Desde hace un año, en el patio del Museo Casa Amarilla, en Barú, los niños y niñas del corregimiento se reúnen a tocar tamboras, maracas, gaitas y a cantar.
Lo que antes veían como una actividad lejana y difícil de aprender, se convirtió en su actividad favorita, desde que el proyecto, “Barú: Sazón, Ritmo y Creación”, llegó a su isla.
Deiber Barrios, tiene 12 años y es experto en tocar tambor, “vine hace un año, solo venía a ver porque mi primo me había contado que tenían actividades para niños, y un día llegué, me pusieron el tambor y me enseñaron”, explicó sonriente.
Este niño barulero, cambió el fútbol y jugar a policías y ladrones, por aprender y rescatar, lo que hoy reconoce como parte de su tradición.
Ayer se reunieron una vez más en la Casa Amarilla. “Estaba aburrido porque tenía rato que no venía porque tuve un accidente, aquí nos sentimos bien, chévere, lo malo es cuando son las 11 y nos dicen que nos vayamos a cambiar para ir al colegio”, dijo Deider, quien explicó que es un requisito hacer las tareas e ir al colegio, para poder seguir tocando el tambor, su instrumento favorito.
“A mi mamá le gusta que venga, mi primo me va a buscar siempre que hay clase”, señaló.
Este proyecto de intervención sociocultural se aplica en Santa Ana, Ararca y Barú, con actividades de danza, diseño, gastronomía, oraliteratura, memoria y patrimonio, y música.
En la primera fase, que se desarrolló en el 2013, se beneficiaron cerca de 650 familias, es decir, más de 1300 personas participaron en las diferentes áreas. Ayer y hoy, se realizará una muestra de lo que se ha logrado en la segunda fase de intervención.
En el proyecto trabajan 25 profesionales en las diferentes áreas, con la colaboración de 36 personas de la comunidad. La inversión es de 586 millones de pesos.
Estas actividades son organizadas por el Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (Fonade), con el apoyo de la Corporación Sonidos de la Tierra y la Fundación Leonor Espinosa (Funleo).
Sazón, ritmo y creación
“¿Por qué Barú?, pues porque es una población con la necesidad de explotar lo que son, sus saberes ancestrales, lo que tienen de forma natural. Queremos innovar, crear, sí, pero primero queremos rescatar”, explicó María Otilia Barreto, gerente del proyecto “Barú: sazón, ritmo y creación”.
Recuperar, incentivar e innovar, son las palabras claves en el proceso que se inició hace un año en esta población. Respecto a las áreas en las que se trabajan, Barreto, indicó que fueron seleccionadas de acuerdo con los resultados arrojó una investigación que se hizo en la comunidad, sobre qué querían recordar de sus raíces.
“Queremos que sepan que si saben cocer, deben cocer, si saben bailar, pues que bailen. Lo que saben hacer es su fuente de empleo”, indicó Barreto.
Integra las generaciones
Con las clases de Gastronomía, en las de Diseño, y de Memoria y Patrimonio, el proyecto logró la integración de los niños y las niñas, con sus madres y sus abuelos.
“Cuando llegamos los abuelitos eran como un mueble en la casa, ahora son los que cuentan las historias. Si vamos a una clase de Memoria y Patrimonio podemos ver a los niños con sus abuelitos, haciéndoles preguntas sobre la historia de la isla”, indicó la Gerente del proyecto.
En las diferentes áreas, los participantes van desde los tres años, hasta los 90.
Autosostenible
El proyecto en Barú tiene cuatro fases, por eso los niños se preguntan, qué pasará cuando pasen los próximos dos años y ya sus “profes” no estén.
“Eso es lo bueno de esto, la gente se integra, se apropia y así dejamos la capacidad instalada, para que esas 36 personas de la comunidad que hoy nos ayudan, sean quienes mantengan esto que hemos rescatado”, explicó Luis Fernando Franco, creador del proyecto y profesor de música.
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