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Los penitentes de Santo Tomás cambian bienestar por un día de sufrimiento

Ruby Roa, Plinio Domínguez, Martín Castro, Edilberto Carrillo, Janet Pérez y Juan Pacheco tienen algo en común: son penitentes. Muchos llevan años haciéndolo cada Viernes Santos en el municipio de Santo Tomás, Atlántico, otros apenas acudieron por primera vez para pagar la 'manda', como se le dice a la promesa hecha, a cambio de un favor recibido.
Uno de los que más años lleva flagelándose es Juan  Carlos Pacheco, quien contabiliza 12 años consecutivos de estar cumpliendo la promesa que le hizo al Nazareno después que le pidió que le sanara de una enfermedad. Hoy tiene 33 años y no sabe cuándo dejará de hacerlo porque la suya fue una promesa indefinida.
"Empezó a pagar la 'manda' cuando tenía 21 años y fue a raíz de una enfermedad que tenía, le pidió al Nazareno que le sanara y como se curó lleva doce años de penitente aquí en Santo Tomás", relató uno de los hermanos de Juan Carlos, quien le acompañó durante el recorrido de unos dos kilómetros.
Juan Carlos hace el recorrido azotándose la parte alta de los glúteos con una especie de látigo hecho de fique que lleva cinco o siete bolas de cera de abeja al llaman 'Disciplina'. Deja de pegarse cuando uno de los ayudantes lo detiene para darle unas palmadas en los lugares del cuerpo donde antes la 'Disciplina' ha estado cayendo una y otra vez. También se detiene cuando uno de los 'veteranos' (por haber sido antes un penitente) le corta la piel, que ya se encuentra roja y abultada, cuando llega a la tercera escala. Cuando la cuchilla rosa la piel brotan chorros de sangre. Las cortadas deben ser siete. Ni una más ni una menos. Y  la o el penitente recibe tres en una nalga y cuatro en la otra.
La señora Ruby Esther Roa lleva cuatro años de penitente. La faltan cinco porque su promesa fue de nueve y lo hace con estoicismo porque "estuvo casi inválida a raíz de un accidente. Prometió la manda y se curó y mírela como camina de bien". Cuenta una de las sobrinas que la estaba acompañando en  el recorrido.
Otra de las mujeres que nos encontramos a lo largo de la trocha antes de llegar al Monte de Las Palomas, de donde parten todos los penitentes, es la señora Janet Pérez. Ella no se flagela pero le toca cargar una cruz de madera sin la ayuda de nadie. La arrastra desde el Monte de Las Palomas hasta la capilla principal que se encuentra en la Calle de la Ciénaga. Antes de eso ella ha realizado seis estaciones o paradas que se encuentran a lo largo de la destapada y polvorien vía.
Su promesa o manda la 'paga' porque le pidió al Nazareno por la salud de una hermana y se sanó. "Es la primera vez que lo hace y lo hará por tres años", dice su esposo, que la acompaña en el recorrido pero no puede ayudarla a cargar la cruz.
Otro de los novatos que nos topamos en el camino fue al joven Edilberto Carrillo. Estará flagelándose por tres años porque prometió al Nazareno que lo haría si curaba a uno amigo suyo de una enfermedad.
"Estaba muy grave y Edilberto prometió flagelarse si se sanaba y se ha sanado. Él es dibujante y ya puede pintar de nuevo", dijo un primo de Edilberto Carrillo. Quien al igual que Juan Carlos Pacheco le tocó pegarse con la 'Disciplina' durante un buen trayecto. No hizo todo el recorrido porque las fuerzas le flaquearon y  en más de una ocasión se arrodilló para reposar, pero no le perdonaron las palmadas ni las siete cortadas en los glúteos.
Por momentos le sentimos llorar y quejarse pero sus amigos le daban ánimo para que siguiera adelante. Llegó hasta la sexta estación. Allí recibió la cura con romero que le untaron en las heridas y luego le pusieron una venda para evitar la infección.
"Valió la pena. Uno por los amigos es capaz de hacer cualquier sacrificio y él es como un hermano para mí. Y el año entrante ustedes me verán de nuevo aquí. Creo que valió la pena y si sentimos dolor ya lo superamos porque  lo estoy haciendo con el mayor de los gustos por mi amigo que ya está saliendo adelante", relató Edilberto Carrillo.
Aunque esta práctica de flagelarse ha tenido críticos, incluso de la misma Iglesia Católica, también es cierto que en cuestión de fe nadie tiene la última palabra. Y según los mismos habitantes de Santo Tomás, cada año hay más penitentes y en los últimos tiempos son más mujeres que hombres la que se flagelan.
Como algo curioso, la mayoría de los penitentes no son de Santo Tomás son de otros lugares del Atlántico, incluso del interior del país llegan a pagar las mandas que prometieron después de haber recibido un 'milagro' del Nazareno.

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