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Lo daban por ahogado y aparece 11 años después

REDACCIÓN COLOMBIA

09 de marzo de 2012 12:01 AM

Después de 11 años de angustia, pena, dolor y desilusión, ayer regresó la alegría a la vivienda ubicada en la calle Páez del barrio Versalles, donde en el año 2000 desapareció un joven a quien dieron por muerto, después que cayera a las turbulentas aguas del Río Magdalena en el puerto de Marquetalia.
Todo el mundo estaba seguro que había fallecido ahogado, luego de haberse embarcado en una canoa, de la cual, supuestamente, se cayó para desaparecer en las aguas del Río Magdalena.
Pero hace poco Alejandro Martínez Barroso, conocido como “Yayo” por familiares y allegados, regresó a su hogar, sano y salvo, pese a tener un serio problema de comunicación, ya que, al parecer, donde estuvo todo este tiempo, no fue muy bien tratado.
El joven, quien hoy tiene 23 años, fue el mismo que ese mediodía del 30 de diciembre de 2000, cayera al río desde esa canoa y cuyo cuerpo nunca fue hallado, por lo que fue dado por muerto.
Sin embargo, su familia no perdió la esperanza y lo buscaron por muchos lugares de Colombia, viajando a donde les decían que lo habían visto. Ellos nunca se dieron por vencidos, su padre Alejandro Martínez Peña, más conocido en Magangué como “Picho” Peña, estuvo hasta en Venezuela, recorrió todos los puertos sobre el río ubicados entre Magangué y Bocas de Ceniza, con la esperanza de encontrarlo vivo o muerto, pero todo fue en vano, nadie le daba razón de su pequeño, que en ese entonces contaba con doce años de edad.
En aquella ocasión, los organismos de socorro suspendieron la búsqueda, luego de varios días, con la convicción de que el Río Magdalena se lo había tragado, situación que desgarró el corazón de todos los miembros de su familia.
Los padres de Alejandro, “Picho” Peña y Marisol Barroso Quiroz, y su abuelita Delfina Peña Rodríguez, lo buscaron en Zambrano, Plato, Pinto, Tenerife, Santa Ana (Magdalena), Medellín y Cartagena.
Cuenta una de las hermanas de “Yayo”, que el 31 de diciembre de 2000, un día después de la desaparición del joven, y al ver la angustia en la que se encontraba su señora madre le dio una pastilla, pero por error le proporcionó una dosis muy grande.
“Casi la mato, mi mamá estuvo dormida casi dos días”, aseveró la mujer, hoy más contenta que nunca.
El padre añadió que el estado psicológico de su esposa lo preocupó tanto que en varias ocasiones la llevaron hasta donde un siquiatra, pues varias veces intentó lanzarse al Río Magdalena a acompañar a su hijo.
Otras veces la mujer se iba y tiraba flores al Río Magdalena, para rendirle un homenaje a su hijo desaparecido.
En estos 11 largos años, cuenta el padre, mandaron a celebrar cualquier cantidad de misas y jamás perdieron la esperanza, “Dios fue testigo de nuestra angustia”, dijo la mamá de “Yayo”.
El día anhelado
Y por fin llegó el día anhelado. El martes pasado, una tía del joven, quien es cristiana evangélica, se fue a orarle a una pareja de amigos que tienen problemas.
En medio de sus rezos les decía que miraran la vida desde otra óptica, que le agradecieran a Dios que ellos estaban completos, que eran una familia privilegiada, contrario a su familia.
Les contó que hacía 11 años habían perdido a un sobrino adorado que se ahogó en el río y su cuerpo nunca apareció. De inmediato, Walter, el hombre de la pareja por cual ella oraba, le pidió que le describiera cómo era el niño.
El hombre le contó que en Santa Lucía, un corregimiento de Magangué, ubicado a pocos kilómetros de la cabecera, Magdalena abajo, vivía un muchacho de unos 22 años, a quien llamaban “el chigüiro” y residía en la casa de la señora Candelaria Chacón y Víctor Castillo.
Refirió que el joven no era hijo de esa señora y que había llegado al pueblo tras ser recogido por el señor José Domínguez, quien se lo entregó a dicha señora.

La mujer se fue hasta su casa y le avisó a sus familiares lo que le contó Walter y al día siguiente, el pasado miércoles, madrugaron hacia el corregimiento y al llegar a la vivienda indicada y ver al joven, se escuchó el grito de su madre.
La señora con solo una mirada lo reconoció, pero se acongojó al ver el rostro de su hijo maltratado por la vida que llevaba, durmiendo encima de unas tablas y mal cuidado.
Me llegaron a comentar que lo tenían para cargar agua, hacer mandados y hasta le daban trago y lo ponían a bailar”, contó la mamá de “Yayo”.
Instinto de madre
La madre lo reconoció, además del instinto maternal, por unas cicatrices que el joven tiene en la cabeza y en uno de los dedos de su mano derecha.
Enseguida iniciaron el proceso para recuperarlo, apoyados por el personero de Magangué, Giovanni Urrea, y la Comisaría de Familia, Janeth Reyes.
Marisol anunció que la familia va a iniciar un proceso contra la señora Chacón por secuestro, ya que en múltiples ocasiones en Magangué medios de comunicación y mediante fotos en las calles, se destacó la búsqueda desesperada de esta familia de su hijo desaparecido.
Ayer en horas de la mañana, “Yayo” regresó a su casa en medio del jolgorio de sus familiares y amigos de la infancia, quienes no daban crédito a lo que veían sus ojos: su entrañable amigo, compañero de bola de trapo, maldades inofensivas en las calles del barrio y juegos infantiles, había aparecido, luego de once años de “haberse ahogado”.
Para muchos esta es una historia sacada del mejor libro de cuentos de fantasías.

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