“Lolo”: Taur, bailador, peleador, machetero y enamorador. Cuentan sus vecinos que lo vieron crecer, entre ellos Miguel Buendía Ramos, el primer alcalde de Ahorcagato, uno de los barrios más suigeneris de Arjona, que desde muy niño desarrolló una inteligencia y malicia sobrenatural, por lo que siempre quería ser el primero en todo. “Lolo” fue el único que aprendió a leer y escribir en la familia Hurtado Muñoz, quién, además, tenía un secreto para todas las cosas: para conseguir mujeres, para sacar la tarea del monte primero que los demás macheteros, para jugar al siglo, al dominó y arrancón. En fin, en todos los juegos de mesa era el mejor. A “Lolo” Se convirtió en una costum-bre “mondar” a todos sus contertulios en la mesa que todos los sábados y domingos colo-caba su cuñado Rafael Martínez en la esquina de la tienda del Alcalde de Ahorcagato o en las puertas de los bailes de “Cande Tijera”, “Casimira” o Esperanza Florez. José Polo, contratista de fincas de la región, generalmente daba anticipos de los tra-bajos de desmonte, que finalmente, casi siempre, terminaban en los bolsillos del “Lolo”. Esta fue la causa para que “Lolo” con su primo hermano “El Tingue” (José Luis Muñoz) se transaran en una de las peleas callejeras más reñidas que se han dado en Arjona (“Lo-lo” mondó a “El Tingue”, motivo de esta riña). Pero la ambición de “Lolo” fue más allá, dicen que los secretos que tenía se los había dado el Diablo, mediante un pacto. Pero “Lolo” a cambio debía entregarle el alma de un ser querido. El escogido fue su sobrino Apolinar, aunque “Lolo” no le cumplió al Diablo, y el rey de la maldad decidió llevárselo. Pero el Diablo insistía en llevarse también a “El Tin-gue”, en medio de la pelea. El cielo se nubló y comenzó a caer un torrencial aguacero con truenos y centellas. Las rezanderas del barrio no tenían el suficiente poder para alejar a Sátanas del barrio de Ahorcagato y hubo la necesidad de traer al padre Marrugo para bendecir las casas a sus habitantes y colocar una rama de Olivo en la puerta principal. Dicen que en medio de una polvareda desapareció el Diablo amenazando a “Lolo” con llevárselo en otro momento. Todos se fueron dejando a los dos peleadores en la calle junto al cura y a las dos rezanderas. Un fuerte olor a azufre inundó el ambiente. Cuento 2 A Miguel Castaño Bossio (El Pelao) y Juan Velásquez Cowan, inseparables amigos, bailadores y parranderos, les ocurrió un chasco que cambió sus vidas para siempre. Un sábado del mes de octubre de l957, coincidían 4 bailes de ponina en el barrio, en casas de familia que eran alquiladas para tal fin por los cabezas de baile (organizadores) Cande Tijera, Casimira, Cristina Castilla, Esperanza Flores o Tulia Bárcenas. Pero los bailadores inseparables esa noche estaban bien limpios, como dice el dicho “más que una pepa de guama”. La primera ocurrencia de Migue “El Pelao” fue ponerle un plomo (fíao) a “Nacho” Ortega, fabricante y distribuidor del mejor ron Ñeque de la región. Pero ¿y la ponina (plata) para el baile?. A Juan se le ocurre que la mejor forma de conseguir dinero era llamar al Diablo y pactar con él un arreglo. ¿A quién le entrega-mos?, preguntó Migue “El Pelao”. Juan en forma dubitativa, con su dedo índice colocado sobre la cien derecha, contestó: -“Ya…;..Ya…;.Ya…;ya lo tengo, Migue ya lo tengo. - ¿Quién es?, ¿Quién es?, volvió a indagar “El Pelao”. -“Dionisio, Dionisio mi primo, Dionisio Guardo (El Manco)”, contestó Juan. -“¿Y el Diablo lo aceptará?, porque con lo exigente que es en la celebración de un ne-gocio, no creo que haga el pacto”, recalcó “El Pelao”. -De qué va, va”, dijo Migue “El Pelao”. El sitio escogido por estos intrépidos bailado-res fue el pozo del Tío Alejo (hoy barrio El Ceibal). Diez de la noche, oscura y relampa-gueante (noche tigrera) y para ese ritual había que estar en temple. “Diablo…;…;.Diaablo…;…;.Diaaaablo…;…;..Diaaaaaablo”, gritaban a todo Pulmón, a dos voces. No había respuesta. Había un silencio sepulcral y al rato se escuchó un trueno de padre y señor, acompañado de un relámpago como de 20 segundos que iluminó a Ar-jona. Los dos bailadores pasaron raudos por la puerta del baile de Casimira, en la calle de Las Palmas, siguieron derecho pasaron por el billar de José María Ballestas, y cuentan que se hicieron en la ropa del tremendo susto. Al día siguiente, Dionisio como buen madrugador, tomándose un tinto bien caliente en la tienda de Eufemia Castro, se enteró de lo sucedido y la respuesta fue “jua, jua puta y porque carajos no entregaron a su mae”. “A propósito de La Bola de Candela y el Pavo Negro" A mí que me lleve el diablo. El diablo será el partero. (Frases alegóricas al diablo con un significado costumbrista) “No es necesario afirmar que uno de los recursos estilísticos usado por los composito-res en las canciones de nuestro folclor musical para relatar leyendas y cantarle a Lucifer es la alegoría, figura literaria que viene del griego "Allegorein” que significa, "Hablar figuradamente" (Ariza Romero Carlos, en la Alegoría del Diablo en la canción vallenata). Ya he escuchado en más de una oportunidad el merengue vallenato “La Bola de Can-dela”, del compositor guajiro Hernando Marín Lacoutiere (Q.E.P.D.) e interpretado por Peter Manjarres y el acordeón de Emilianito Zuleta Díaz, lo mismo que he leído y releído la Leyenda del Pavo Negro, de la autoría del médico sanjuanero, Edwin Calvo Ramos. Gracias a Zulma Valdés administradora de la tienda “El Compae Chipuco”, de la Fun-dación Festival de la Leyenda Vallenata (Valledupar), cayeron en mis manos 5 ejempla-res de diferentes autores de esa región, cuya temática es-tá relacionada con el folclor va-llenato. Pero en especial he degustado, subrayado, hojeado y hojeado uno cuyo autor es el abogado folclorista nacido en Urumita (Guajira), Carlos Ariza Romero "La Alegoría del Diablo en la canción vallenata”, narrativa, costumbrista, alusiva a Mefistófeles o Lu-cifer, “El Príncipe de las Tinieblas, cuentos y leyendas” que solo se dan en el Caribe Colombiano, el mundo macondiano de nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez (1982). Lo narrado por los autores, Marín Lacoutiere y Calvo Ramos en “La Bola de Candela” y “El Pavo Negro”, respectivamente, el primero narra así en su primera estrofa: Vengo a contarles la historia de cosas que pasan en nuestra región hay muchos que creen en el diablo que piden dinero con la condición que hay que entregar un traba-jador todos los años el distinguido que entre todos sea el mejor ( PP 49). La genialidad de este trovador guajiro consiste en haber revivido el canto de leyenda, poniéndole música al cuento realidad, conjugando lo histórico con lo imaginario y lo cual puede verse como una forma de realismo mágico en el paradigma del universo macon-diano ( PP 50 ). “Es más realidad, que ficción” (G.G.M) Por su parte, Calvo Ramos (San Juan Nepomuceno) narra en su texto “La Leyenda Del Pato Negro” de como un famoso hacendado de su natal San Juan (Bolívar) había pactado entregar el alma de un trabajador todos los años, y a cambio todas sus vacas pa-rirían todos los años par de terneros cada una, sus gallinas pondrían huevos tres (3) veces al día, sus puercas parirían de 20 chonchitos en adelante, los pastos de sus fincas siem-pre estarían verdes (no habría verano nunca). “Al Diablo no le gusta hacer pactos con personas indigentes o 3 personas de precaria condición económica, como tampoco con los asalariados y ventajistas sino con gente responsable, de excelente relaciones publicas adineradas y Emprendedoras”, dice (Ariza Romero Carlos, en Alegoría del diablo en la canción Vallenata, pp 51). * Docente, investigador, historiador*
Regional
En Arjona también salió el Diablo
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