Regional


La Guardia Cimarrona, por la resurrección de Palenque

ANÍBAL THERÁN TOM

06 de septiembre de 2009 12:01 AM

Un domingo de hace tres años cuando los enfrentamientos entre pandillas por poco dejan un muerto y varios jóvenes caminaban como zombies —quizá por los abusos de la droga y el alcohol— algunos ancianos aseguran aún que varias lágrimas rodaron por el rostro de bronce de la estatua de Benkos Biohó, erigida en la plaza del palenque San Basilio, primer pueblo libre de América. El hecho causó alarma, si se tiene en cuenta que ese día los palenqueros comenzaron a advertir que sus muchachos, influenciados por otras culturas, estaban salidos de casillas, pues las fiestas demoraban hasta tres días y el respeto por su cultura se estaba perdiendo de plano. Esa mañana, los gritos de desesperación de una madre dolida porque su hijo corría de un lado a otro, como loco, con los ojos desorbitados por los abusos de las drogas, se ahogaron en su garganta. Centenares de personas sentían que por efectos de alucinógenos y alcohol Palenque no brillaba en el deporte, sino que ahora producía piltrafas humanas. Estos hechos rompieron la tranquilidad de la mañana. El alboroto fue grande. Cuentan otros pobladores que la estatua de Benkos habló. Habían escuchado la voz ronca de un hombre que salía del monumento a la libertad, y en lengua palenquera antigua decía frases ininteligibles. Ese día, la luz del sol se ocultó de repente y la comunidad salió a las calles y muchos se agolparon cerca de la estatua del africano que los libertó. Como para rematar, se fue la energía eléctrica, por lo que se apagaron los potentes picós que vomitaban melodías de la denominada champeta criolla. Y el silencio se apoderó del poblado. Ya en la noche, después que muchachos sin ley quebraran la paz de Palenque, Lizandro Miranda Herrera reunió a un grupo de veteranos, y con un discurso emotivo los invitó a retomar las banderas de su fundador, Benkos Biohó. Y así se reactivó la Guardia Cimarrona. “Miren lo que está ocurriendo. Andan diciendo que Benkos lloró y habló en la lengua nuestra. Debe sentirse atormentado por lo que está pasando. Debemos salvar a nuestra descendencia de esa droga llamada marihuana, y las demás derivadas de la cocaína”, así dijo Miranda ante sus amigos, quienes juntaron las manos en señal de unión y juraron trabajar por su comunidad. Aunque no fue fácil convencerlos, pues estas labores nadie las paga y los miembros de la Guardia Cimarrona, después de laborar un día en el campo, deben dedicarse a trabajar por una causa noble, garantizando la seguridad de su Palenque adorado. Es claro que con la reactivación de la guardia cimarrona comenzó a alejarse el mal de Palenque, el corregimiento de Mahates, donde nació Antonio Cervantes “Kid Pambelé”, el más grande icono del deporte colombiano. El consumo de alucinógenos entre los jóvenes era lo que más preocupaba a Lizandro y a sus amigos, ya que se había perdido el respeto por los mayores. Y las costumbres, esencia de ese pueblo, comenzaron a ser desplazadas por modos de vida, copiados de las grandes ciudades. Algunos jóvenes dejaron las tareas en el campo y deambulaban de día y de noche por las calles del pueblo. Aumentaron los hurtos y los problemas, porque muchos padres tapaban las faltas de sus hijos, quizá por miedo. I Un Ejército conformado por unos 30 hombres mayores de 55 años, comenzó a patrullar el pueblo, armados de coraje y de unos bastones de madera. Los integrantes de la “Guardia Cimarrona” juraron erradicar las malas costumbres del Palenque, el mismo pueblo que Benkos Biohó, también conocido como Domingo Biohó, fundara entre 1600 y 1603 con esclavos que escapaban de las casas de los españoles en Cartagena, en la época de la Colonia. La Guardia Cimarrona actual tiene los mismos preceptos que la creada por Benkos Biohó hace más de 400 años cuando los españoles buscaban acabar con el palenque San Basilio y devolver a sus escasos habitantes hacia el yugo de la esclavitud. En sus primeros días, La Guardia Cimarrona comenzó a luchar contra los expendedores de droga y los ladronzuelos, aquellos responsables de los robos de patos, gallinas, puercos y hasta de la ropa que encontraban colgada en los patios. En esas estaban una noche cuando escucharon, al interior de una casa, los sollozos de una mujer, quien salió a la puerta, los escuchó hablar y les dijo que un tipo que se hacía llamar “El Tigre” llegaba todos los días buscando comida y plata, y si no le daba algo, la maltrataba. Se enteraron que “El Tigre” hurtaba, consumía droga y le faltaba el respeto a todo el mundo. Era un hampón completo. Pasaron los días y los miembros de la Guardia Cimarrona intentaron por todos los medios ubicarlo de día, pero nunca lo hallaban. Entonces, decidieron perseguirlo de noche, debido a que los comentarios de la gente apuntaban a que salía a hacer sus fechorías acompañado de la oscuridad, y de día dormía, como los verdaderos tigres. Días después de iniciar su búsqueda, lo hallaron por las afueras del pueblo, drogado y sin camisa. “Era alto y corpulento, pero con la cara descompuesta”, recuerda Juan Villegas Salinas, miembro de la Guardia Cimarrona, quien advirtió que el delincuente se daba golpes de pecho y gritaba: “Soy ‘El Tigre¡, el rey de Palenque y hago lo que se me da la gana”. Los tres hombres de la Guardia Cimarrona, que hacían el recorrido, trataron de intimidarlo con un revólver 38 largo que llevaba al cinto Juan Villegas Salinas, y dos machetes viejos. “El Tigre” había sacado un puñal de acero. “Vamos a pelear como hombres”, dijo “El Tigre”, pero Juan Villegas lo increpó, advirtiéndole: “Se encontró el hambre con la comida”. Los dos hombres se trenzaron en una lucha cuerpo a cuerpo por varios minutos. Se tiraban golpes y parecía que “El Tigre” saldría vencedor, sobretodo cuando gritó en voz alta: “¡Oooh Sansón, dame tu fuerza! Y pareció ser cierto, porque doblegó a Juan Villegas, tirándolo al piso y montándosele encima. Así lo mantuvo un rato, pero no contó con la astucia de Villegas, quien le propinó varios golpes en las pantorrillas y el muslo, haciéndolo caer. Ya en el suelo lo remató con una seguidilla de golpes en el estómago y la cara. Así venció el hombre a “El Tigre”, quien terminó llorando y pidiendo perdón. Esa misma noche se lo entregaron a los soldados del Batallón de Infantería de Malagana. Desde entonces, más nunca se le ha visto en Palenque. Así comenzaron a trabajar, en un principio, solos, y después con la ayuda de la Policía y el Ejército, hasta que limpiaron a Palenque de las escorias que le hacían daño a la gente. II La Guardia Cimarrona cuenta hoy con uniformes que les consiguió el coronel de la Infantería de Marina, Horacio Zea, quien, además, los incentiva a seguir rescatando sus costumbres. En Palenque, todos respetan a La Guardia Cimarrona, pues sus integrantes son personas probas, que han sido fieles a su estirpe. Una de las mujeres que hace poco ingresó a La Guardia Cimarrona, María de los Santos Cáceres, dice que lo más importante de este trabajo es el rescate de las tradiciones. “Por ejemplo: nosotros tenemos nuestros ritos como el Lumbalú, que se ha ido perdiendo. Además, debo decir que con el tiempo se han cambiado los papeles y ahora la mujer palenquera, que tanto luchó por tener oportunidades, se ha vuelto libertina. Por eso hay que apuntarle a la buena crianza para que nuestra sociedad mejore”, dijo. Otros miembros de La Guardia Cimarrona opinan que los preceptos de la etno educación deben mantenerse. “El hombre palenquero trabaja duro para conseguir el sustento, pero la mujer también ayuda. Aunque muchos creen que las mujeres son las que deben trabajar, y los hombres quedan flojeando en la casa. Eso no es así, aquí todo el mundo trabaja”, dijo otro miembro de La Guardia Cimarrona. “Nosotros seguiremos trabajando por mantener nuestra cultura y nuestros principios, pues Palenque es un patrimonio que debe conservarse. Por eso nos sentimos orgullosos”, dijo Bernardino Reyes Miranda, un licenciado en Filosofía, que estudia la cultura de su pueblo. Los miembros de La Guardia Cimarrona caminan hacia la estatua de Benkos Biohó para posar para la foto que ilustra este reportaje. Uno de ellos coloca su mano derecha en la cien derecha para advertir: “Periodista, debe anotar que nosotros ya cursamos una invitación a Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos. Esperamos que nos visite para que, como negro que es, conozca nuestra historia y sirva de ejemplo a nuestras generaciones. Ante tanta discriminación, es bueno que vean que un negro puede llegar a ser presidente de la nación más poderosa del mundo”. *** La Guardia Cimarrona rodeó la estatua de Benkos Biohó, quien con los brazos levantados, muestra las cadenas rotas que lo ataron por muchos años. No lo ví llorar. “Lo más seguro, es que ahora ría. Es que ya el mal se fue”, remató Lizandro Miranda, el presidente de la guardia.

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