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Mucha gente cree en mitos insólitos sobre Obama

REDACCIÓN MUNDO

21 de agosto de 2010 12:01 AM

“Barack Obama es musulmán”. “No es ciudadano estadounidense”. “Ni siquiera nació aquí”. Nada de esto es cierto. Pero una cantidad sorprendente de gente piensa que sí lo es. Todos los presidentes deben lidiar con problemas de imagen: que son demasiado blandos o demasiado beligerantes, muy derechista o muy izquierdista. Pero Obama se ve obligado a desmentir también afirmaciones claramente falsas, que han sido desvirtuadas con documentos, en parte porque algunas personas se identifican más con quienes propagan los rumores que con quienes los desmienten. “O confías o desconfías, eso es todo”, explica Nicholas DiFonzo, profesor de psicología del Rochester Institute of Technology y experto en la propagación de rumores. “Tenemos un ambiente político muy polarizado, y esa polarización va en aumento”, generando una “caja de resonancia” que reproduce datos que no son ciertos. Casi una de cada cinco personas --un 18% de la población-- cree que Obama es musulmán. Esto refleja un aumento respecto al 11% de marzo del 2009, según una encuesta difundida el jueves. El porcentaje de personas que respondieron correctamente que el presidente es cristiano fue de apenas el 34%, comparado con el 48% de marzo del año pasado. QUIÉN ES Obama es cristiano, hijo de un keniano musulmán y una mujer de Kansas. Nació en Hawai, vivió entre los seis y los diez años en Indonesia, donde predominan los musulmanes, con su madre y un padrastro de ese país. Su nombre completo, Barack Hussein Obama, le suena musulmán a mucha gente. La confusión sobre la religión de Obama fue una de las notas dominantes de la campaña presidencial del 2008, durante la cual circuló una foto de Obama luciendo indumentarias típicas de los musulmanes en una visita a Kenia en el 2006, incluidos una bata y un turbante blanco. Su rival en las internas demócratas Hillary Rodham Clinton pudo haber ayudado a propagar esa idea durante una entrevista en “60 Minutos”. Cuando le preguntaron si Obama era musulmán, ella respondió: “No hay nada que haga pensar eso... hasta donde yo sé”. Las dudas sobre la religión y el sitio de nacimiento de Obama son propagadas por comentaristas conservadores como al conductor de un popular programa de radio Michael Savage, quienes repiten afirmaciones falsas, incluida la de que Obama asistió a una madrassa musulmana radical en Indonesia. Rush Limbaugh habla del “imán Obama” y el año pasado elogió a una mujer que cuestionó la ciudadanía del presidente en una asamblea comunitaria en Delaware. Lou Dobbs dedicó mucho espacio en su programa de CNN al tema del sitio donde nació Obama, a pesar de que él mismo decía que creía que había nacido en Estados Unidos. Siempre ha habido percepciones erróneas en política, pero en la era moderna son diseminadas a gran velocidad por la internet. El mes pasado, blogueros derechistas, citando fuentes no identificadas de la policía de Laredo, dijeron que el cartel mexicano de los Zetas había tomado dos haciendas en Texas. La versión fue levantada por la escritora y comentarista Michelle Malkin y por otros elementos conservadores. Al final se comprobó que eso nunca sucedió. “La internet ha agravado las cosas”, comentó Lori Robertson, directora editorial del portal FactCheck.org, un proyecto no partidista del Centro de Políticas Públicas Annenberg, de la Universidad de Pensilvania. “Cualquiera de estos rumores es más rampante, y se escribe más sobre ellos. Los blogs empiezan a difundir teorías conspirativas. La gente está mucho más expuesta” a las informaciones falsas. Abunda la documentación que confirma que Obama nació en Estados Unidos y es cristiano. Sin embargo, en ciertos sectores las dudas persisten. Las supersticiones y los mitos no son nada nuevo, ni tampoco el hecho de que la gente los explote. La propagación de información errónea por parte de los medios de prensa fue denunciada por el escritor y columnista Walter Lippman en su obra clásica “Opinión pública”, publicada en 1922. Lippman dijo que una pequeña minoría manipula a los demás, que la gente “tiene poco tiempo para prestarle atención a los acontecimientos públicos y (que) las distorsiones surgen porque hay que condensar los eventos en mensajes muy breves y resulta difícil explicar un mundo complicado con un vocabulario reducido”. El problema no son solo los medios de prensa, sino también el público. La gente “vive en el mismo mundo, pero piensa y siente como si estuviesen en mundos distintos”, expresó Lippman. Millones de estadounidenses pensaron en algún momento que el país estaba lleno de comunistas, que John F. Kennedy recibía órdenes del Papa, que uno se puede contagiar de sida con un contacto casual y que Saddam Hussein, e incluso el gobierno de George W. Bush, participaron de algún modo en los ataques del 11 de septiembre del 2001. En la década de 1990 el gobierno de Bill Clinton tenía un superávit, pero mucha gente pensaba que tenía un déficit, según encuestas. DiFonzo dice que estas creencias sin sustento “no son algo partidista, típico de demócratas o republicanos. Es la naturaleza humana. Y ese es el estado actual de nuestra cultura: Hay cosas que parecen absurdas a las que se les da crédito porque pensamos que son plausibles”. ___ En este despacho colaboraron los corresponsales Pauline Arrillaga y David Bauder.

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