Crucifijos en escuelas ponen a prueba unidad europea

Un emocional debate sobre crucifijos en las escuelas está abriendo una nueva grieta en la unidad de Europa. Todo empezó en un pequeño pueblo del norte de Italia, donde Soile Lautsi, nacida en Finlandia, se estremeció tanto al ver cruces guindando sobre la pizarra en la clase de sus hijos en una escuela pública, que decidió llamar a un abogado para averiguar si podía hacer que las quitaran. El caso de Lautsi llegó hasta la corte máxima de Europa y su victoria ha desatado una confrontación entre países tradicionalmente católicos y ortodoxos y naciones en el norte con una clara y estricta separación entre iglesia y estado. Italia y más de una docena de países están peleando el fallo de la Corte Europea de Derechos Humanos, alegando que el crucifijo es un símbolo de las raíces históricas y culturales del continente. “Esta es una gran batalla por la libertad y la identidad de nuestros valores cristianos”, dijo el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini. El caso muestra cómo símbolos religiosos se están convirtiendo en asuntos controversiales en una Europa cada vez más multi-étnica. Legisladores franceses empezarán a debatir un proyecto de ley la semana que viene, promovido con avidez por el presidente Nicolás Sakorzy, que les prohibiría a las mujeres llevar velos islámicos que les cubran el rostro en público. Bélgica y España consideran tomar medidas similares. En su fallo del 3 de noviembre, la Corte Europea de Derechos Humanos aceptó el argumento de Lautsi, quien dijo que los crucifijos pueden perturbar a estudiantes que no son cristianos y que las escuelas públicas deben mantener una neutralidad de credo. Las decisiones de la corte son vinculantes para los 47 miembros del Consejo Europeo, el principal defensor de los derechos humanos en Europa. Los crucifijos están a la vista de todos en muchos edificios públicos de Italia, donde se ubica el Vaticano, y la iglesia Católica romana ha promovido que se apoye esa práctica. Pero serán retirados de las escuelas si se mantiene el fallo de la corte. A pesar de la retórica, Italia no ha dado señales de que el asunto es tan grave como para llevar al país a retirarse del consejo, lo cual no ha hecho ningún otro país.