jóvenes de 13 a 24 años PARTE 2


Sancocho e’ lengua cartagenera

Juan Salvador Vargas Díaz

1

Ese día ya no aguanté más. Que locura lo que una escucha; le dije a la comadre:

- “¡Ombe Concha!, la gente de este barrio si es Chismosa. No se puede una mové sin que salgan los cuatro sapo a escuchar. Es que la vaina es dura, ¿oíste?”

– “Erda Ruby, así es. ¿No viste a María el otro día? Disque extendiendo la ropa, ay mija, allá le hacía; y sacaba pantalones, pantalones, pantalones. ¿pero tú cree que son del marío? ¿tú cree que él tiene billullo pa’ tanto?... ¡qué va Ruby!, si a ese man lo echaron del edificio donde trabajaba, el que quedaba enfrente de la playa. ¿si te acuerda?”

– ¿Cómo no me voy a acordá? Si allá llegó el muchacho ese; que trajo el coronavirus ese de Bogotá. Mucha plata, mucha camisita blanca pero nos trajo esa vaina pa’ acá. Y hablando de él: la mae no es la Maritza? Ay ombe, sí. Sí es la Maritza. Esa vieja sí se pasaba de piña; me caía mal. Por plata bailaba esa mona, como dice la canción. ¿te acuerda que ella se quería meté con mi Alfredo? Esa mujer… Ay alma de Dios, se terminó casando con el señor Julio Camargo”

– “¡Con Julio Camargo! ¿el dediparao’ ese que mandó a matá al Alcalde?”

– “Si Ruby, ese man tiene platica, pero lavada en puro sucio. Ese es de los que vienen cada dos años mija; si yo me acuerdo de él. Me dio ladrillo, cemento, la lavadora, el almuerzo pa’ los pealos y 30k. ¡Uff! Si eso hoy en día es lo mínimo que dan. Yo sí le acepté las cositas, pero ¿el voto? ¡nunca a un viejo de eso!”

– “Así se habla comadre. Pero ven acá, entonces ¿la Maritza se casó con él por platica? Que vaina. Pero bueno, con su queso el ratón hace lo que quiere al finá. Ese es como el cuento del Padre Aquiles Castro”.

– “¿El Padrecito? ¿El que recibió a Su Santidad? espérate me percino…”

– “¿Mija es que tú no sabe? Si el Padre resultó teniendo mujé. En la parroquia del barrio la tenía. Eso sí, vivían apiñaos pero ese hombre tan joven no iba a dejá pasá a semejante belleza; si te estoy hablando de la que fue la reina de la independencia: la niña Yuly. Divina esa mujer. El papá estaba loco cuando se enteró. ‘¡Nos mandastes pal’ infiero a todo!’ le decía. ¿Pero sabes qué? A él nadie la creyó. ¡Si tu hija sólo está viviendo, déjala! Le gritaba Miriam la vecina. Pero no sólo por eso. Ay Ruby, si ese hombre ya estaba condenao.”

– “Claro, si yo se perfectamente de quien tú me hablas; el señor Carlos; guajiro. Si la mujé, pronto ex mujé es comadre mía. ¡Ay que mala vida oíste!

– “¿Cómo así? Hecha ese cuento ya.”

– “Pues sí. La comadre, la mae de Yuly se casó con él porque era un bollito, antes de que se le cayera el pelo, se pusiera panzón y le empezara a crecé ese pelo de escoba por las orejas. Pero el cuento es que el poco hombre ese, la cascaba. ¿Cómo te parece? ¡Es que era un liso! Y ella no decía nada. Pero ¡cógete! El día que desembuchó, lo agarramos entre siete; allá le mandamos a los aguacatados. Tú sabes que yo trabajé allá con ellos haciéndoles el aseo a los CAI.”

– “Erda mi Ruby, que coco duró e’ partí. Ahí me está llamando la hija mía. Espérate, no se qué quiere esa niña ahora.

– ¿Bueno y ella? Me colgó. Miércole, ahí está llamando otra vez. Ricky, mijo, ¿Cómo es que se contesta esta vaina?

– “Ombe, mi vieja, que en el botón verde. Te he dicho doscientas treinta y siete mil vece.”

– “Gracia Julito. ¡Aló! ¿Concha?”

– “Ajá, que pena comadre. Tú sabe que los pelaos joden por principio. Era el sobrino, a mamarme gallo. Igualito al pae. No ha servido pa’ na’ ese hombre. Se sienta todas las tardes, sagradamente, a jugar dominó y a mamar Ron. Pero más na’. Yo si le he dicho a la hermana mía mil veces, pero tú sabes cómo es ella; es que me da un yeyo cada vez que la escucho: ¡chismosa como ella sola!”

– “Ay Concha, no es por ser mala leche, ¿pero la hermana tuya no tiene los cachos bien puestos con ese señor?”

– “Comadre, si eso es más claro quel agua. Ella está más embolatá con ese man que los aguacatados persiguiendo al pae de Yuly, escondido con el Padre Aquiles en la casa del Concejal Julio Camargo, que fijo está pringá de coronavirus por el hijo de la Maritza, que tiene puestos los pantalones que María está lavando en el patio.”

– “¡Aló! ¡Aló! ¡Concha! ¡Julito, ven que otra vez se me colgó el celular!”

– “Erda mami, te quedaste sin minuto”…

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Cambios a través del tiempo

María Camila Garnica

13

Los días dejaron de ser lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, y se convirtieron en mañana, tarde y noche. Todos los días siento que me despierto en un mismo domingo interminable, ya no tengo noción del tiempo. Es sorprendente pensar que estamos viviendo en una ironía diaria; ahora que tenemos todo el tiempo del mundo no sabemos que hacer con él, mientras que cuando no disponíamos de él lo usábamos como un limitante o una excusa que nos impedía cumplir nuestros objetivos, y nos atrevíamos a decir “cuando tenga tiempo lo hago”. Te pregunto: ahora que estas leyendo esto y que tienes todo el tiempo ¿Has hecho alguna de las cosas que pospusiste por no tener tiempo? ¿Has dedicado tiempo para evaluar tus acciones? ¿Has empezado a trabajar en ti? ¿Has encontrado el camino para volver a ti? Ahora que el tiempo no es una excusa si no una oportunidad, debemos de evaluar que estamos haciendo con nuestras vidas, que vida estamos viviendo y que futuro queremos.

 14La primera semana estuve muy contenta de por fin tener mi tan anhelado tiempo de descanso, después de unos largos meses de trabajo intensivo en el colegio, sin embargo, a medida que los días iban pasando empecé a sentir que algo dentro de mi se estaba apagando. Los días empezaron a convertirse en una rutina: levantarme, comer, bañarme y dormir. El ser humano por naturaleza es un ser sociable que necesita de la interacción constante, de sentirse parte de un colectivo y de sentirse en contacto con otros. Ahora mismo estoy deseando tanto un abrazo de mis amigos, extraño la risa ruidosa de Alejandro, los chistes malos de Kevin, las sonrisas en momentos incomodos con Angie y mas que todo me encantaría poder decirle a mi yo de hace 2 semanas que aprovechara mejor lo que tenía en ese momento, que sacara lo mejor de esos momentos, y que se desconectara del celular para pasar el tiempo con las personas que lo merecen. Estos momentos conmigo misma después de la primera semana, me han ayudado a conocerme mejor, a entenderme, a reflexionar mucho en mis acciones y a concluir que nada se acaba en la vida, que las cosas solo se transforman. El esfuerzo por evitar ser quien eres genera mucho sufrimiento, ocultar tu verdadero Ser por miedo no daña a los demás, te daña a ti. Por ello tenemos que aprender a fluir con la vida y a aceptar que todo evoluciona, que si haces mucha fuerza para sostener lo insostenible inevitablemente te vas a terminar rompiendo o dañando. Estoy aprendiendo que todo en la vida cambia, y eso la hace única. Nada se queda igual dos veces, todo cambia, la vida se mueve, se transforma y sigue continuando. Por muchas veces que nos sintamos atascados solo tenemos que reconectarnos con nuestro interior y organizar pilares, seleccionar los que no sirve y botarlos, para darle espacio a nuevas oportunidades de crecimiento. Creo que lo más difícil es reconocer que no estás bien, y de hecho está bien no estar bien. Hemos crecido con el ideal de que siempre debemos estar bien, ser fuertes y no mostrar nuestras debilidades. Para mí la persona que se muestra como realmente es, que se atreve a sentir y demostrar sus emociones, no es una persona débil si no por el contrario valiente.

Estamos pasando por un momento difícil, que nos tomó de sorpresa sin embargo hay que verlo como una oportunidad de crecimiento. Debemos de estar agradecidos que tenemos una casa, comida, una cama, un baño, agua, luz, etc. Hay tantas cosas por las que agradecer que siento que no me alcanzan las palabras. Tenemos que estar agradecidos por la vida y por el presente, y siento que de esta situación podemos concluir que: “¡El tiempo más importante es el ahora!”

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Un día gris

CAMILO SABOYA

15

Así de repente llegó un día la orden de confinamiento obligatorio.

No había más remedio, tanto aquellos que durante toda su vida disfrutaron los ambientes sociales como esos que creían tenerlo todo en su casa, empezaban ahora a procesar con una cara de total confusión el hecho de que los tiempos como todos los conocían llegaban a un final sin retorno. Y al igual que un fumador de crack que de repente se precipita hacia los abismos de la depresión, a esta sociedad tan acostumbrada a estar siempre elevada le tocó vivir un bajón monumental como a ningún drogadicto le ha tocado jamás en la historia.

            No fue fácil para nadie, la soledad y el aislamiento no necesita más que tiempo para doblegar hasta al más fuerte de los hombres.

Allá en uno de los apartamentos del edificio más grande de la zona, donde habitaban 4 personas, las llagas en las mejillas del caído número uno brillaban bajo sus ojos con una oscuridad putrefacta que no hacía más que recordarle lo que a él se le había advertido, “diviértete ahora, que mañana volveré a cobrar lo que es mío”, frente al espejo torcía su cabeza asustado, esas quemadas negras en mis cachetes no estaban ahí ayer, pero cómo podría saberlo, si estuvo inconsciente 10 años, “10 años pasaste tu en trance, entre el ruido de los parlantes y el olor a alfombra mojada, y aún así no lograste darte cuenta que en tu cara se gestaban dos soles”.

            Así empezaba entonces la decadencia de la especie, mucho se había especulado sobre el fin de nuestra existencia en este mundo, pero pocos se habrían imaginado que tal escenario tan catastrófico como se imagina llegaría más por cuenta de los delirios que ocasiona el encierro que por una debacle económica o política que trajera periodos de ardua escases.

            En sus casas la gente observaba, ya pasadas unas semanas desde que empezó a regir la ley, la calle como si fuera una zona de guerra, por supuesto que a medida que pasaban los días los castigos para quienes incumplieran la medida de encierro iban siendo más fuertes.

            Y entonces una energía en el aire llegaba por la espalda hasta una señora mayor que barría el suelo del apartamento con un uniforme rosado , algo estaba pasando, rápidamente la mujer soltaba la escoba y se precipitaba hasta el borde de su balcón para mirar hacia la calle.

            Estaba sucediendo de nuevo, cientos de personas se atrincheraban en los balcones de los edificios cercanos como soldados esperando que ocurriera lo peor, todos buscando con la mirada algo que se moviera en la calle vacía, hasta que súbitamente sus miradas caían con fuerza sobre algo que a todos les hacía aguantar la respiración.

            Por la puerta transparente de unos de los edificios salió una mujer caminando sin dar importancia a las miradas que le caían desde arriba. Datos posteriores revelaron que tenía alrededor de 50 años a pesar de aparentar más por el excesivo maquillaje con el que intentaba cubrirlos y el falso cabello rubio cuya raíz ya empezaba a hacer ver su natural color negro.

Cruzó la calle hasta la bahía indiferente de lo que podría ocurrirle y de aquellos que la observaban atónitos en las alturas y que tragaron saliva ásperamente al divisar en el principio de la calle una camioneta de la nueva guardia en cuarentena que se dirigía hacia ella.

            La mujer se percató rápidamente y aceleró el paso hasta el final de la calle, en donde hombres equipados con trajes oscuros y pistolas la aprehendieron entre cinco hasta tenerla cara al piso. Solo una vez intentó forcejear ante el soldado que le esposaba las manos en la espalda, pues este no dudó en tomarla por el pelo y estampar su cabeza contra el pavimento, cosa que la dejó aturdida.

            Desde sus casas la gente observaba aterrada como la camioneta que venía hacia ellos se detuvo, y bajaban de ella cuatro soldados con uno en el medio que se dirigía hacia la mujer, quien alzó la mirada llorosa y con el maquillaje revuelto en su cara con la tierra del suelo.

            Entre súplicas y lágrimas de aquella mujer en el suelo, el soldado armó su pistola y un estruendo sacudió aquella zona de edificios con tal fuerza que todos en sus balcones por poco caen de espaldas. Al volver en sí el silencio se apoderó del ambiente

            No hubo más gente que incumpliera la cuarentena de ahí en adelante, tras ese fatídico día en el que el mundo aprendió por las malas, gracias a que la misma guardia subió la ejecución a las redes, que las leyes se habían endurecido, nada más en la sociedad que conocíamos volvió a ser igual.

            Para el duodécimo mes que se cumplía en la cuarentena, las tormentas de la pandemia aunque empezaban a amainar entre todas las especies animales infectadas por primera vez en un año, ya habían dejado en el cuerpo de la sociedad un daño tan profundo como el que deja la falta de oxígeno en un paciente al que intentan reanimar. Por más que se logre traerlo de vuelta a la vida, la grieta ocasionada por la muerte cerebral confina al pobre individuo a vivir como un vegetal, y a sus seres queridos frente a la peor decisión que alguien tiene que tomar.

            En esa situación se encontraban los gobiernos cuando levantaron el aislamiento, pues lejos de la avalancha que auguraban en las calles cuando empezó esta tragedia hace un año, y por supuesto antes de endurecer el sistema, lo que tanto temían y al final se encontraron fue una sociedad muerta, sumida en gris como los cielos que los cubrían y desarraigada completamente de todo atisbo de humanidad.

            Quienes salieron primero de sus casas lo hicieron 2 días después de levantada la cuarentena, cero expresión en sus rostros y sin un propósito fijo más que deambular por las calles solitarias.

            Al cabo de unas semanas la situación se fue agravando, más gente salía de sus casa solo para encontrarse con grupos enormes de personas caminando una detrás de la otra haciendo un círculo alrededor de nada. Y se unían, y se unían, y por todas partes del mundo los círculos de personas se formaban, algunos ya hechos crecían, pero nunca pasaban de las mil personas, y quienes se quedaban por fuera de círculos ya completos implícitamente sabían que su deber era deambular nuevamente hasta encontrar uno al que unirse o juntarse con otros solitarios para formar uno nuevo y girar y girar siguiendo a la persona de adelante día y noche hasta que sus cuerpos se rindieran y cayeran desplomados.

            La sociedad, ¿un ente vacío condenado a girar hasta la muerte por su propia naturaleza? ¿Por no ser capaz de tolerar viajes solitarios en tiempos de sequía como otros animales?, quizás esto podía decirse de como estaba la situación o de cuan frágiles éramos ante ciertas adversidades, pero ni siquiera una idea tan simple y conveniente en el mal sentido como esa, tuvo una mente en la que germinar durante aquellos días para traer algo de luz y esperanza a los tiempos que hoy se viven.

Fotografía tomada de Internet.

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Un arrepentimiento perpetuo

Santiago Quintana

           16 Ni un solo ruido en el ambiente, ya no hay motores de carro rompiendo el silencio de la naturaleza, no hay aviones sobrevolando las ciudades, no hay gente caminando las calles, todo se encuentra en una inexplicable paz. Todo a excepción de mi alma. Últimamente ha aparecido un vacío en el centro del pecho que no puedo explicar. Al parecer todo lo que un tiempo consideraba pasajero y superficial es lo que ahora mismo más me hace falta. Aquellos abrazos que negaba, o esas excusas inventadas para evitar estar con las personas es lo que me afecta. Saber que no volverá a suceder es lo que llena mi corazón de impotencia y arrepentimiento porque de haber sabido que todo esto pasaría, las cosas habrían sido diferentes.

            Hace un par de días me encontraba yo tranquilamente acostado en mi cama como de costumbre cuando saltó un mensaje de emergencia en mi celular. Lo único que decía en letras gigantes era “SE ACERCA EL FINAL, BUSCA REFUGIO”. Como no entendía que estaba pasando, decidí buscar en internet. Con tan mala suerte que lo primero que salía era una cuenta regresiva. ¿Pero cuenta regresiva de qué? Al final lo explicaban, unos misiles cargados de energía nuclear volaban de un lado a otro en lo que inevitablemente seria el final de la vida como la conocíamos.

            Luego de encontrar un refugio seguro, conté con suerte de que este estaba equipado con trajes que protegían de la radiación, comida, agua y un sistema que permitía el auto sostenimiento. Sin embargo no sabia lo difícil que seria vivir ahí una vez que la gran mayoría de la población desapareciera. No estaba seguro si seria el único sobreviviente pero puedo asegurar que deseaba que apareciera cualquier otra persona. Cuando decía cualquier persona lo decía en serio, incluso un enemigo hubiese sido mejor que nada en esos tiempos de desesperación.

            Al momento del gran impacto, sentí como la casa se movió completamente y a pesar de haber resistido el impacto, muchas cosas salieron volando y acabaron en diferentes lugares. Eso me dejó claro que la catástrofe seria inimaginable. Lo primero que hice fue comprobar mi teléfono, no había señal y no podía comunicarme con nadie. Afortunadamente, la casa contaba con un par de ventanas reforzadas que me permitían observar una pequeña parte de la calle y aunque parezca poco, fue un poco reconfortante poder ver el exterior así sea de lejos. Las calles se encontraban desiertas, el cielo se apreciaba despejado y solo había silencio.

            No había nada, no podía salir por la radiación y todos aquellos que quería estaban incomunicados. Que sentimiento tan devastador ese de la incertidumbre. No saber hasta cuando tendré que estar encerrado es algo que me priva del sueño y la preocupación por el bienestar de mis seres queridos hacen que cada día me plantee salir a buscarlos. Pero salir solo representa un peligro aun mayor. Solo me siento día tras día en la ventana con la esperanza de ver otra persona pasar o de que tal vez, solo tal vez, alguien venga a buscarme.

            Para pasar el tiempo en esa silla, veo recuerdos en mi celular, reviso álbumes de mis familiares y de personas que lo eran todo para mi y no puedo evitar una catarata de lagrimas al pensar que no los volveré a ver. Todas esas caricias y esos abrazos no se repetirían nunca más, tampoco volvería a ver una sonrisa en sus caras ni sentiría el afecto y la ternura de sus voces. Ahora me encuentro solo, solo en este mar de pensamientos que me carcome y solo pienso que de haber sabido esto, todo hubiese sido diferente, yo hubiese sido diferente.

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Corre

Geraldine Buelvas Alcalá

 

El ayer es historia, el mañana es un misterio, el hoy es un regalo, por eso se llama presente.

Eleanor Roosevelt

 

17¡CORRE! POR QUÉ TE QUEDAS QUIETA, CORRE QUE VIENEN POR

¡NOSOTRAS! No entendía qué sucedía, solo tenía la certeza de que quería estar en el refugio de mi cuarto. Las piernas me empezaron a temblar, mientras sentía los fuertes latidos de mi corazón taquicárdico. Una gran dosis de adrenalina empezaba a fluir por cada vena dilatada de mi cuerpo. Una extraña sensación de calor empezaba a tomarse mi pecho, mientras que por primera vez vi todo claro sin mis lentes de contacto. Perdí la noción del tiempo. Ese estado de shock fue interrumpido por un chillido agudo y un dolor insoportable en mi brazo. Era mi hermana Allison que en una abrupta acción de desesperación me jalaba enterrando las uñas y gritando a la vez. Todo lo que presenciaba pasó de cero a cien. Iba corriendo de la mano de mi hermana en un pasillo del Carulla Express de manga, o de lo que quedaba de él. Habíamos tomado las últimas raciones de pan y agua que había en el supermercado. Dos tipos nos perseguían como toros endemoniados. Maldecían y tropezaban cosas en el suelo, a la vez que Allí y yo intentábamos mantener el equilibrio corriendo por aquellos angostos, oscuros y caóticos pasillos. Parecíamos dos indefensas gacelas corriendo por sus vidas intentando buscar una salida para sobrevivir. La luz proveniente de fuera del establecimiento se acercaba cada vez más, al igual que nuestras esperanzas de seguir con vida. Al salir y dejar aquellos hombres atrás fue como un golpe de aire fresco.

 

Pero más que eso era el alivio de saber que estaría a salvo y que habíamos pasado una de las pruebas que nos pondría la vida de ahora en adelante. Mi mamá nos esperaba angustiosamente en el carro. Estaba rodeada de personas corriendo, policías dando bolillazos e incluso uno que otro ciudadano armado. Al verla, mi hermana y yo sincronizadas como dos jets militares nos dirigimos inmediatamente hacia ella. Entre todo el revuelo abrí la puerta y me lancé dentro del carro. Mi mamá arrancó a tan alta velocidad que no me dio tiempo ni de cerrar la puerta. Mi cabeza se sintió pesada y se echó para atrás gracias a la gran inercia que ejercía la velocidad del vehículo. Bajé la mirada. Veo sangre. Allison me había agarrado tan fuerte con sus pequeñas manos que me dejó unas cortas pero profundas heridas, absolutamente llenas de sangre. Me sentía mareada mientras mi mamá intentaba esquivar carros, personas, motocicletas y un carro de bomberos que estaba intentando apagar un feroz incendio. Parecía el fin del mundo. Además de escuchar los rechines de los neumáticos del vehículo, empezaba a escuchar una alarma parecida a la de la purga. Se hacía todo lento de nuevo e intentaba recobrar mis sentidos. Casi que veía todo en márgenes y mis oídos se empezaban a tapar. La alarma se hacía ensordecedora y parecía infinita, al igual que el montón de gente que salía por las calles como hormigas corriendo por todas las direcciones. Ese pito se hacía insoportable, pensé en taparme los oídos, pero cuando volteé a mi derecha veo que se aproxima un transcribe a toda velocidad y sin intenciones de parar. Yo estaba ubicada en el asiento que queda atrás del copiloto, justo donde sería el impacto. Íbamos pasando la avenida Jiménez y mi mamá no había hecho el “pare” así que el transcribe tenía la vía y nosotras estábamos justo por donde pasaría. Siempre pensé que era un cliché de las películas ver todo en cámara lenta cuando este punto de morir. Acostumbraba a reírme de las películas de Hollywood e incluso algunas veces bromeaba con mis amigas sobre ello, pero vaya que estaba en lo incorrecto. Veía todo con claridad y a una velocidad absurdamente lenta como para estar viviendo en la realidad. La aproximación inminente de este gigante naranja estaba sincronizada con el volumen de la alarma, entre más se acercaba el bus más fuerte se hacía ese sonido estruendoso. Cerré mis ojos con gran fuerza y grité con tantas ganas que sentí pequeños punzones recorrer mi garganta mientras lo hacía. Abro los ojos con la misma fuerza con que los cerré. Confusión e incertidumbre total. Estoy bajo gran tensión y muchos escalofríos en posición fetal. Estaba en mi cama y todo había sido un mal sueño. Me pregunto a mí misma si alguna vez había tenido un sueño tan real. Una experiencia siniestra debido al alto grado de realidad con el que pasaban las cosas.

 

No logré recordar con claridad un sueño así, pero lo que sí sabía era que estaba en el refugio de mi cuarto y eso me reconfortaba. La sangre y el dolor en mi brazo había sido mi sudor y una quemadura con la plancha que me había hecho la noche anterior y no lo recordaba. El insoportable pito era mi alarma de seis de la mañana, estaba empapada en sudor. Justo al levantarme de la cama entra mi mama al cuarto y pude notar su cara de pánico. Primero pensé que había entrado tan afanada por alguna noticia preocupante del Covid-19, pero no fue así. Lo que pasó, es que justo antes de levantarme, el grito del sueño si había sido real y había asustado a todos en la casa. Luego de disculparme con mi mamá y explicarle lo que había soñado, me bañé y bajé a desayunar. En estos últimos días de poca productividad, intentaba levantarme temprano y tener una rutina saludable antes de empezar mis clases virtuales a las ocho de la mañana. Hace más de quince días que estoy en cuarentena y ya extraño a mis amigas y a mi novio. Estar sola con mi mamá y Allison me está llevando al borde de la desesperación. No sé quién le enseñó a mi mamá utilizar Whatsapp pero ahora pasa atormentada por ello, cadenas, audios y una cantidad de información falsa la tienen siempre al borde de explotar. Si bien me preocupa mucho la situación actual y estoy siempre al tanto de información veraz, mi mamá me tiene agobiada con ese escepticismo gracias a su celular. No me permite acercarme a las ventanas y a las rejas, le molesta que salgamos al patio a tomar aire fresco y eso me molesta demasiado. Aunque nosotros los adolescentes en casos seamos bastantes exagerados, cuando digo que me siento en una cárcel, no exagero. La mejor parte del día es cuando hablo con mi romántico novio por teléfono o tristemente veo a mis compañeros a través de las clases virtuales. Que lastima que no nos demos cuenta del valor de las cosas mientras las tenemos. Solía quejarme mucho del sistema educativo y de la gran rigurosidad de mi colegio y ahora lo extraño. Es irónico que algo que critiqué tanto ahora me haga falta. Extraño las bromas, las risas, los afectos hasta los benditos chismes que tanto odio. Verdaderamente creo que es un momento para reflexionar y darnos cuenta de las bendiciones que tenemos a nuestro alrededor. No hay que esperar perderlas para luego darnos cuenta lo valiosas que eran.  Es injusto que, en estos tiempos de incertidumbre, caos y peste, aprendí a disfrutar el presente y de lo que tengo, porque no sé cuándo lo pueda perder.  

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El abismo y mi Bella Muerte.   

Nicolás Pita Arenas

18En el valle donde nadie quiere estar habitaba un joven, habitaba a la vez que sus semejantes, sus superiores y sus inferiores. Nunca se sintió alejado del abismo que era ahora su hogar, dicha carga fue llevada en sus hombros desde esa noche de pocas lunas en la capital; el hombre salió junto con la mujer a “tomar un café y ya volvían”, el niño ingenuo, pero no suficiente les vio confundido e intentó ensimismarse en su consola como solía hacer en esos tiempos, quizá pasó unos minutos con su hermano menor, comió algo, consideró salir pero el frío que se percibía con solo imaginarse unos metros afuera de su cama era petrificante. Esa fue una de las noches más solitarias para aquel chico que observaba el infinito. lo único que lo salvó del abismo ese día, fue el sueño.

No es que el niño se haya percatado entonces de su condena, por el contrario, percibió ese primer olvido como una excepción a la regla, (claro está que el azul que derramó su raqueta nunca fue asumido como crimen), además, al despertar, sería un domingo familiar como cualquier otro (porque lógicamente, los gritos y llantos que florecían en el camino, tan pronto como vivían, para el niño morían), y así fue como despertó, desayunó hasta saciarse como todos los domingos, y la experiencia de la noche se convirtió en el primer olvido, (naturalmente, el olvido sucede al abismo, y de este modo, los primeros olvidos fueron incontables).

Fue una tarde de abril cuando el niño ya no tan niño, y en la ciudad que le sirvió de cuna a su uso de la razón, cayó al abismo, inició su descenso en la desgracia que ahora es para el joven el recuerdo. Su azul se hizo morado esta vez, las distracciones se distraían a sí mismas, se estaba más despierto que nunca y la condición de enfermo que se le impuso en la noche de pocas lunas, arremetió en sus impulsos hasta dejarlo en perplejidad incesante. Ese fue el primer olvido del joven que jamás fue olvidado.

Cuando los últimos rayos de luz se escapaban de entre los edificios vecinos en su ciudad de origen, el joven (aún perplejo) conoció a su Bella Muerte, claramente, ninguno de los dos divisaba del todo su porvenir. Fue así cuando el joven que caía en picada por el abismo de la soledad sintió otra silueta a su costado, le dio la mano y se escuchó al abismo retorcerse en el más auténtico dolor, le dio la mirada y el abismo era ahora una cascada, le dio un beso y el abismo desde entonces cayó en su propia desgracia. El joven y su Bella Muerte aún caen en dicho abismo, la soledad cuando entra al alma, jamás se corrompe del todo, sin embargo, esos dos, aún caen, y siempre van a caer en torno a sus heridas abiertas, caerán siempre juntos y más caen aún en estos días que ya poca certeza se tiene de que sean días. Pero ese dúo de condenados son los más afortunados en este desgraciado mundo, son los únicos que indudablemente han conseguido mostrar a la soledad como un ente mortal, y que han hecho de su abismo, un hermoso lugar.

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Hibakusha*

Alejandro Herrera Frey

El aire se hacía más denso, respirar se dificultaba cada vez más. El murmullo de las ramas de los árboles era detestablemente ensordecedor y, sin embargo, no podía oírlo; todos sus sentidos se habían apagado. Ya era muy tarde, no había más nada que pudiera hacer. Sayumi había muerto. El delicado cuerpo yacía sobre la tierra polvorienta, frío, pálido e inmóvil. Ichiro se encontraba totalmente paralizado, todo ocurrió tan rápido, pero sabía que no podía terminar de otra manera. –¡Le dije que no podía salir, pero no hizo caso! Todavía podía currase ¡Estúpida egoísta! ¡¿Por qué saliste?! – dijo entre llantos. –Sayumi… –. Mientras el sol terminaba de caer, Ichiro respiró profundamente y se sentó a un costado del cuerpo de su hermana. Con sus brazos temblorosos levantó su cabeza lo suficiente como para posarla sobre sus piernas y despedirse por última vez. El ardor en la piel se incrementaba. Sabía que debía volver a los túneles, no podía estar tanto tiempo en el exterior. Así que después de recitar unas plegarias, se marchó con los recuerdos vivos de su hermana, dejando su cuerpo en algún lugar del ahora irreconocible pueblo de Gyoson.

            La mañana siguiente, Ichiro se sentía débil. En adición a su pérdida reciente, todavía tenía secuelas de su última exposición a la radiación de afuera. A pesar del dolor, se levanta de su futón rudimentario para comenzar el día. Justo antes de salir de su recámara se detiene y apoya su brazo en la pared. –Primero Padre, luego Madre, y ahora Sayumi. Aún después de tres años de la explosión duele salir… pero duele aún más estar totalmente solo– susurró mientras una lágrima bajaba por su mejilla. Después de recobrar la compostura, salió a pedir su ración diaria en el comedor. Al llegar, hubo un silencio repentino entre las personas. Ichiro se sentía acosado por la cantidad de miradas puestas sobre él, todas expectantes y pesadumbrosas. La lástima lo llenaba de ira, pero claro, no era usual que, a tan corta edad, un niño soportara tanto dolor. –¿Podemos seguir con la rutina y comer en paz, por favor? –Todos se sorprendieron y prosiguieron a terminar su plato. –Ten, Ichiro-kun. Te he servido un poco más que lo de costumbre, lamento lo de Sayumi –dijo Kaito-san, entregándole un plato de kenchin-jiru –Muchas gracias, pero no puedo quitarle la ración a alguien más. Todos aquí estamos luchando con nuestros demonios, cada uno de nosotros. No sería justo –. Conmovido, Kaito-san retiró la cantidad de sopa extra del plato de Ichiro y se lo devolvió. Luego todo transcurrió como es habitual. Surgieron las desdichas del día a día: hubo una pequeña pelea por las raciones, más personas enfermas a causa de la radiación, más fallecidos a causa de la radiación, más personas llorando por los fallecidos a causa de la radiación. Por otro lado, también se escuchaban los llantos de bebés recién nacidos, los niños jugaban y corrían, los cultivos crecían. Era otro día ordinario en los túneles.

            Pasaron los años y la vida seguía prosperando. De regreso a su recámara, Ichiro escuchó un trueno estremecedor seguido de un temblor. Algo andaba mal. Segundos después, una multitud corría desde el final de los túneles. –¡UN DERRUMBE! ¡CORRAN! –Era impresionante, en un abrir y cerrar de ojos todo se había vuelto un desastre. –¿Qué pudo haber ocurrido? ¿Una falla en los soportes de los túneles? ¿Se habían debilitado las paredes por alguna corriente de agua? –Hace muchos años que no sentía un miedo así. Los recuerdos inundaron la mente del joven, pero no había tiempo para eso. Ichiro comenzó a correr junto con el resto de las personas. Todos cargaban algo consigo: comida, pertenencias, medicinas, incluso niños y ancianos que necesitaban ayuda para mantener el ritmo. Lo que minutos atrás era un entorno pacífico, ahora no era ni más ni menos que un mar de caos. –¡RÁPIDO! ¡CORRAN! –seguían gritando. Cuando finalmente Ichiro pudo dejar a un lado el pánico y pensar, se dio cuenta que nadie sabía hacia dónde estaban corriendo. Parecían animales corriendo hacía una trampa. Miró hacia atrás. Los túneles seguían desmoronándose y una nube de tierra y polvo amenazaba con devorarlos. ­–¡HACIA LA SALIDA! –gritó Ichiro. –¡¿QUÉ?! ¡¿ESTÁS LOCO?! ¡SI SALIMOS MORIREMOS! –le respondió una voz dentro de la multitud. Y sí, tal vez era verdad, pero no había otra opción. Si dejaban de correr o se escondían en alguna de las recámaras, morirían todos aplastados. –¡TENEMOS QUE INTENTARLO, SI NOS QUEDAMOS ADENTRO SERÁ UNA MUERTE SEGURA! –replicó. Tal vez fue porque entraron en razón, o tal vez fue por el simple miedo inmediato, pero después de aquello todos comenzaron a dirigirse hacia la salida de los túneles. Aún se sentía la tensión en el aire. Por un momento se alcanzaban a confundir los alaridos de las personas con el rugido de las rocas cayendo sobre sus talones. –¡ALLÍ ESTÁ! ¡FALTA POCO! –decían casi al unísono. La luz que penetraba en la cueva era casi cegadora para algunos. Sin embargo, para otros era un rayo de esperanza. A medida que se iban acercando al exterior, el miedo en sus venas aumentaba (si eso era posible). La última vez que estuvieron fuera de la cueva se había desatado un infierno a su alrededor, sin excepción. Pronto averiguarían qué tan mortal sería su destino.

            El impacto de las rocas fue tan contundente que salieron expulsados de la cueva. Muchos habían quedado heridos, pero al levantar la mirada, el dolor se detuvo por un momento. Mientras el sol se alzaba por el horizonte, se iluminaban las ruinas del pueblo de Gyoson. Nadie podía creer lo que sus ojos contemplaban. Lo que antes eran casas y locales, ahora eran árboles y pastizales. Incluso se encontraban animales que jamás habían observado, o por lo menos no en aquellas tierras. El aire era más ligero, la piel no ardía. La naturaleza había repoblado la zona por ellos. Los llantos de miedo cambiaron por lágrimas de felicidad y nostalgia. Esto significaba un nuevo comienzo para Ichiro. Esto significaba un nuevo comienzo para Gyoson. 

*Notal del autor: Hibakusha significa "persona bombardeada". Es un concepto que se refiere específicamente a aquellas personas que sobrevivieron al evento de Hiroshima y Nagasaki. 

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Día 276: Reflexión Final

 

El tardío despertar

IVAN MENDOZA

 

19Ha pasado casi un año sin poder salir. Aun recuerdo cuando había esperanza, que todos mis amigos y amigas hablábamos por teléfono, haciendo video llamadas y hasta incluso jugábamos juegos online. Cuando había esperanza, la sentencia era mas fácil de sobrellevar, ya que por lo menos teníamos un modo de comunicarnos con los demás, de tener contacto, a pesar de que era virtual, con otros familiares y amigos. El tiempo se esta convirtiendo en una ola gigantesca de un mar bravo, provocado por un huracán que esta arrasando con todo, ese huracán llamado Coronavirus. Ese virus, le quitó, le quita, y le seguirá quitando la vida a aquellos que se contagien, y a los que no, les matara sueños, les expirará promesas y metas, y los llenará de desilusiones; y no es que el tiempo sea malo, es que simplemente, por mas que el quiera, no puede detenerse, y esta siendo empujado por este virus.

Yo, soy una de las pocas personas que, a pesar de todo, que logró mantenerse cuerdo, por lo menos por bastante tiempo, con la ayuda de mi música y de las letras, que me ayudaron a desahogarme, distraerme y llenarme de anhelos y esperanza de que tarde o temprano después de la tormenta, llegaría la calma; que todas las pesadillas tiene su fin, solo basta con saber que simplemente es eso, una pesadilla que es pasajera, y que tarde o temprano se acabará, porque tendrás que despertar, pero a veces hace falta una persona que te pellizque y te haga abrir los ojos para que se acabe ese mal sueño y puedas verlo todo con claridad . Fue un proceso difícil para mi, no todo el mundo ha sabido sobrellevar este fenómeno, ya que en el principio se quedaba solo en que la gente iba a los supermercados a coger todo lo que pudieran y corrían para tomar un puesto en la caja para pagar, pero ahora ya no hay nada que coger, no hay que pagar si encuentras, y si tienes que correr, es porque alguien va por las cosas que tienes y esta dispuesto a hacerte daño por conseguirlas. Es algo de no creer. Antes, me acostaba lo mas tarde que pudiera para levantarme tarde y que de esta manera el día se me pasara mas rápido, para así no aburrirme y mortificarme, Pero esto lo hacia porque no conocía lo que era estar aburrido realmente. Ahora mismo, no hay muchas maneras de distraerse, ya que no hay luz, y, por ende, no hay internet, no hay redes sociales, no hay juegos, NO HAY TECNOLOGIA. Esta situación me dio muy duro, pues, ¿a que chico de 18 años no?, si el mundo de nosotros era prácticamente los celulares y la tecnología, tanto así que salimos con amigos a comer y compartir un rato, y lo normal era que todos estuviesen en Instagram, WhatsApp, Snapchat, o jugando en su teléfono. Creo que todo lo que esta ocurriendo, es básicamente un escarmiento para nosotros, los adolecentes, ya que nos estamos dando cuenta que el mundo virtual no es lo mismo, ni mejor, que el mundo real. Cuantos chicos y chicas, incluyéndome, no desearían estar con su novi@, sus amig@s, o la persona que le gusta. Estoy seguro de que TODOS, pero ahora mismo solo se queda en un anhelo, y, lo anhelan porque ya no tienen la posibilidad, y cuando la tenían la desaprovecharon, preferimos estar en el celular, en vez de estar en el mundo real compartiendo con nuestros seres queridos. Estos es una reflexión que he logrado hacer a lo largo de todos estos meses de cuarentena, ya que no depender de ella es la clave para sobrellevar esta situación, y tener mas probabilidades de sobrevivir; Tarde aprendí, que, en vez de dormir hasta tarde todos los días, debí levantarme y aprovechar el día, porque de esa manera no hubiese caído en la monotonía que me conllevo a hacer lo que hice. No hubiese vivido por vivir, hubiese querido aprovechar y compartir con los seres queridos con los que estaba encerrado, no querría que alguien cometa el mismo error que yo, de no aprovechar los momentos con los seres queridos, ya que uno no sabe cuando la vida te puede dar un giro de 180 grados, no sabes que ganaras ni que perderás, ya que el futuro es incierto e inhóspito, puede ser benévolo o cruel, pero bueno, nunca lo sabremos, y siempre estará allí, solo nos queda aprender del pasado y, vivir y aprovechar el presente, y las cosas que este nos tiene, y las cosas y personas que le pasado nos dejó. Tal vez, por ahora nadie lea esto, pero, seria un buen mensaje, para que el o la afortunada que lo lea, abra los ojos.

Este el ultimo escrito que haré, ya no me quedan mas hojas, ni lápices. Cometí el terrible error de salir, y todo por la ambición de encontrar unas pilas para tratar de cargar mi celular, y por tal ambición, estoy solitario, sin comida, sin agua y moribundo, en una casa escondido de los demás saqueadores, no lo había mencionado antes, porque no es el propósito de mi ultima reflexión, no escribo esto para que, tu lector, tal vez saqueador, tomes conciencia Al fin y al cabo soy un adolecente, y me termino venciendo el vicio de la tecnología ; y no, esta nota no es para mi familia, esta nota es para que aquella persona que paso por esta misma casa, que tal vez se encuentre ahora en mi misma situación, peor o mejor, eso no importa, lo que importa es que, esta carta querido lector, te habrá los ojos, y si eres otro adicto a la tecnología, comprendas que no vale la pena morir por eso. No cometas el mismo error que yo cometí.

Día 337 después de la cuarentena total: Escrito #273

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INOCENCIA

ALFREDO BRAY RICARDO

20

José María Rizo lleva 8 años en prisión por un crimen que no había cometido. Cada mañana al abrir los ojos, el dolor y la soledad se fortalecían aún más. La tristeza era el común denominador de sus días. La rutina se apoderaba de su esencia. De sus ojos brotaban lágrimas de sangre. Lágrimas llenas de impotencia por la injusticia y la infamia. Lágrimas llenas de rencor por aquellos constructores de su desgracia. Lágrimas por creer en la buena fe de otras personas. Este hombre de 45 años desde muy joven empezó a explorar el camino de la vida. Desamores, traiciones, miedos e innumerables fracasos fueron algunas de las piedras que tropezó en el camino. Sin embargo, entendía que el ser humano debía afrontar los obstáculos de la vida con valentía y resiliencia. Nunca se quejó de su suerte ni culpó a otros de sus problemas personales. Trabajaba día a día bajo el sol ardiente e indolente. Construyó su familia junto a la mujer de sus sueños. Una mujer que en cada beso le daba fuerzas para seguir adelante y en cada caricia lo hacía volar a un mundo realmente mágico. Ese mundo que solo puede ser descubierto por aquellos seres capaces de amar y entender el amor como un sentimiento agridulce, intangible, fugaz y picante. Un sentimiento que no necesita pasaporte para viajar libremente por tu alma y encender la llama de lo prohibido. Este hombre de 45 años entendía el Carpe Diem a la perfección. No se preocupaba por el final del camino llamado vida, sino por vivir intensamente cada día de la travesía. Era un hombre común y corriente. Su pasión era la naturaleza. Cada mañana contemplaba el amanecer con una taza de café y un Tabaco. El placer de escuchar el canto de los pájaros, fumar un delicioso tabaco traído de Cuba y sentir diferentes sensaciones por el efecto de la cafeína era indescriptible e inefable. Luego era inevitable la proliferación instantánea de sabores en su boca al escuchar el canto de las Palenqueras que pasaban vendiendo frutas por la puerta de su casa. Ese canto que decía: Piña, papaya, naranja y platanito...no solo anunciaba la venta de frutas, sino que representaba la fortaleza de un pueblo esclavizado que resistió la hegemonía opresora de la conquista y que va transformando el mundo con vestuarios coloridos y sonrisas inspiradoras. José María no se resistía y todas las mañanas le compraba 1 piña, 2 papayas y 5 platanitos a sus idolatradas Palenqueras. Su personalidad se había construido bajo la firme convicción de que la nobleza es capaz de vencer el mal y dirigir el alma hacia la felicidad. Este hombre de 45 años creía firmemente en que por muy peligroso que sea el mar o muy alta que estuviera la marea, el barco de la sencillez debía ser construido con materiales resistentes y eternos para sobrellevar cualquier tormenta. Este hombre sencillo, trabajador, noble, sentimental y apasionado, ahora estaba sumido en el oscuro hueco de la soledad. Siempre pensó que la vida sería difícil pero nunca se imaginó que la injusticia lo llevara a estar encerrado entre cuatro paredes. Sin el amor de su vida, sin el café y el tabaco de cada mañana, sin la posibilidad de trabajar por sus sueños, sin la piña, las 2 papayas y los 5 platanitos que le compraba a sus adoradas Palenqueras. La condena de 15 años parecía imposible de cumplir. La muerte por desolación parecía inevitable. Sus mañanas eran muy diferentes. Se levantaba escuchando el sonido del látigo retumbando contra la piel de aquellos prisioneros que registraban una mala conducta durante la noche. Su café y su tabaco eran reemplazados por un vaso de agua sucia que le entregaban a cada prisionero para hidratarse. El sol del amanecer era invisible y la frialdad de las paredes de cemento congelaban todo posibilidad de ser feliz. El tiempo era eterno y parecía no tener fin. Los calendarios perdieron su sentido y los 7 años de condena que faltaban por cumplir eran su peor pesadilla. Extrañaba todo de su vida. Extrañaba los besos apasionados de su mujer. Besos de ardiente pasión, besos indefinibles, besos suaves, besos que se dan con la mirada, besos enigmáticos, besos sublimes e íntimos, besos melancólicos y errantes, besos que solo ella sabía darle. Sin embargo, no solo extrañaba sus besos. También extrañaba su sonrisa ingenua y pura, sus palabras de aliento al tener un mal día, su mirada fortuita y seductora, su pasión loca por la vida y por la justica y su indescriptible compasión por los demás. Extrañaba todo de ella. Extrañaba sudar bajo el sol de mediodía. Extrañaba a sus amigos de la infancia a los cuales hace mucho tiempo no veía. Extrañaba a aquellas personas mágicas que te encuentras por la calle y te alegran el día con solo una sonrisa de amabilidad. Extrañaba la lluvia, el viento y la humedad. Extrañaba saludar a los hijos de sus vecinos que jugaban a ser súper-héroes. Niños completamente felices por ignorar todo lo que los rodeaba. En esos momentos donde lo extrañaba todo se acordaba especialmente de su infancia. De ese niño invencible que no conocía la soledad ni el dolor. De ese niño que no tenía que pensar en la corrupción política, ni en las crisis económicas y mucho menos en la ambición que sacude a la sociedad actual. Aquel niño que gozaba plenamente del amor más fuerte que jamás ha existido. El amor de una madre. Recordaba a aquel niño que jamás pensó ser tratado como un criminal ni estar tras los barrotes de una celda sucia e inhóspita. José María había sido condenado por el asesinato de una mujer que ni siquiera conocía. Una mujer que había sido asesinada por su esposo, Laureano Moncada, un multimillonario empresario que tenía control del monopolio de los medios de comunicación. Multimillonario que logró construir una historia a bases de mentiras y pruebas falsas y comprar a jueces corruptos para que culparan a José María por un delito que jamás cometió.

            La vida se había convertido en una novela llena de tragedias hasta que una mañana todo cambió. A las 6:33 a.m. tres guardias llegaron a su celda para llevárselo. No entendía lo que sucedía. Lo llevaron hasta un pequeño cuarto donde lo estaba esperando un señor de aproximadamente unos 70 años, vestido de saco y corbata. El señor le extendió la mano y lo invitó a conversar en una elegante mesa de madera pulida. José María se sentó y no fue capaz de pronunciar una sola palabra. El señor le hizo señas para que observara la pantalla de su computador. José María observó el computador y empezó a rodar un video. En el video se mostraban las evidencias que comprometían al multimillonario Moncada con el asesinato de su esposa. Mientras el video rodaba, los ojos de José María se iluminaron pensando en su más anhelado sueño, la libertad. Al terminar el video, el señor se presentó como el jefe de una organización no-gubernamental anti-corrupción. Le dijo a José María que, debido a la incansable lucha de su esposa por su libertad, el caso había sido reevaluado por otro juez y se le había probado su inocencia. José María no lo podía creer. Empezó a temblar y una resplandeciente sonrisa que hace mucho tiempo no visitaba su rostro,  se instauró en él como una estrella en el firmamento. A los tres días José María fue dejado en libertad. 8 años de prisión le enseñaron el valor de la libertad, el poder intangible del amor y la importancia de la fe. De ahí en adelante dedicó su vida a la lucha contra la corrupción y la injusticia.

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LA VERDADERA HISTORIA DE COMO DIOS CREÓ A EVA

LEONARDO VÁSQUEZ CALVO

Se encontraba Adán extremadamente solo y aburrido en el jardín del Edén. Hacía ya algún tiempo desde que dios se le había manifestado. Dios se presentaba cuando Adán, debido a su falta de entendimiento, corría cierto peligro de morir. De hecho, tuvo Dios que revivirlo varias veces, ya que Adán constantemente solía comer frutos que le resultaban tóxicos, se tiraba de las inmensas cascadas en las montañas del Edén o resultaba atacado por molestar a alguna de las bestias de la creación.

Sin embargo, poco sabía Dios que Adán hacía esto deliberadamente. En primer lugar, porque la soledad y el aburrimiento le resultaban agobiantes, y los únicos momentos en los cuales sentía compañía era cuando Dios venía a su rescate. Asimismo, la monotonía había cansado de manera extrema a Adán. En primer lugar estaba demasiado cómodo, tenía todo a su disposición, los mejores frutos, frutos tropicales, frutos secos, frutos del mar, los más exquisitos de los animales estaban a su alcance, Aparte de esto, el clima del Edén era templado y ventoso. Adán no tenía que hacer el mínimo esfuerzo para nada, y sentía que no tenía ningún propósito, abandonado en el mundo, y lo único que le recordaba que estaba vivo era el dolor. De hecho, esta era la sensación más poderosa que Adán conocía. Sería fácil cuestionar a Adán, ya que lo único que él tendría que hacer para solucionar su problema era planteárselo a Dios. Sin embargo había ciertos inconvenientes.

Uno de estos; Adán no sabía muy expresarse. Principalmente, porque las únicas palabras que había tenido que usar eran alabanzas para su creador, y no había necesitado usar frases muy elaboradas ya que su mundo era muy simple, y frases simples no resolverían un problema tan complejo. Se dice que Adán a duras penas sabía su nombre porque así lo llamaba Dios. Esto hacía que Adán se siéntese sumamente frustrado, ya que no podía sacar lo que tenía en su interior. Aparte de esto, cada vez que dios revivía a Adán por estos “accidentes”, le daba tan tremendo regaño que Adán quedaba resentido y algo apenado, a pesar de no entender muchos de los insultos que recibía, y se le quitaban las ganas o valor para hablar de esto con Dios. De esta forma, Adán tuvo que afrontar esta gran pena solo. Primero, intentó hablar con las demás creaciones, sin embargo esto resulto totalmente en vano; solo le devolvían gritos o alaridos ininteligibles. Fue ahí cuando Adán entendió que no podría comunicarse con las bestias. Después de esto, Adán intento encontrar algo que le ayudara a sentirse mejor.

Adán recorrió todo el Jardín del Edén, y logró entretenerse por cierto tiempo, sin embargo al cabo de algunos años ya había visto todo lo que tenía el jardín, y como no podía traspasar sus muros para explorarlo, el sin sentido y la monotonía habían vuelto a su vida. Adán reflejaba su cara el agua, y entre estas dos cosas no encontraba ninguna diferencia. La soledad de Adán se acrecentó mucho mas de como ya estaba, Adán quería poder soltar sus ideas sus ideas y que estas fueran retroalimentadas y devueltas, necesitaba alguna forma de hacer catarsis. Sentía que necesitaba algo que lo diferenciara del resto de las cosas. Después de cierto tiempo, Adán dejo de ser un hombre para convertirse en un simple cuerpo que observaba el resto del mundo. Adán se dio cuenta que mientras más pensara más se frustraría, así que dejó de pensar, y era ya un simple receptor de imágenes que necesitaba combustible orgánico para seguir funcionando.

Después de algunos años Adán olvidó quien era. Cierto día, pensó que si destruía su corazón, dios no podría revivirlo, así que fue a una cueva cercana y arranco una estalactita muy afilada. Sin embargo, en ese tiempo no se había descubierto la anatomía, por lo que Adán no sabía dónde estaba su corazón. Sin embargo, tenía una marca de nacimiento a la altura de las costillas, y supuso que ahí estaba su corazón. Después de apuñalarse violentamente, descubrió que ahí no estaba su corazón. Como perdió mucha sangre, murió. Mientras moría, ya se imaginaba el regaño que recibiría de dios, sin embargo, lo despertó una voz suave y aguda, algo que no había escuchado nunca. “Buenos días Adán. Me ha dicho nuestro creador que viniera a conocerte, me llamó Eva”. Esta voz hizo que adán sintiera algo que deseaba nunca dejar de sentir. Sintió un gran hormigueo por todo su cuerpo, y mientras Adán abría sus ojos para ver lo más bello que jamás había visto, se le vino a mente una extraña palabra que no había pensado nunca, “amor”.

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MIRAR MÁS ALLÁ

GABRIELA PLATA 

-REFLEXIÓN-

 

¿Momentos como estos nos llevan a reflexionar sobre preguntas profundas y existenciales, quienes somos? ¿Porque estamos aquí? ¿Dios realmente existe? ¿Si existe, porque permite que mueran tantas personas? debemos dejar de mirar a simple vista y empezar a ver más allá para lograr entender el propósito de nuestra vida.

El hombre mira lo que está pasando enfrente de sus ojos, dinero, trabajo, estudio, clases virtuales, otros ven la vida con los ojos de sus artistas, otros de sus líderes espirituales y otros solo ven la vanidad y el poder.

¿Por un momento sería bueno desprendernos de los celulares y reflexionar cual es el propósito de esta dificultad? ¿Que debo aprender, cambiar o dejar? ¿Cuál es realmente el sentido de mi vida? Podemos empezar por ver los atributos y cualidades que cada uno tiene y reconocerlos en los demás.

Tenemos ante nuestros ojos una alarma para empezar a ver más allá, esta alarma nos esta avisando que debemos dejar de lado lo material y centrarnos en mejorar nuestra vida, nuestro relacionamiento y olvidarnos de todos los afanes que nos rodean.

¿Recuerda los afanes de hace un mes? ¿Recuerda tus pensamientos y preocupaciones de hace unas semanas atrás? El mundo corría en su afán material, en conseguir cada uno dinero y poder, Si miramos más allá nos podemos salvar de la miopía de la enemistad. Esa enemistad que nos consume, que absorbe cada poro de alegría que brota por nuestra piel.

En momentos de crisis la mejor solución se encuentra en nuestros dientes, sonreírle a la vida, demostrarle que no tenemos miedo a un virus que trata de quitarnos esa sonrisa, el debería ser nuestro verdadero enemigo, no nosotros mismos, la manera de derrotar a tu enemigo es por donde mas le duele, hacerle creer que estamos felices, de que no nos da miedo, que somos mas fuertes que él, que estamos rodeados de gente que nos llena de valor, de alegría que nos motiva a seguir a delante esa seria la cura contra este virus, es el AMOR de los unos a los otros y no se siembra en un laboratorio, en un país potencia, se siembra desde casa y brota y coge fuerza en nuestro corazón.

 Sabemos que las distancias nos matan, que nos deja sin aliento, que extrañamos a una persona, que queremos abrazarla para nunca soltarla, pero debemos ser fuertes, debemos amarlas, extrañarlas a distancia tal vez eso es lo que nos quieren enseñar, que debemos valorar todo lo que tenemos porque nunca sabemos cuando se los van a ir, nunca sabremos cuando seria el último abrazo, el último beso, la última caricia, la última fiesta, el último baile por eso debemos aprender ha amar lo que tenemos al frente, a valorar a esas personas que creemos que no hace un gran cambio en nuestra vida, pero son esas personas las que más extrañamos, las que deseamos que estén a nuestro lado para que nos hagan reír, llorar y soñar.

¡¡Detente!! ¿Ves que tus afanes, pensamientos y prioridades hoy son diferentes?

Que esta lucha interior nos ayude a ver más allá.

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LAS CUATRO PAREDES

VANESSA SANCHEZ

 

Nunca en mi vida creí que mi último año de colegio lo iba a pasar en estas cuatro paredes blancas. Ahora me doy cuenta lo que sienten todos los animales cuando están encerrados. Me siento enjaulada, aun así estando en mi propia casa. Cada día me pregunto como estarán mis amigos, mis profesores y todas las demás personas que están pasando por esta misma situación.

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La primera noticia que tuvimos fue la cancelación de las pruebas ICFES, en ese preciso momento mi mundo se desvaneció. Desde que tengo uso de razón, uno se prepara para realizar muchas cosas en su ultimo año de colegio. Proyecto de grado, entrevistas de las universidades, ICFES, sustentación de proyecto de grado, asamblea de despedida, ceremonia y fiesta de grado. Cuando me dijeron lo de las pruebas no sabia que hacer, no sabia si gritar o llorar de la rabia. Muchos me decían que mejor porque teníamos mas tiempo para prepararnos pero para mi fue como una bala perdida que penetro el fondo de mi cuerpo.

 

A pesar de estar en mi propia casa me sigo aburriendo. Al principio creí que iba a ser chévere y diferente porque estaba todo el día en mi zona de confort sin ninguna molestia alguna.

 

Pero cuando menos me doy cuenta, miro a mi alrededor y me doy cuenta que me hace falta algo, ese algo es mi segunda familia, mi segundo hogar: el Colegio Británico. En estos momentos es cuando me pongo a pensar que nunca aprovechamos los momentos que la vida nos da, porque nunca sabemos cuando nos vamos a ir o cuando no nos volveremos a ver. Tanto que me aburría del colegio y de ciertas materia, siempre me pasaba quejando y ahora me doy cuenta que me hacen demasiada falta. Me arrepiento de no haber aprovechado todos esos espacios que nos daban como las convivencias, proyecto vida, cbc games y tantas actividades que nos hacían para compartir entre nosotros. Los extraño, extraño el colegio, extraño los profesores y extraños a mis amigos y amigas. Ya los quiero ver!

 

Aun así, estando encerrada en estas cuatro paredes que llamo mi hogar me doy cuenta de otra realidad. Una realidad que no alcanzamos a preciar en estos momentos porque no la podemos ver, pero nos esta dando las gracias de diferentes formas. Esa realidad es la naturaleza. Hoy por hoy vemos delfines bailando en la bahía, los peces en los canales de Venecia, las iguanas saliendo a tomar el sol en la peatonal de la bahía y entre muchos animales. La tierra nos esta agradeciendo, esta volviendo a respirar.

 

Espero que en cualquier momentos se acabe toda esta pesadilla pero a la vez se conserve toda esta hermosa tranquilidad que le hemos dado a la tierra.

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GRITO DE AUXILIO

VALERY CASTAÑO 

Ya no se ni por cual día voy, me despierto y me encuentro en un mundo inmerso en la soledad y la angustia. Me miro al espejo y siento miedo, pero trato de disimularlo, no quiero que mis padres lo noten. Quisiera que todo esto fuera un sueño y que al despertar todo volviera a ser como antes, pero miro a mi alrededor y se me viene el mundo encima, mi miedo a que esto no termine nunca crece cada día más junto a mi ansiedad. Ya no aguanto más, quiero romper las reglas y salir de casa, pero una fuerza me detiene cada vez que lo intento. Las alabanzas de mi vecino no me son suficientes, me siento vacía, aburrida en un cuarto con cuatro paredes blancas.

 

El hecho de enfrentarme a la realidad no me deja dormir tranquila por las noches. Parece de película, un virus llamado Covid-19 tiene paralizado al mundo entero, el circo que tengo montado en mi cabeza no me deja pensar y me atormenta el hecho de no saber si esto se trata de una guerra, de un arma biológica creada por nuestros hermanos o de una señal de la madre naturaleza pidiendo auxilio. La rabia me revienta los sesos y me nubla la mirada, quiero gritar y desahogar todo esto que me carcome por dentro. No entiendo en que momento nos volvimos tan inhumanos, el mundo ha dado un giro de 360 grados y todo ha sido culpa nuestra. En lo que a mí respecta desde la llegada de este virus no he vuelto a ser la misma, mi vida se convirtió en una película de terror que nunca en mi vida imagine vivir. Mi aspecto no es el mismo de antes, mis ojos brillan con poca luz y la felicidad por la que todos me admiraban se ha desaparecido en cuestión de días. Trato de refugiarme en las clases virtuales, pero no logro la paz, sigo luchando con mi yo interno muerto de pavor y esta pandemia que cada día me roza los talones. De aquí en adelanta me queda vivir de los recuerdos con mis amigos en el colegio, el agridulce de ya no poder estar con ellos en un salón de clase me ha hecho llorar frente a la pantalla con la esperanza en cada lagrima de volver a verlos algún día cuando todo esto llegue a su fin. Solo me queda hablar con ellos por video llamada para ver sus rostros llenos de vida y juventud, otros llenos de malicia e incertidumbre, pero todos con una felicidad momentánea que desaparece en el momento que cerramos la pantalla del computador.

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Angélica Jaramillo, una joven de ojos azul cielo, se ha convertido en mi ángel, a la cual le debo mi tranquilidad y estabilidad emocional. Esta psicóloga me ha mostrado la oportunidad detrás de la crisis. Por medio de este personaje he descubierto un mundo maravilloso que me ofrece armonía y paz. La meditación se ha vuelto mi estilo de vida, me ha mantenido disciplinada en medio del desorden. La mayoría de las cosas en esta vida han estado fuera de control y no he podido tener el control del mundo que me rodea, ni lo que otras personas dicen o hacen, pero a través de la meditación he podido controlar mi propia mente. Una mente entrenada ha sido mi escudo, mi mejor amiga contra esta pandemia. Situaciones como en la que ahora me encuentro, son raras oportunidades para afrontar una realidad que permanece oculta y a la que no atiendo en situaciones de normalidad, pero que ahora asoma la patita por debajo de la puerta y me aterra nada más verla. Esta pandemia me ha golpeado y me ha puesto los pies en la tierra. Llegué a tenerlo todo, pero de repente me caí en un abismo que no tenía salida y me di cuenta de que no he sabido valorar eso tan maravilloso que he tenido todo este tiempo en mi vida. Pues, no es lo que tenemos sino a quien tenemos. ¿De que sirve tener 20 carros si no los puedes usar?, de nada. Maldito enemigo invisible no vas a poder conmigo porque un ángel al final del aviso ha escuchado mi grito de auxilio.

*Fotografía: Tomada por mi mamá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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