Regional


Un artista de la basura en Magangué

GUSTAVO TATIS GUERRA

06 de diciembre de 2009 12:01 AM

Eduardo Butrón es un artista de la basura en Magangué. Todo lo que saca debajo de las aguas del Río Magdalena lo convierte en arte. Nacido hace 46 años, muy cerca de la Albarrada, recorre el río al atardecer y saca todo lo que va encontrando debajo de las aguas, con la paciencia de un cazador de tesoros. Él llama esta tarea “reciclarte”. La última vez vio una estela de rayas muertas que los pescadores habían dejado morir en sus atarrayas. También los caparazones de los galápagos sacrificados en el momento en que iban a desovar. Con la colección de tapas de gaseosas, bolsas de agua, hierros y clavos, huesos dispersos de sancochos que las fondas arrojan al río, Butrón ha creado verdaderas obras de arte. Está feliz con esa escultura que ha hecho con el hierro encontrado en el río, esa cabeza de un tipo que parece un San Sebastián con muchos clavos en la cabeza. También con la instala-ción de tapitas de gaseosas de todos los colores. Y ese trenzado de puras bolsas de agua lanza-das al río. Y ese molino con manos y pies que parece la escultura de una pesadilla. Toda la basura que duerme debajo del río se transforma en las manos de Eduardo Butrón en obras de arte. Él dice que en Magangué se vive de espaldas al río. Butrón es uno de los seis hijos de Eduardo y Marta y su fascinación por el agua empezó desde muy niño. Cree que lo hereda de su abuelo materno Carlos Hodwalker, un alemán que entró por Puerto Colombia, hu-yendo de la primera guerra mundial y fundó en el Caribe colombiano un astillero y un club de pesca, donde hoy está la Vía Cuarenta de Barranquilla. Su abuelo paterno Arturo Butrón, venido de las campiñas francesas, arribó a Magangué y creó el Teatro Carmencita. Así que sus ancestros tienen que ver con el arte y con el río. Bu-trón realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de Sincelejo y Diseño Gráfico en la Univer-sidad del Litoral de Barranquilla. Tapas de gaseosas: un arte “Contaminarte”, es el nombre con que Eduardo Butrón ha bautizado esa colección de ta-pas de gaseosas de todos los colores que ha encontrado debajo del río. Ha creado una sincronía en doce módulos de 40 x 40 cms. “Es un caleidoscopio esta ex-plosión de colores. La lección es encontrar el arte en los elementos que pueden reciclarse, pe-ro a nivel ciudadano, la otra lección es que debemos ser consumidores sensatos, prudentes, mesurados, nada compulsivos, y evitar lanzar esas tapas de gaseosas al río”. Arte de recoger huesos También recoge huesos y los convierte en arte. Estos huesos de animales muertos y algu-nos huesos humanos que el río arrastra han ido a convertirse en su instalación “Fosa común”. Debajo del río lo que hay es un osario, dice Eduardo Butrón. “Huesos de todos los sancochos que los dueños de fondas arrojan al río, y huesos de toda índole dentro de todos los desechos y contaminaciones de este río sin dolientes. Cuando sal-go a recorrer ese río por las tardes me golpea siempre la pregunta de cuándo dejaremos de te-ner al río como un depósito de basura. A mis sobrinos les digo: hay que saber qué arrojamos y dónde lo arrojamos. Nosotros somos habitantes del río. Somos acuáticos. No podemos darle la espalda al río. Me parece que los habitantes de Montería lograron recuperar su río con la Ronda del Sinú y esa es una prueba de que sí es posible cambiar el panorama desola-dor que vivimos en Magangué. No podemos decirle a una familia que deje de comer galápa-gos porque forma parte de su tradición, pero debemos decirle a nuestra gente que no pode-mos matar al galápago precisamente cuando va a desovar. Hay que cultivarlo. Es algo tenaz. Una cruzada por el río Es tal su fervor ambientalista que ha emprendido una cruzada por el río en Magangué. Dice que aún su clamor es solitario pero confía en la receptividad ciudadana. Su iniciativa está encaminada a sensibilizar a niños y jóvenes en la salvaguarda y recuperación del río, lo-grando que cada habitante de Magangué deje de arrojar basuras. Pero para empezar, su llamado es sencillo y directo: hay que sacar la basura que duerme debajo de las aguas. Eduardo Butrón no tiene ínfulas de ambientalista ni mucho menor artista, pero tiene la fe en que el arte es una alternativa para mejorar el entorno. Su voz no se pierde en el lamen-to. Su obra artística puede verse ya como un resultado valioso de su hazaña. Pero detrás de su obstinación de convertir la basura en arte, está la necesidad de que Magangué tenga una planta recicladora de desechos. Mientras tanto, el color y las formas, gracias a su ingenio y creatividad, logra resultados maravillos en la piel de la madera, el hierro, los huesos y los clavos que arrastran las aguas. Eduardo Butrón sin proponérselo se ha convertido en los últimos quince años, en algo más que en un artista de lo desechable: en un invisible guardián del río en Magangué.

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