Desplazamiento silencioso visible


Siendo el corralito de piedra una ciudad turística, portuaria e industrial, su atractivo la vende sola. No desde ahora, sino, desde siempre. Desde tiempos coloniales. Por eso, el primer grito de independencia en el barrio  Getsemaní, Plaza de la Trinidad, fue de independencia del yugo que la estaba asfixiando de invasores extranjeros.

Este primer grito de independencia, fue el inicio de la libertad de Colombia. Sea el 20 de julio o el 11 de noviembre, los invasores nacionales y extranjeros la siguen merodeando. Algunos ya están en tierra firme y se establecieron para quedarse. Son reconocidos como prósperos empresarios y exitosos gerentes. -Los negritos quedaron boquiabiertos y viendo un chispero-

“Mientras yo tenga y mi familia esté bien, viva Dios, lo demás no me importa”, es la expresión constante de sus ciudadanos. Esa es la idiosincrasia que nos está matando y acabando. La dejadez por nuestra ciudad, no valorar la joya, la corona, la ciudad que tenemos, es inigualable en el mundo. Esta actitud ha traído como consecuencia el desplazamiento silencioso visible en que nos encontramos. Una ciudad, “donde todo vale” y “todo se vale”.

No hay orden, no hay ley, no hay autoridad, mejor dicho, cualquiera llega y hace lo que le venga en ganas. – Ejemplos: Las empresas de Mamonal  en su mayoría manejadas por  foráneos. Todo el comercio de bienes y servicios está en manos de empresarios de afuera. Y lo más significativo, el arrinconamiento de los nativos de la Boquilla y toda la zona insular. Es concluyente, el desplazamiento a que nos han sometido por no ser capaces de prepararnos para lo que venía con la Apertura Económica y la libre competencia de mercados con la entrada de los TLC.

 El gran capital se apoderó de la ciudad y se la tomó en todos sus manifestaciones. La dignidad de sus ciudadanos queda relegada a un segundo plano. Playas privadas, túneles improvisados, puentes sacados debajo de la manga, puentes caídos o sin terminar, Transcaribe haciendo el oso con la movilidad,  barrios enteros cayéndose a pedazos como  el edificio Spa de Medellín y otras cosas más. Nadie se incomoda. Las autoridades elegidas se vuelven o les  tocan volverse ciega sorda y muda. Y las contralorías dormidas en sus laureles, en realidad son poca cosa.

Ante esta situación verdadera y real, ¿qué nos hace falta? ¿En qué hemos fallado? ¿Qué debemos hacer? La respuesta puede ser muy sencilla o complicada, hay que empoderarnos de la ciudad, quererla, amarla, codiciarla, y sobre todo defenderla de los corsarios disfrazados con otros capuchones, pero con la misma intención, saquearla, saquearla, saquearla, y usarla hasta su máxima expresión. Hay que cerrar fila por la defensa de la ciudad  y rescatarle  el  liderazgo  que tiene extraviado por falta de sentido de pertenencia de sus propios hijos e hijas.

Como van las cosas, terminaremos desapareciendo y vendrán ciudadanos que nos reemplacen con otras exigencias de vida. Seguramente con un “aire más puro” y “sin pandillas” a lo que es hoy.

 


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