Cartagena


1.070 personas en edad escolar en las faldas de La Popa no estudian

HYLENNE GUZMÁN ANAYA

06 de agosto de 2018 12:00 AM

Me ha tocado hacer lo que no se debe, muchas veces la verdad. Pienso en llevarles el pan a mis hijos, en conseguir para pagarle el colegio. Voy al Centro o a Bocagrande, donde no me conozcan casi y donde vea la oportunidad para robar. A veces a uno le toca”, comenta angustiado *Gerardo, un padre de familia que reside en las faldas de La Popa.

A su lado, *Sebastián, otro padre de familia, lo mira y dice “a mí no me ha tocado, no lo he hecho, pero aquí hay falta de oportunidades. Si en algún momento me quitan la moto, Dios no lo quiera, mis hijos no se pueden morir de hambre y tengo que recurrir a cosas que no debo”.

Están ellos dos pero hay más casos. Algunos padres de familia que viven en esta zona reconocen que han incurrido en delitos para generar ingresos, según un proyecto de investigación que realizan los estudiantes de grado 11 del único colegio que hay en la zona, el cual es privado.

Este estudio también deja ver que hay jóvenes que reconocen que venden drogas para pagar la matrícula del colegio de sus hijos, el único privado que les queda cerca a sus casas. Aunque la Secretaría de Educación afirma que trabaja en la escolarización del sector, se necesitan más acciones del Distrito para combatir otras problemáticas.

La investigación de los estudiantes trata el tema de la desescolarización en las faldas de La Popa, especialmente en las unidades comuneras 2 y 3 que tienen 16 sectores distintos, con cerca de 5 mil personas en edad de escolarización. A mitad de año entregaron el primer informe de las encuestas realizadas, las cuales resultaron con 1.070 personas en edad de escolarización sin estudiar.

Algunos de los motivos que encontraron fueron la falta de motivación, pandillas, escoger el mototaxismo como generación de empleo, embarazos a temprana edad y madres cabeza de hogar a temprana edad.

Las unidades comuneras 2 y 3 la componen: Loma de San Bernardo, Lomas Del Rosario, Loma Calva,  Loma del Diablo, Loma Kennedy; Loma Fresca, Invasión de Las Torres, Loma de Petare; Loma de República del Caribe, Loma de Pablo Sexto II, Loma de Paraíso II,  Loma de Palestina; así como Loma de Pacho, Loma de la Virgen del Carmen, Loma del barrio La Paz y Loma de San Bernardo de Asís.

En estas un porcentaje alto no accede a la educación, según la comunidad, principalmente por la inseguridad y el problema de las pandillas, pero también por la falta de cobertura de las instituciones educativas del Distrito. Aunque hay seis y todas quedan en las vías principales, la comunidad afirma que es difícil el acceso por las llamadas líneas imaginarias entre los distintos sectores.

Hace pocos años, en las faldas de La Popa el Distrito tenía el plan becario para que más niños, niñas y adolescentes accedieran a la educación. En ese entonces funcionaban tres colegios pero hoy solo queda uno, que atiende a 435 estudiantes y se convirtió en privado porque necesitaba más recursos para seguir funcionando. Según el rector del Instituto Rochy, Arcelio Argel Medina, este es el único colegio que atiende a esta población porque los del Estado están a dos kilómetros, aproximadamente.

“Por ese trayecto que debe recorrer un niño, adolescente o joven hacia esos colegios públicos, son más los que prefieren quedarse en su casa por razones de barreras invisibles, pandillas y de recursos para transporte. Mejor deciden no estudiar. Que si son de Loma Fresca, pero pelean con los de Petare, no pueden ir al colegio Ana María Vélez porque tienen que pasar por allí”, explica el también investigador social.

“La mejor opción”

Sebastián y Gerardo deben pagar una mensualidad de 70 mil pesos, pues sus hijos están en el mismo grado. Pero dicen que a veces les es difícil conseguir ese dinero. Si se ganan en promedio 50 mil pesos diarios, deben comprar la comida y las meriendas del día porque su gasto es diario.

Sebastián ideó un plan. Como trabaja de mototaxista, ahorra 5 mil pesos diarios para el colegio de su hijo. Son 120 mil pesos los que reúne en un mes, en promedio. “La educación pública a veces está en paro, entonces uno tiene que hacer el esfuerzo para que el hijo esté en un colegio donde estén pendiente de él. Como la ganamos diario, la gastamos diario, entonces con eso que guardo a veces me queda algo para alguna dificultad eventual”, indica.

Mientras que para Gerardo es más complicado, porque es obrero y depende de los trabajos que surjan. Aunque admite que varias veces ha infringido la ley y ha sido capturado por la Policía, sus mejores días son cuando trabaja legal. “No recuerdo mucho la primera vez, estaba con otra persona y no tenía trabajo. Nos fuimos al Centro y lo primero que salió, eso fue, robamos un bolso. Sé que estuvo mal, pero tenía que llevarle comida a mis hijos y pagar el colegio”, relata.

El rector de este colegio indica que cuando quitaron el plan becario y desaparecieron las otras dos instituciones, la cobertura bajó y aún le es difícil cobrar la mensualidad de algunos estudiantes. Incluso que a veces se disgusta por prestar el servicio en esas condiciones.

“A veces me toca hacer de tripas corazón al momento de exigir que paguen una pensión en donde sé que no pueden pagarla a tiempo. Tenemos estrategias para cobrar, como con los exámenes o boletines, es cuando el padre de familia se desespera y hacen cosas que luego me entero. No me arrepiento de prestar la educación, sino de la forma en la que a veces un padre de familia busca los recursos para pagar: robos, prostitución o mototaxismo”, resalta mientras muestra un croquis improvisado de las lomas.

Los primeros resultados de la investigación de sus estudiantes generaron desconcierto en ellos, pero se dieron cuenta que la solución es contar con más instituciones educativas públicas en sus sectores y motivar a los estudiantes. “Aquí ningún trabajo es deshonra, los jóvenes estamos dispuestos a hacer lo que sea y sacar a nuestros hijos adelante. No todos somos malos, deben conocer que aquí también podemos”, dice otro padre de familia.

Según los datos registrados, algunos jóvenes se muestran con sus capacidades para liderar una pandilla y hasta establecen cronograma de actividades de la siguiente manera: en la mañana pelean con una pandilla, en la tarde con otra y en la noche roban. De las 1.070 personas desescolarizadas, la mayoría están entre 5 y 10 años; y entre 13 y 20 años.

El Universal se comunicó con la secretaria de Educación Claudia Almeida para hablar sobre las revelaciones de la investigación de los estudiantes y esta manifestó que se están buscando posibles soluciones. Una de ellas apunta a recibir apoyo de la Fundación Pies Descalzos.

*Nombres cambiados

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