Colombia


Las raíces profundas de la violencia contra las mujeres

REDACCIÓN COLOMBIA

08 de julio de 2012 12:01 AM

La autora hace un análisis del maltrato hacia la mujer, visto desde sus orígenes en una sociedad patriarcal.
Cada nuevo hecho de violencia contra las mujeres nos indigna y exaspera, ya no podemos tolerar un feminicidio más. Sin embargo, aunque suene fuerte y repudiable estos continuarán, pues las raíces profundas que los sustentan están intactas, incólumes, afianzadas por la sociedad patriarcal – machista recreada cotidianamente por esta cultura. Aquí radica el problema fundamental.
¿Como desentrañar entonces las lógicas que nos subordinan a este pensamiento, a esta cultura?
La antropóloga feminista Martha Lamas lo ha explicado claramente cuando nos dice que somos seres culturales, “inmersos en un conjunto de relaciones sociales, de costumbres y creencias que nos cruzan y determinan, a partir de aquí somos ubicados/as en un lugar según nuestro sexo. Por estar en ese lugar nos corresponden una serie de tareas, de sentimientos, de relaciones, y pensamos que esto ocurre así de manera “natural”, por los aspectos  biológicos, y se nos olvida el proceso cultural”, como señala la periodista y antropóloga Martha Lamas. Se nos olvida que es la cultura patriarcal y machista reproducida en todas las esferas de la vida la que mantiene las relaciones de poder que hace creer todavía hoy a los varones que ellos son superiores a las mujeres, que las mujeres les pertenecen. Es justamente esta idea de poder, de superioridad masculina la que posibilita la matanza de mujeres.
Según Lamas: “Nuestra conciencia y nuestras percepciones están condicionadas, filtradas por la cultura que habitamos.  Simbolizamos con el cerebro a partir del lenguaje, que es el medio que nos estructura psíquica y culturalmente: para volvernos sujetos y seres sociales... Pero las primeras lenguas se construyeron a partir de un proceso binario que produce información por la contraposición de opuestos: mujer/hombre, noche/día, frío/caliente, etcétera. De esta manera las sociedades piensan binariamente y elaboran también así sus representaciones”.
Este pensamiento binario, primario y arcaico ha llevado a la humanidad a su deshumanización, pues se fundamenta de manera simple en sólo dos posibilidades de ver e interpretar la vida y el mundo. Bajo este pensamiento se entiende entonces que sólo se puede ser fuerte o débil, blanco o negro, rico o pobre, macho o hembra, Eva o María. Este pensamiento binario no le da cabida a los términos medios, a otras posibilidades de ser o estar en este mundo. Es justamente en este pensamiento de los extremos irreconciliables donde filósofos como Aristóteles se apoyan para crear su doctrina del poder procreador masculino y desde la cual intenta demostrar erróneamente la inferioridad femenina.
Lo peligroso y dañino de esta doctrina fue que Aristóteles las convirtió en conceptualizaciones y categorías políticas, y a su vez en una visión jerarquizada y dicotómica de la vida y el pensamiento:                         
“El alma gobierna al cuerpo; lo racional a lo emocional; los humanos a los animales; el varón a la mujer; los amos a los esclavos; los griegos a los bárbaros...”.
Todo lo que el filósofo necesitó para justificar las relaciones de clase y género existentes en la sociedad fue demostrar de qué manera cada grupo subordinado ha sido designado por “la naturaleza” para ocupar el rango dentro de la jerarquía”, de acuerdo a Celia, en su libro: Una Crítica a la sociedad patriarcal.    
A partir de allí, y por las particulares condiciones biológicas se ubicó a las mujeres en el ámbito de la naturaleza. Sin embargo, no contentos con esto, la filosofía occidental representada ahora por Rousseau, conceptualizó que la naturaleza era: “Lo salvaje a domesticar” en la contraposición ancestral naturaleza-cultura, y como la plenitud originaria e ideal”.
La mujer para Rousseau, es naturaleza: 1. Porque está considerada como sexo, como pasión ciega encaminada a incitar los deseos del hombre. 2. Por ser madre, la madre es la que ha trascendido de alguna manera su alocada pasión y se ha centrado en unos hijos y en un marido.   
Muchos no podrán entender que un tipo como Rousseau que escribió el “Contrato Social”, sobre la igualdad y la libertad, éste que justamente no cobijaría a la mitad de la humanidad que constituyen las mujeres.
Así mismo la filosofía moderna con René Descartes; planteó el famoso “Cogito, ergo sum” que significa “Pienso luego existo”. Para Descartes, la Razón constituye la sustancia de la subjetividad humana, y es idéntica para todos los hombres, por lo que reviste una validez universal.
Entonces, si la naturaleza no razona porque es lo salvaje a domesticar…; y las mujeres son naturaleza…; estas quedaron excluidas de todos los espacios en los que el pensamiento y las ideas juegan un papel esencial. De esta manera las mujeres se volvieron las hembras de la especie humana, no razonan, no  piensan, no opinan, son inferiores, “son lo salvaje a domesticar”, por eso no tenían derecho a la educación, a participar, no eran ciudadanas, solo debían obedecer y atender unos hijos y un marido. De esta manera se educó a la humanidad por miles de años.
En el libro La política de las mujeres, Amelia Valcárcel, dice que el discurso misógino acuñado en la tradición filosófica ilustrada, puso el marco general de misoginia laica en la que se movieron la medicina, la moral, la política y permeo todas las ciencias.
Hoy día, millones de hombres siguen creyendo que las mujeres son seres inferiores a ellos, que salieron de una falsa costilla, esa mala educación que todavía pervive les permite abusar de su supuesta superioridad. Por eso hasta el más desgraciado de los hombres cree tener por derecho una mujer a quien mandar.
Muchos dirán también, que las mujeres somos responsables, machistas y cómplices de esta situación, pues no diré que no, es claro que hemos sido  educadas no sólo para aguantar las golpizas, si no para reproducirla y justificarla culturalmente. Por ello, la única manera de enfrentar la matanza y arrancar las raíces profundas que sustentan la violencia contra las mujeres es cambiando la cultura, y esto se logra en un proceso a largo plazo, permanente, continuo e integral de educación en derechos humanos, en respeto por la otra, por el otro, por todos y todas, por la vida, por las diferencias, por la diversidad. Y si no comenzamos hoy, mañana lamentablemente tendremos otra mala noticia.
Hoy ciertamente se nota más la violencia contra las mujeres y la crueldad del victimario, eso se debe a dos fenómenos importantes: por un lado al empoderado  de muchas mujeres en sus derechos, han entendido por fin que no deben tolerar ni el mínino irrespeto, por ello se atreven a denunciar y a sacar de sus vidas a esta clase de sujetos, esto por supuesto los mal entona, pues sienten lastimado su ego de macho y entonces opera la lógica perversa y binaria de “si no eres para mí, no serás para nadie”, y es cuando la violencia se exacerba. Y por otro lado la visibilización de la problemática por los medios de comunicación, ambos fenómenos importantes para superar este horror.
Así mismo, la ley 1257/2008 hay que aplicarla en su integridad porque ésta no sólo sanciona, sino que re-educa y previene este horror de violencia basada en género, la ley contempla en su reglamentación el trabajo interinstitucional y transversal  con la justicia, la educación, el empleo y la salud, por ello de su cabal aplicación depende también en gran medida la superación gradual pero efectiva de esta lamentable situación.

RUBIELA VALDERRAMA HOYOS: Feminista, Trabajadora Social, Magíster en Estudios de Género. Integrante de la Red de Empoderamiento de Mujeres de Cartagena.

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