Colombia


El pesebre, una lección de vida

ERICA OTERO BRITO

24 de diciembre de 2011 01:37 PM

Jesús, el rey del mundo, no nació en un pesebre por casualidad. Su paso por la tierra, de principio a fin, fue una lección de vida que permanece en el tiempo.
Por aquella época esperaban que el anunciado rey, salvador del mundo, naciera en un palacio, pero Dios escogió para el nacimiento de su hijo el lugar más sencillo para enseñar la misericordia y algo que años más tarde, el apóstol Pablo escribiría en su carta a los romanos: que nadie tenga más alto concepto de sí mismo que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
En una inspiración, San Francisco de Asís exhortó a la humanidad a replicar en vivo el misterio de Jesús, lo que se ha convertido en una tradición importante para la comunidad cristiana, pero no basta con cada año repetir un gesto costumbrista, hay que intentar vivir en la realidad del día a día lo que representa el pesebre: el amor y la humildad.
La enseñanza
La pobreza en la que nació Jesús no debe acogerse como excusa para no prosperar materialmente, no hay que olvidar que él no dejó de ser rey por haber nacido en este lugar, sino al contrario. Vivió una vida en humildad que lo hizo el más grande de todos porque su conducta y sus hechos no perdieron nunca el norte de su fe, ni desviaron la atención de su meta.
Jesús nació en la escases para enseñar que se puede ser feliz prescindiendo de lujos superfluos que nos distraen de las cosas que verdaderamente regalan felicidad como es el amor de familia, los amigos y la solidaridad.
“La felicidad no consiste en tener muchas cosas, sino en sentirse amado por el Señor, en hacerse don para los demás y en quererse unos a otros”, explica el papa Benedicto XVI.
Si analizamos, la Virgen y San José no parecen una familia muy afortunada; han tenido su primer hijo en medio de grandes dificultades; sin embargo están llenos de profunda alegría, porque se aman, se ayudan, y sobre todo están seguros de que en su historia está la obra Dios.
“El pesebre es el amor de un padre y una madre por su bebé que no desfallecieron para encontrar un lugar seguro, bajo techo que brindar a su hijo”, refiere la orientadora familiar Elsy de Ramírez.
Los pastores tampoco tendrían ningún motivo para alegrarse, pues el nacimiento de un bebé no cambiaría aparentemente su condición de pobreza. Sin embargo es la fe la que les ayuda a reconocer al niño como el signo de que Dios cumple todas sus promesas.
El pesebre es una lección de amor y sencillez. Cada elemento que lo conforma es una oportunidad para reflexionar sobre los valores. 

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