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El Papa viaja a América Latina para reparar frustración de un continente

AFP

19 de marzo de 2012 11:11 AM

El papa Benedicto XVI emprende el viernes, a los 85 años, un viaje de seis días a México y Cuba para responder a la frustración del continente más católico del mundo, que se siente poco escuchado por un pontífice muy concentrado en Europa. 
América Latina, que contaba en el 2010 con el 28,34% de los católicos del mundo, según las estadísticas del Vaticano, ha sido visitada sólo una vez por el pontífice alemán: en 2007 para asistir a la asamblea general del Consejo Episcopal Latinoamericano celebrada en Brasil. 
De los 22 viajes realizados al exterior en siete años de pontificado, el Papa ha efectuado 16 a Europa, una proporción sorprendente. 
No ha pisado hasta ahora ningún país de América Latina de habla española, mientras programó ya una segunda visita a Brasil, en el 2013, para la Jornada Mundial de la Juventud. 
Los colaboradores más cercanos del Papa aseguran que Benedicto XVI aceptó realizar un viaje tan largo y agotador para su edad porque quiere responder a los deseos de millones de latinoamericanos de habla española. 
“Paga una deuda con América Latina”, reconoció el cardenal mexicano Juan Sandoval en una entrevista al diario de su país El Informador. 
Para muchos, la visión eurocentrista del mundo de Benedicto XVI, ilustre teólogo, ha pesado en tal situación. 
“Es posible que sea eurocentrista. A veces lo es y a veces no”, sostiene el purpurado, quien observa que ha nombrado numerosos cardenales europeos pero también centrado su mirada en Africa, “continente que ha visitado varias veces”, dijo. 
Las dos etapas del viaje responden a dos lógicas diferentes. México fue escogido por ser el país más católico de habla español (83%) y Cuba porque con la visita se corona el papel activo de la Iglesia católica en la apertura del régimen comunista, catorce años después de la histórica visita de Juan Pablo II a la isla caribeña. 
El Papa llega a un continente en el que otras iglesias, varias pentecostales, se han multiplicado gracias a su labor social. 
La respuesta frente a ese desafío, tanto por parte de Juan Pablo II como de Benedicto XVI, fue la de nombrar prelados conservadores, prohibir la teología de la liberación y frenar toda disputa interna. 
Como ejemplo de ese conflicto es el pulso actual entre la jerarquía de la iglesia peruana y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). 
La Santa Sede intervino en la disputa con el fin de limitar la imagen pluralista de la universidad, tolerante y no confesional tal como exigido por el arzobispo de Lima, el cardenal conservador Juan Luis Cipriani, influyente miembro del Opus Dei. 
La actitud de la Santa Sede no fue bien recibida por los estudiantes y profesores de la prestigiosa universidad. 
Se registran también tensiones e incomprensiones por varios asuntos de carácter social, entre ellos la condena al divorcio, la homosexualidad, el aborto y la contracepción.
El escándalo por la pedofilia de curas también ha afectado a América Latina y toda la región ha vivido los efectos de la revolución sexual. 
En una entrevista a la agencia de noticias católica I-Media, el único latinoamericano designado cardenal por el Papa durante el consistorio de febrero pasado, el brasileño João Braz de Aviz, exhortó a Europa a bajar de su pedestal y “dejar de mirar desde lo alto”. 
“¿Hasta cuando Europa y Estados Unidos nos van a dirigir?”, se interrogaba. 
“No se puede dejar de tener en cuenta que América Latina, Asia y África han cambiado, no se puede seguir pensando que son colonias o del Tercer Mundo”, agregó. 
Todo parece indicar que las problemáticas de América Latina no le son tan familiares a Joseph Ratzinger como aquellas europeas. 
Durante su visita a Brasil en el 2007 unas declaraciones sobre la Conquista desataron protestas en todo el continente y lo obligaron a rectificarse. 
“El anuncio de Jesús y de su Evangelio no comportó una alienación de las culturas precolombinas, ni una imposición de una cultura extranjera”, dijo el última día de su permanencia en Aparecida. 
“Cristo era el salvador que los indígenas deseaban silenciosamente”, agregó, lo que fue tachado de visión acrítica y complaciente de la historia latinoamericana. 
Dos semanas después se corrigió y admitió que la Conquista avasalló a los indios. 
“El recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano. No es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias hechas por los colonizadores a las poblaciones indígenas, con frecuencia avasalladas en sus derechos humanos y fundamentales”, destacó entonces Benedicto XVI.

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