Cartagena


Jesús María Cano, el padre consentido de Bocagrande y El Laguito

PEDRO TORRES VERGEL

05 de julio de 2012 12:01 AM

La sencillez y espontaneidad que siempre han habitado en el padre Jesús María Cano Restrepo comulgan con su perseverante curiosidad intelectual, y es la explicación para que a sus 81 años de edad haya alcanzado felizmente el punto culminante de su carrera sacerdotal. 
Hombre magnánimo y ya desprendido de todos esos afanes que trae la vida, sus palabras sirven hoy de decoroso marco para llevar una semblanza de sus 54 años de vida clerical, en la que ha prevalecido el ser humano y el consejero que todos buscan con mucho afecto.
Fueron inicialmente 7 años con la iglesia en Magangué, luego otros 7 años en Arjona, 20 más con la Iglesia del Perpetuo Socorro, de Bocagrande, y 20 años entregados a la Parroquia Santa María del Mar, de El Laguito. 
El padre Cano no se atreve a contar anécdotas de su fecunda labor servicial entre las comunidades, porque teme que después algunos fieles le ‘reclamen’ el porqué no narró la historia que los involucraba a ellos, y como para él sus miles de hijos son igual de importantes, entonces es mejor que tengan la certeza de que a todos los ama.   
Sus misas más concurridas las ofrece todos los domingos a cielo abierto desde las 8:00 de la noche, en un espacio al lado del CAI de Policía de El Laguito
Vestido de manera impecable y descomplicada, sentado al escritorio de su despacho cural (en el Edificio Cerromar, de Bocagrande), el padre Cano, párroco de la comunidad de Santa María del Mar, se solazó en una conversación con este medio en la que por prólogo aclara que una parroquia no la hace solo el templo sagrado adonde la gente acude a la eucaristía para venerar a Dios, sino que la conforman los parroquianos de una comunidad devota.
—¿Por qué a la Parroquia Santa María del Mar no se le ha podido construir su sede?
“Ésta es una iglesia que tiene por techo el firmamento y por testigos la luna y las estrellas. La historia se resume de la siguiente manera: la Urbanizadora El Laguito dejó tres lotes: uno para la parroquia, otro para el puesto de Policía, y otro para una escuela. ¿Qué hicieron los concejales...? Con el alcalde de aquel tiempo le entregaron al Hilton esos tres lotes con el fin de que la Alcaldía fuera accionista del Hotel, y por eso llevo 22 años tratando de enderezar ese entuerto. Ya hay un fallo judicial favorable a la Arquidiócesis de Cartagena, reclamando el lote, que ya está en revisión en las altas cortes. El pleito es con el Distrito, no con el Hilton”.
—¿Cómo vive usted ese día a día con la gente?
“Tengo muy buenas relaciones humanas con todas las personas, yo los atiendo a todos”.
—¿A cuántas personas que le comentan sus problemas, le ha tocado aconsejar?
“Imagínese…;, con cuarenta años de servicio en esta zona: 20 aquí en Bocagrande y 20 en El Laguito, a cuantos miles de niños he bautizado, cuantos cientos matrimonios, o sea que tengo una relación muy estrecha con la gente joven y la gente madura”.
—¿Y todas las edades lo buscan?
“Tanto los jóvenes como los maduros me buscan siempre para todo: para pedirme consejos, para que los acompañe en distintos momentos alegres y tristes de la vida familiar, siempre estoy ahí con ellos en la alegría o en la tristeza, en la adversidad o en la prosperidad, en la enfermedad o en la salud, en la vida o en la muerte”.
—¿Y dónde aprovechan más los parroquianos para buscarlo y hablar con usted?
“Aquí en el despacho parroquial, donde sea, hasta en la calle me cogen, en todas partes. Yo celebro todos los días en Bocagrande una misa a las 6:40 de la tarde, y de ahí paso a El Laguito a celebrar igualmente la misa, que se hace en los edificios”.
—¿Cómo funcionan las eucaristías en los edificios?
“Por ejemplo, los días lunes celebramos la misa en la casa de la familia Barbur Chejuán, que es una casa gigantesca (en El Laguito); los martes en el Edificio Nautilus; miércoles en el Edificio Las Brisas, jueves en el Edificio Cristóforo Colombo; el viernes lo tengo libre para alguna misa en alguna casa cuando me lo piden; el sábado a las 6 de la tarde en el Hotel Caribe, y los domingos en el Hotel Hilton celebramos la eucaristía a las 12 menos cuarto”.
—¿Cómo se siente el padre Cano haciendo toda esta labor social y religiosa?
“Es maravilloso. Ésta es una parroquia sui géneris. Me siento como un niño pequeño porque todo el mundo me consiente. Yo me encuentro con los niños y jóvenes que me dicen ‘usted me bautizó a mí’, porque los papás les dicen. En Bocagrande he bautizado unas 30.000 personas en 20 años, y en El Laguito, 12.000 niños más”.
—¿Y matrimonios, cuántos?
“También muchísimos, más de 6.000 matrimonios”.
—¿Qué situaciones o momentos aciagos son los que más recuerda?
“Mi vida sacerdotal es una cadena de anécdotas tanto buenas como difíciles, porque todo es una lucha y nada es fácil, y no siempre la humanidad es comprensible”.
—¿Qué más proyecta en su vida, que otra cosa le gustaría cumplir en su vida sacerdotal?
“Espero seguir en esta familia, seguir en esta tónica de amistad, de amor y de afecto. Me siento muy bien, me siento feliz y realizado, aunque la vida tiene sus altibajos”.
—¿De qué forma define la vida?
“La definición más perfecta que yo tengo de lo que es la vida es que es una amalgama misteriosa de sonrisas y de lágrimas, de bienvenidas y de despedidas, de enfermedad y de salud, de adversidad y prosperidad, de vida y de muerte. Esa es la vida y así la siento y la vivo”.
LABOR MISIONAL DE LA PARROQUIA
La Parroquia Santa María del Mar, orientada por el padre Jesús María Cano, realiza dos apostolados sociorreligiosos para ayudar a las personas más vulnerables.
Esas misiones humanitarias tienen nombre propio: 
—Domingo con M mayúscula, que consiste en que un domingo cada mes se recoge dinero entre los parroquianos para materializarlo en mercaditos que luego son entregados a personas muy necesitadas, como los adultos y niños enfermos de cáncer, los enfermos de lepra, también a los ancianos Refugio La Milagrosa, a los discapacitados del Instituto REI, etcétera.
—Banco Santa María del Mar, cuya finalidad es recoger cualquier día en el despacho parroquial o casa cural, elementos como ropa, zapatos, medicinas usadas y no usadas, objetos de casa y de cocina, entre otras cosas útiles para repartirlas entre personas y entidades necesitadas.

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