Regional


El día que la vida cambió en El Floral

ANÍBAL THERÁN TOM

11 de julio de 2010 12:01 AM

Aunque los guerrilleros siempre los intimidaban y les quitaban cerdos, gallinas, pavos y todo lo que se les daba la gana, lo que sucedió en la mañana del 16 de octubre de 2000 marcó la pesadilla que aún viven las familias de El Floral, uno de los corregimientos más lejanos de El Carmen de Bolívar, en el ombligo de los Montes de María. El rumor de la “visita” de los paramilitares corrió de boca en boca por varios días. No se hablaba de otra cosa en la mañana, a la hora del almuerzo y de la cena. Tres días antes, el 13 de octubre, la intranquilidad llegó para quedarse por siempre en los habitantes de El Floral porque un mensajero arribó temprano de Macayepos, anunciando que Rodrigo Mercado Peluffo, alías “Cadena”, el temido comandante paramilitar, desaparecido hace cinco años, había planeado una incursión para robar ganado y asesinar a quien encontrara en el pueblo porque según él, todos eran colaboradores de la guerrilla. A los habitantes de El Floral los invadió la zozobra y comenzaron a recoger los enseres, la ropa y cualquier cosa que pudieran llevarse. Nadie entendía por qué huían. Pero todos, hombres, mujeres y niños, se escondían en el monte para que la muerte no se los cogiera de sorpresa. Sin embargo, esperaban que todo fuera una mala chanza, agazapados en medio de la manigua, hasta que la mañana del 16 de octubre vieron un humo negro en el cielo, proveniente del sitio exacto donde quedaba Macayepos. Allí los paramilitares habían asesinado a varias personas y quemado sus casas. Nadie decía nada, ni siquiera los niños, quienes, adiestrados por los mayores, se quedaron quietos para no hacer bulla. La noche del 15 de octubre algunos fueron a sus casas a buscar comida para sus hijos. Algunos, confiados, se quedaron al ver el pueblo solo. Se dice que fueron más de 200 paramilitares, mujeres y hombres, los que llegaron armados con armas de fuego y cuchillos. A Orlando Oviedo, un campesino de 45 años, conocido por todo el mundo porque cazaba conejos con sus manos, ayudaba a sembrar a los demás y era como una especie de líder espiritual, la muerte lo agarró adormitado en un taburete en la sala de su casa. No le preguntaron nada, solo le asestaron un golpe con la “mano” de pilón de arroz, cerca del oído izquierdo. Murió en el acto. Dicen que lo mató el propio Rodrigo Mercado Peluffo, alias “Cadena”, quien lo había conocido en su Macayepos natal cuando Orlando vendía aguacate, maíz y yuca. Los otros 11 muertos que puso El Floral, campesinos todos, fueron asesinados en las mismas circunstancias. Los paramilitares no dispararon un solo tiro para evitar llamar la atención. Los niños, las mujeres y los demás hombres se salvaron porque estaban escondidos. La masacre comenzó a las 11 de la mañana y terminó 45 minutos después. Los paramilitares huyeron dos horas después con más de 600 reses, cientos de gallinas y decenas de cerdos. Ese día asesinaron a Manuel de Jesús Palacio, de 25 años; Alberto Palacio, de 18 años; Francisco Tapia Peña, de 38 años; Alcibiades Mendoza, de 32 años; Hugo Díaz, los hermanos Óscar, Ezequiel y Néstor Jaraba, y otras personas. Los paramilitares degollaron a dos hermanos de apellido Montes y a otros campesinos que hallaron en sus viviendas. Muchos de los cuerpos fueron tirados a un arroyo de aguas cristalinas y los demás fueron dejados en el sitio de los hechos. Ni siquiera pintaron una pared para explicar por qué los habían asesinado. El primero en llegar a El Floral, a eso de las tres de la tarde, fue Francisco Oviedo Torres, un campesino de hacha y machete que aún, 10 años después, no se repone de haber visto los cuadros de la muerte. “Nadie tuvo culpa, fue el destino”, diría después en un hospital psiquiátrico hasta donde fue trasladado cuando perdió la cordura y comenzó a hablarle a sus amigos muertos. Los veía a cualquier hora y repetía: “no te vayas para El Floral que ‘Cadena’ está cerquita”. Francisco fue el único que se quedó en El Floral, después de que los paras arrasaron con todo. Hoy sigue sembrando arroz, yuca, ñame y maíz. Al rato llegaron las mujeres, niños y demás hombres, quienes con el dolor a cuestas, decidieron desplazarse a Sincelejo, El Carmen de Bolívar y Cartagena. Los cuerpos fueron sepultados en El Floral, el mismo día en que sus vidas cambiaron de por vida. Víctimas por siempre Los habitantes de El Floral siempre han sido víctimas, y lo siguen siendo. Unas veces de la guerrilla, otras de los paramilitares e incluso del mismo Gobierno. En la niñez del hoy profesor Honey Oviedo Domínguez, pocos fueron los juegos, por el contrario, abundó el trabajo de campo que dejaba buenos frutos y les permitía vivir sin problemas en el campo. Recuerda que su padre, Fancisco Oviedo Torres, cultivaba el campo, criaba ganado, cerdos, chivos y gallinas, lo que le permitía vivir sin problemas en el campo. Era común ver a guerrilleros en el pueblo, paseándose con tranquilidad con sus armas en la mano, llevándose aves de corral, cerdos y hasta novillas. Nadie intimó con ellos, sin embargo, pagaron con la muerte su “relación” forzada con aquellos hombres y mujeres, algunos de su misma estirpe. La vida en las ciudades, Sincelejo, Cartagena y Barranquilla, no fue fácil. A algunos de los desplazados de El Floral les tocó vender bolsas de agua, cachivaches, trabajar de sirvientes, mientras que otros tomaron caminos distintos, donde el hambre y la miseria fueron los protagonistas, alejados por completo de la facilidad que les brindaba el campo. El retorno El retorno de los habitantes de El Floral comenzó en el 2006, un año después de la desmovilización de los paramilitares. Pero en el 2008 llegaron más familias al pueblo a comenzar de nuevo, después de la operación “Rastrillo”, coordinada por el Ejército en los Montes de María. Muchos no querían retornar, pero prefirieron hacerlo cuando vieron que sus hijos estaban tomando malos caminos. Otros se cansaron de pasar hambre. Hoy El Floral es habitado por 40 familias, cuyo único deseo es seguir cultivando la tierra. Honey Oviedo es claro cuando afirma que ninguna entidad del Gobierno les acompañó en el retorno. Sin embargo, agradece al Centro de Coordinación Integral de Montes de María, entidad que los asesoró para que se organizaran y trabajaran unidos en una asociación de campesinos, que hoy lucha por créditos y un banco de maquinaria que les permita mejorar su condición de vida. Honey Oviedo afirma que no ha sido fácil retornar, sobre todo cuando la pesadilla de aquel 16 de octubre los acompaña de día y de noche. Afirma que las tierras fértiles de El Floral producen yuca, ñame, maíz, aguacate y otros productos, los mismos que no pueden comercializar porque no hay vías. “Si solo tuviéramos vías, la cosa sería más fácil”, advierte. Honey sonríe y habla de la tranquilidad que les ha dado la Infantería y el Ejército de Colombia. “Allá en El Floral todo el mundo duerme tranquilo, pero necesitamos que nos construyan la escuela para que los niños dejen de recibir las clases a la intemperie y que nos ayuden a arreglar las vías. Son cuatro horas a lomo de mulo que se tarda uno en llegar con los productos a Macayepos. Ojalá nos dieran una mano”, dice el líder de una comunidad que no se repone del asesinato de sus familiares y amigos. Lo peor es que nadie sabe por qué.

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