Más de 65 kilómetros de cables de comunicaciones, 23 kilómetros de cables eléctricos, 1.300 teléfonos, 137 puntos de acceso para Wi-Fi, 16 plantas portátiles de energía que produjeron potencia suficiente para 320 casas, 350 estudiantes voluntarios y unos 10 meses meses de preparación fueron necesarios para la exitosa realización del segundo debate entre los candidatos presidenciales Barack Obama y Mitt Romney, que fue transmitido en directo por televisión a todo Estados Unidos y a gran parte del mundo.
Entre los 750 periodistas e invitados especiales extranjeros estuvimos 25 personas de 12 países que pertenecen a organizaciones no gubernamentales dedicadas a organizar debates, incluyendo a 4 colombianos, todos de Cartagena, miembros de la Comisión de Debates Políticos de Bolívar: Carolina Calderón, directora de Funcicar; Nabil Báladi, gerente del Canal Cartagena; el padre Javier Sanín, jefe del programa de Ciencias Sociales de la Universidad Tecnológica; y Germán Mendoza Diago, editor general de El Universal.
A las 9 de la noche del sábado 13 de octubre, en el cuarto 328 del hotel Fox Hollow, tras un largo día de viaje, la primera sorpresa agradable fue una tarjeta que dejaron en la mesa, escrita a mano, que empezaba con la frase “Welcome, Mr. Mendoza”, firmada por Naomi Balou y Allison Cormaly, estudiantes de Ciencias Políticas de la Universidad de Hofstra en Nueva York.
Con más de 11 mil estudiantes y 150 programas académicos en artes y ciencias liberales, economía, comunicación, ciencias de la salud e ingenierías, la Universidad de Hofstra prestó su extenso campus en Long Island para el debate, como lo ha hecho en las últimas elecciones.
Este y los otros dos debates presidenciales los organiza y produce la Commission on Presidential Debates (CPD), que hizo la invitación junto con el National Democratic Institute y la propia universidad (Lea aquí: Preguntas y respuestas sobre debate presidencial).
Los invitados cumplimos una agenda intensa de charlas y recorridos para conocer todos los aspectos logísticos y políticos de la organización del debate, mientras intercambiábamos ideas con un grupo de estudiantes que nos sirvieron de guías durante la visita.
Rebecca Gianarkis, Naomi Balou y Allison Cormaly nos acompañaron el lunes 15, el martes 16 y el miércoles 18, en una sucesión de reuniones en las que los responsables de cada aspecto del debate, desde los suministros hasta la seguridad, nos explicaron cada una de sus tareas, las dificultades que enfrentaron y los secretos para el éxito de un evento sobre el cual están puestos los ojos del país.
Los prados de un verde irreal en contraste con las hojas rojizas de otoño, las innumerables calles que surcan el campus de la Universidad de Hofstra, y muchos de sus salones y espacios colectivos cerrados, parecían una réplica de las calles de Manhattan al medio día, un torbellino de voces entre las que se escuchaban algunas palabras en Español, y un frenesí de gente cargando cables, cámaras, bebidas y papeles de un lado a otro.
Lo que más me sorprendió es que al menos de mitad de esa multitud de personas convocadas al campus eran estudiantes de Hofstra, portando las 5 mil mochilas, las 5 mil camisetas y los 10 mil broches conmemorativos del evento (Lea aquí: La seguridad para un debate presidencial Obama- Romney).
El martes 16, la frenética correndilla en todos los rincones de la universidad se aceleró al extremo, y las principales cadenas de televisión y portales de noticias de internet transmitieron desde allí en prácticos y cómodos sets en los que se apretaban los presentadores y los técnicos, dejando escapar un torrente de voces agitadas como si estuvieran contando la noticia más extraordinaria de todos los tiempos.
A las 7 de la noche entramos al coliseo de baloncesto, acondicionado para el debate, y esperamos en el vestíbulo hasta las 8, cuando nos acomodaron juntos a los 25 invitados de la Red Internacional de Debates, en la primera fila de la sección del público, a 20 o 30 metros del sitio donde estarían Obama y Romney.
El día anterior conocimos el sitio, e incluso nos sentamos en las sillas donde los dos candidatos se iban a sentar esa noche.
Antes de empezar la transmisión de televisión, hubo cortos discursos de los organizadores y la presentadora dijo que había una delegación de extrajeros invitados al debate, y tuvimos que ponernos de pie para saludar, iluminados por los reflectores.
Llegó la periodista de CNN Candy Crowley, moderadora, y puntualmente a las 9 de la noche (hora de Nueva York) entraron el presidente Obama y el gobernador Romney, se dieron la mano y comenzaron a debatir sus ideas.
No sé cómo influye este debate en la decisión de voto de los estadounidenses, pero lo que sí pude notar es que la principal preocupación de los medios eran los aspectos cosméticos del debate, la especulación sobre la actitud de cada uno, sus aciertos o errores cuando se desplazaran por el escenario y si estarían nerviosos o confundidos. Ese foco de interés es el que transmiten a la mayoría de los ciudadanos, para quienes las propuestas o argumentos expuestos pasan a segundo plano.
El contraste satisfactorio fue el interés sincero de los estudiantes, no solo por lo que iban a discutir los dos candidatos, sino por el significado mismo del debate como una expresión de la democracia.
Por eso, 6.576 alumnos de la Universidad de Hofstra se inscribieron para la rifa de 300 entradas al recinto del debate, un honor que nunca olvidarán, al igual que nosotros que al salir del coliseo a las 11 de la noche, sentimos que estuvimos presentes en uno de esos pocos acontecimientos que son parte de la historia.
Lea más sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Mundo
Fui testigo de una discusión del presidente Obama
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