Regional


Tres guardianes tiene la Vía Santa Rosa-Villanueva

ANÍBAL THERÁN TOM

07 de junio de 2009 12:01 AM

El hombrecito pequeño y delgado que se observa a lo lejos parado en una sola pierna, como suelen hacerlo las garzas, hace señas con las manos y grita con fuerza y dicción de gringo cosmopolita: ¡stop!, ¡stop!, obligando a los carros que transitan por el tramo destapado de la vía que une a Santa Rosa con Villanueva, a 7detenerse. Los exagerados gestos del hombrecillo, que levanta una pierna como haciendo piruetas y brinca con un estilo parecido al del rey de las artes marciales Bruce Lee, obligan al conductor a detener la marcha del carro casi abruptamente. Acto seguido el pasajero baja el vidrio y el hombrecillo con la educación de un Sir, como los de las películas inglesas, da los buenos días y saluda con respeto, advirtiendo, con el tacto de un psicólogo y cierta prosopopeya, que no se debe andar por esa vía, llena de huecos, cráteres y malformaciones, a altas velocidades porque puede ocurrir un accidente. Al tiempo que habla muestra pierna izquierda, la misma que mantenía enredada al mango de una pala, que ahora agarra con sus manos y comienza, sin dejar de hablar, a tirar tierra de la orilla a un hueco, no tan grande como profundo, localizado justamente frente al carro. Después aplana la tierra con la pala con fuerza, dejando una parte del hueco al mismo nivel del resto de la vía. “Uno cuando transita por carreteras como esta debe tener cuidado. Ayer no más un muchacho insurrecto que manejaba una moto roja y vieja se reventó por allá adelante porque no me escuchó. Iba a alta velocidad y se resbaló en un charco. ¿Usted no sabe?, está en cuidados intensivos del Hospital Universitario, pues se rajó la cabeza porque no llevaba casco, según dijo Campo Elías Teherán, el periodista e de RCN”, advierte el hombre mostrando un radiecito viejo, cuyo sonido es brillante, que, según él, es estéreo. “Yo me gano la vida tapando huecos desde hace como año y medio porque me dí cuenta que tenía que dedicarme a ayudar a la gente. Eso sí, no me molesto si me regalan una monedita, pero ojalá sea de $500 porque usted sabe: todo está caro”. El pasajero se revisa los bolsillos, mientras Justino lo escruta con la mirada, saca un billete deteriorado y arrugado de $1.000 y hace señas para entregárselo. El hombre, quien después del acto estira su mano y camina dos pasos, arrastrando su pierna izquierda hacia la ventanilla del carro, suelta la diatriba de su vida: “Yo nací de malas. De vaina puedo caminar. Me jodió, primero una enfermera un poco tosca que vivía en Villanueva cuando me fue a inyectar siendo un bebecito y me puyó el hueso de la nalga; y después me atacó el polio, como para remate. A raíz de esa situación tengo la pierna derecha más gruesa que la izquierda, y cojeo. Es por eso que me dedicó a guiar a la gente que pasa por aquí y a tapar huecos. A mí hasta con el nombre me jodieron. Me llamo Justino Torrecilla Cabarcas, para servirle. Usted cree que la vida ha sido justa conmigo, ¡nooo que va!”. El conductor y el pasajero se despiden de Justino, no sin antes preguntarle cuántos kilómetros faltan por pavimentar entre Santa Rosa y Villanueva: - “Cinco y seiscientos veintitrés metros”, contesta con seguridad, asegurando que se lo dijo un empleado del Instituto Nacional de Vías. Los comentarios entre el pasajero y el conductor del vehículo no cesan porque es tal la cantidad de huecos que tiene ese tramo que es difícil andar a más de 20 kilómetros de velocidad. “Es cierto lo que dice Justino, hay peligro de accidente”, comentan entre si. II Mientras avanzan, el sol se siente con más intensidad. Son las 12 del medio día y a menos de dos kilómetros otro hombre, de más edad, se observa picando la tierra de un lado de la carretera para después tirarla sobre los huecos. El conductor detiene el vehículo porque ahora el tipo saca la pala y también comienza a aplanar la tierra, justamente frente el vehículo. Detiene su labor y se acerca corriendo como boxeador amateur, dando saltitos cortos. Nuevamente, el pasajero baja el vidrio y el hombre suelta una sonrisa para después pedir una ayuda. El pasajero se baja, armado de una cámara fotográfica y comienza a disparar el obturador. El hombre, sin que nadie le preguntara nada, confirma que su nombre es Jaime Martínez Martelo, y tiene 74 años de haber nacido en Villanueva. Revela que desde hace 14 años se inició como tapa huecos, pues empezó desde San Estanislao de Kotska-Arenal cuando aún no estaba pavimentada la carretera y ahora trabaja en el tramo que el Invías dejó sin pavimentar en la carretera Santa Rosa-Villanueva. - ¿Qué hago?, ¿Cómo me pongo?, ¿Esto para qué es? - “Para el periódico El Universal”, le contesto. Don Jaime, el campesino que abandonó el campo porque no tenía tierras donde cultivar maíz y yuca, suelta su lengua para decir que es hora de que el Presidente Uribe sepa lo que hace un viejo de Villanueva porque nadie lo ayuda. Ahora suelta la pala, agarra el pico y comienza a golpear a un costado de la vía, posando para el fotógrafo amateur. Gotas de sudor bajan por su cara. “Tómeme otra fotico para que el Gobierno vea la colaboración que le presto al país, tapando huecos. Si no fuera por mí, está vía no existiera, quizás los huecos se la hubieran tragado. Yo la he recuperado. Todos los días me bajo en un pedazo diferente. Fíjese, allá está planito y muchos creen que fue una motoniveladora, pero que va, fue apunta de pico y pala”, concluye el septuagenario hombre, que ahora suda copiosamente. “Aquí me gano 15 o 20 mil pesos todos los días, los que me sirven para la comidita de mi mujer, tres hijos y tres nietos que viven conmigo en Villanueva. Yo no aspiro a una pensión, pero si a un subsidio del Gobierno. Fíjese cuando comencé, de mi cuenta a arreglar la vía era alcalde de Villanueva Candelario Alcazar, después le siguió Marcos Mendoza, Chico Anaya, Gregorio Camacho y ahora Jorge Luis Mendoza. Imagínese si tendré tiempo en este oficio ingrato porque nadie me ayuda”, remata. El hombre se aleja un momento, mientras pasa un bus de Villanueva y el conductor le regala $2.000 en monedas de $50. Alegre las recoge y retoma el diálogo para decir que la falta de empleo y de oportunidades llevó a su yerno, Edwin Verdugo Batista, también a tapar huecos. Verdugo Batista está distanciado a un kilómetro, más o menos, de su suegro. El hombre es más diestro con la pala, que los dos anteriores, una vez divisa un vehículo se pone a trabajar y cuando pasa enfrente suyo hace una mueca con la mano derecha frente a su boca para pedir, lo que él llama, una colaboración por su ardua labor. Dice tener tiene 27 años, y ha sido picador (vendedor de yuca, plátano y verduras por las calles de Cartagena), y cultivador. Pero reconoce que en la labor de tapar huecos le ha ido mejor. “Aquí termino llevándome hasta $15.000 para la casa todos los días y con eso sobrevivo con mi familia”. Según Edwin, no todos los viajeros que usan la vía les regalan algo. “Más bien los conductores de buses, camiones y carritos viejos le colaboran a uno”. Justino, Jaime y Edwin, quienes viven sus vidas felices, aseguran que seguirán en el oficio hasta que Dios mande porque una vez el Invías pavimente la carretera, se trasladan para la vía Villanueva-San Estanislao de Kotska-Arenal, la misma que pavimentaron hace unos 5 años y ya está deteriorándose. “Siempre van a necesitar de nosotros”, remata Jaime Martínez Martelo.

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