Regional


La paciencia inagotable de los Mejía

ANÍBAL THERÁN TOM

29 de agosto de 2010 12:01 AM

“Pluto”, el perro; “María”, una puerca mona de 50 kilos y las tres gallinas que le quedan a los Mejía, son los únicos que se muestran impacientes ante el encierro a que los ha sometido el Río Magdalena desde hace dos meses, cuando sus aguas se desbordaron. En el pedacito de tierra donde está la casa, los animales caminan de un lado al otro: inquietos, como desesperados, mirando el agua que los rodea. Los niños juegan metidos en el agua que el río les trajo hasta lo que fue su jardín, vigilados por una mujer madura que a la vez cocina en una olla gran-de y negra. La escena es conmovedora. Las casi cinco hectáreas de tierra donde había yuca, malanga, ají, plátano, arroz y varios frutales están inundadas por completo, incluso parte de la casita de bahereque, barro y palma. Adolfredo y Martha, los jefes del clan de Los Mejía, se han negado a salir de su casa, en la zona rural de Mompox, y allí viven cada creciente al amparo de Dios. En la familia hay dos niños, un adolescente y tres adultos, que debieron ayudar a aterrar la casa para evitar que el agua se quedara allí para siempre. Pese a su rutinaria vida, manifiestan, ser felices; siempre están de buen humor a pesar de que todos los días deben salir a buscar el sustento entre lo poco que dejó la creciente. Su casa, rodeada de agua, está a media hora de Los Piñones, corregimiento de Mompox que también está inundado. En ese pueblito donde la gente también aprendió a convivir con el agua hasta el cuello, estudian los hijos del clan de los Mejía, pero desde hace dos meses cerraron el colegio porque también está inundado. En la zona rural de Mompox, compuesta de 24 corregimientos dispersos, todo es agua. Extensas zonas cultivadas están inundadas, pero sus habitantes, entre ellos los Mejía, se niegan a salir. La razón, según Adolfredo: “Ese es el desti-no del hombre ribereño y nosotros lo asumimos. Si salgo de aquí no tengo a dónde ir. A pedir, no. Mis padres me enseñaron a convivir con el agua, te-niendo claro que las áreas de cultivo son prestadas, porque son inundables. Así tengamos escritura, estas tierras pertenecen al río en la época de invier-no”. Los planteamientos de Adolfredo Mejía, campesino de tiempo completo que está entrando a los 50 años, son lógicos y aduce que se los enseñó su padre, quien a la vez aprendió con su abuelo a entender el comportamiento del río. Explica que ahora el río crece más rápido porque le han construido muros de contención cada vez más altos y no permiten que se desborde y busque su cuenca, como solía ocurrir cuando era niño. Por esa razón, las crecientes no demoraban tanto. Adolfredo advierte que aunque este año el invierno se adelantó, logró prepararse un poco para que su familia no pasara tantas necesidades. “Gracias a Dios logré recoger media hectárea de arroz, una de maíz y aún tengo unas 500 matas de yuca y otras de plátano que se salvaron. De eso vivimos. En los últimos dos meses, nos hemos comido como 10 gallinas, cinco patos y dos cerdos. Ya es poco lo que queda, pero esperamos que al-cance para cuando llegue el verano, para no tener que sacrificar a ‘María’, la lechona”, señala. Según Adolfredo, en esta oportunidad no les ha llegado ayuda alguna del municipio de Mompox. “En otras crecientes han traído mercaditos y plásticos que nos alivian un poco la vida”, dijo. Adolfredo sale a pescar todos los días y algo lleva para su casa. A veces logra sacar bagres, bocachicos, currulao, doncellas y hasta mojarras loras. Por eso, asegura, su familia no pasa trabajo con la “liga”, pero advierte que es “sólo por ahora, cuando aún el río está metiendo agua por los caños a las ciénagas”. Adolfredo y los miembros de su familia han vivido los últimos dos meses sin energía eléctrica, porque un transformador se dañó con la primera inundación y los operarios de la empresa de energía no han encontrado el camino para reparar el daño. Sus hijos se la pasan todo el día de un lado para otro, mirando el río, jugando con el perro, las gallinas y la lechona para no aburrirse. Cuenta Adolfredo que la creciente les ahogó una vaca y a su ternero. “Todo lo que nos ha dejado es pura pérdida, pero aquí seguimos”. Sus niños se divierten escuchando las historias que les cuenta su padre y se duermen temprano, eso si después de regar gasolina, ACPM o gas alre-dedor de la casa para alejar a las culebras. “Es nuestra vida. Así nos tocó”, remata, Adolfredo. Llegaron las ayudas El alcalde de Mompox, Alberto Hernández dio a conocer que de la oficina de Prevención y Atención de Prevención y Desastres del nivel nacional llegaron 3.000 mercados y 1.000 toldillos que comenzaron a ser repartidos en los damnificados. “Estos mercados comenzaron a ser repartidos en los corregimientos de Bomba, Travesía, Villanueva, San Ignacio Santa Elena, Santa Rosa y La Ja-gua. Nos anunciaron que llegaran otros 3.000 mercados para igual número de familias damnificadas”, dijo Según el Alcalde, en el día de hoy llegaran otros 1.000 mercados que donó un empresario momposino que serán repartidos entre las familias más pobres del casco urbano y de los corregimientos Los Piñones, Rinconada, Ancón y otros. En Mompox, hay unas 7.500 familias damnificadas por las inundaciones, muchas de las cuales siguen viviendo en condiciones deplorables porque no tienen a dónde ir.

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