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Privados de todo, supervivientes del tsunami se niegan a dejar sus hogares

REDACCIÓN MUNDO

24 de marzo de 2011 12:01 AM

Sin agua corriente, sin electricidad ni comida, algunos supervivientes del tsunami que devastó el noreste de Japón se consideran pese a todo afortunados de haber conservado su hogar y no se quieren ir. 
La mayoría de los supervivientes que escaparon por poco a la muerte, han optado por ir a los improvisados lugares de albergue. Allí son tomados a cargo por las autoridades y socorristas, en condiciones por cierto incómodas, pero menos precarias que en sus casas.
Dichos centros de urgencia tienen calefacción, sanitarios, colchones y frazadas y en ellos la distribución de alimentos está organizada. 
Pero algunos japoneses han decidido prescindir de estas ventajas, rechazando de manera obstinada abandonar sus domicilios. 
“Nunca pensé partir”, confía Mayumi Ozawa, de 52 años, una mujer que vive sola en su casa junto a una colina del puerto pesquero de Kesennuna. 
“No es fácil, todos los días tengo que salir a buscar víveres y en la noche hace frío, pero es mi casa. Mientras esté en pie, me quedaré”, declaró a la AFP. 
Entre los que consiguieron salvarse del terremoto y del tsunami, las razones para quedarse en sus casas pueden ser diversas, desde el deseo de no sufrir de un sentimiento de dependencia a la necesidad de ayudar a un pariente en dificultad. 
Algunos también lo han hecho para no abandonar un animal doméstico, pues éstos están prohibidos en los albergues. 
Para Rueko Shitara, que tiene a cargo a su madre anciana y a su padre enfermo, el instalarse en la promiscuidad de un centro era simplemente inimaginable. 
“El hecho de haber conservado nuestra vivienda y que estemos vivos nos basta para ser felices”, dijo la mujer. 
Cada mañana, ella y su madre de 75 años parten de la modesta vivienda llevando baldes de madera para ir a buscar agua en un arroyo cercano. 
Esta familia recuperó métodos de vida tradicionales, no del todo perdidos en el Japón moderno. Las mujeres hacer hervir el agua en el atrio del hogar. 
En la noche, se alumbran con una vela y la familia duerme con las piernas bajo un “kotatsu” una especie de mesa baja cubierta de un futón bajo el cual se ha colocado un brasero con carbón. 
“Hoy no sabemos cuándo todo será restablecido. No sabemos cuánto va a durar ésto”, constató Rueko. La mujer pasa buena parte de la jornada en la búsqueda de comida. 
“Para la gente que no está en los centros de albergue de emergencia y que vive en sus domicilios, la comida es un problema serio porque casi todos los comercios están cerrados”, confirmó Patrick Fuller, de la Federación Internacional de la Cruz Roja.  

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