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El mar es ciudadano

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

26 de enero de 2011 12:00 AM

Está abierto las 24 horas del día, los 365 días del año, todos los años. Nunca está cerrado. No tiene hora de entrada ni hora de salida. No tiene entrada ni salida. No tiene cercas, mallas, muros, puertas que impidan llegar a él. Ni celadores, policías o vigilantes que impidan estar cerca o sobre sus aguas. Lo que no quita que haya que celar, cuidar y vigilar que no lleguen desechos, evitar en la costa y en su fondo materiales que acaban con la vida marina, limpiar las playas y las aguas.
Al mar pueden entrar y salir niños, jóvenes, personas adultas, personas adultas mayores, mujeres y hombres. Con sus mascotas y sin ellas. Pueden gozar del mar, estando templado o no, caliente o frío, personas asexuadas, bisexuales, heterosexuales, homosexuales, intersexuales, metrosexuales, transexuales, transgénero, travestis, etc.
Sus aguas azules reciben a personas de color, de todos los colores e incluso las que no tienen color: amarillas, azules, blancas, morenas, negras, pálidas, pardas, personas de color, rojas, verdes y hasta tigrillas, como un amiguito un día se atrevió a inventar. Dentro y fuera del mar pueden estar personas de adentro y de afuera, propios y extraños, autóctonos y turistas, locales y visitantes, personas conocidas, extrañas, raras y extranjeras. Siempre hay cupo para alguien más.
Pueden utilizar el mar personas llevadas, mondadas, millonarias, multimillonarias, peladas, pobres, ricas, etc. Pueden elegirlo simpatizantes de todos los partidos y hasta los independientes. Pueden votar por su elección quien quiera, con una recomendación, la de no botar en su lecho y a su alrededor cosa alguna.
Pueden sanarse con su agua personas enfermas y casi nunca enfermarse personas sanas. A diferencia de las piscinas, en el mar se puede estar con cualquier tipo de ropa y hasta sin ropa. Nadie nos va a sacar por no llevar ropa especial o llevar puesto el vestido inicial y original de Eva y de Adán, mientras se quite uno lo que lleva puesto por debajo del agua y se lo muestre solo a las amistades más cercanas por encima.  
Los frutos del mar están al alcance de quien los desee coger y comer. No hay fruta prohibida flotando en el mar, ni mar del bien y del mal enterrado en la arena o sembrado en el paraíso. Con barco, bote, canoa, malla, red, trasmallo o caña se puede pescar y pecar, y luego rezar y empatar si hubiera tal fruta, tal árbol y tal mal.
Dentro y fuera del mar muchas cosas buenas y malas se pueden tramar: bañar, beber, bucear, caminar, comer, contemplar, descansar, dormir, fumar, flojear, hablar, hacer el amor, hacer una fogata, jugar, nadar, pasear, pescar, practicar, soñar, trabajar, trotar, ver la puesta del sol, etc. Al igual que la muerte, la mar también es democrática. Toda la gente acaba siendo calavera y cualquiera puede vivir y morir en el mar. Cada quien es libre de usarlo a la hora del llamado.
El mar y todo lo que se hace en él y alrededor de él es gratis, nadie te cobra por utilizarlo, no tiene precio, no tiene valor económico, quizás por eso mucha gente no valora tanto el mar. El mar lleva y trae, devuelve lo que no es suyo.
La ciudad de Cartagena debiera ser como el mar que la rodea y quienes vivimos en ella ser ciudadanos del mar.

*Lingüista, Literato y Comunicador para el Desarrollo

puntos_de_encuentro@hotmail.com

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