Regional


La desgracia persigue a Emiro

EL UNIVERSAL

28 de junio de 2009 12:01 AM

Por momentos a Emiro Valdés Rodelo, de 66 años de edad, se le mete una piquiña en el cuerpo y en su mente se repite la misma pregunta, sin respuesta desde hace 9 años: “¿por qué lo mataron?” La mañana del 11 de abril del año 2000 llegaron dos camionetas con unos 12 hombres que se detuvieron a la entrada de El Yucal. Muchas personas, al ver a los tipos, se fueron al monte a esconderse. Muchos sabían que Luis Emiro Valdés Alfonso, el joven dicharachero y juguetón, de 23 años, moriría. Quizá por sentirse tranquilo, no acompañó a su padre por la mañana temprano a ‘la roza’ (sembrado), en busca de unas yucas y batatas. Luis Emiro prefirió quedarse con su madre ayudándola a lavar un lío grande de ropa. En esas estaba cuando a las 9 de la mañana los hombres armados, vestidos de civil, irrumpieron en su hogar y le dispararon a mansalva. Seis tiros de pistola lo acabaron. Nadie habló. Sólo su madre, cuando les preguntó a los asesinos, temblando de miedo y en medio de sollozos: “¿Por qué lo mataron? Él era buen hijo”. Los “paras” se quedaron un buen rato y no aceptaban que la madre se acercara al cadáver de Luis Emiro, ni mucho menos sus dos sobrinos que gritaban horrorizados. Al lado del cuerpo, las gallinas picoteaban un coagulo de sangre enorme. “Entiérrenlo rápido o lo tiramos al río”, fue la orden. Emiro Valdés Rodelo advierte: “No supe cómo, ni por qué le pegaron seis balazos: uno en el brazo, dos en la pierna izquierda y otros dos en el abdomen. Cuando llegué, encontré a medio pueblo dentro de mi casa y algo me dijo que habían matado a mi hijo. No sé de dónde saqué fuerzas para correr a buscar un cajón para sepultarlo. Al día siguiente, mi mujer se fue y juró no volver jamás. Desde entonces, todo ha sido confusión”, relata el padre de la víctima, Emiro Valdés Rodelo. “Desde ese hecho no soy el mismo. Yo vivía en San Alberto (Cesar); y, como había salido pensionado después de laborar muchos años como maquinista en una empresa, me vine para acá. Nunca le había prestado atención a los hijos porque no me quedaba tiempo, pues mi trabajo era muy duro. Esto estuvo sano los primeros años de mi regreso, pero llegó la de malas y se metieron los grupos ilegales. Acá había dos problemas: los ‘paras’ y los sapos que se encargaban de informarles mal. Unos por temor; otros, por no saber lo que hacían”. Según Emiro, en los tres años siguientes a la muerte de su hijo se acentuó el miedo en los yucaleros y muchos emigraron hacia otras partes, huyéndole a la muerte. LA MUERTE DE DEIBIS “Yo no tenía a dónde ir y me quedé aquí, solo con mi hija Deibis Valdés Alfonso, —quien viajaba regularmente a San Alberto—, y mis nietos. El 13 de julio de 2003 ocurrió otra desgracia en mi familia. Esa noche mataron a mi hija Deibis”. Emiro no puede contener las lágrimas, acompañadas de quejidos: “Yo había salido como a las 10 de la noche a buscarla, porque no había llegado, y me dijeron que la habían visto por el puente de la entrada al pueblo hablando con unos ‘paras’ que todo el mundo conocía. Hasta allá llegué y comencé a preguntar, pero nadie daba razón. “Recuerdo que encontré una chancleta azul en la mitad de la calle y un moño negro. Eran de ella. Me devolví para la casa y creo que me alcancé a dormir en medio de un ‘Padre Nuestro’, pero como a las dos de la madrugada me desperté sobresaltado y no pude dormir más. Salí a buscarla muy temprano en la mañana, y ya presentía su muerte. Como nadie me daba razón, me fui para el monte a buscar vitualla; y cuando regresaba, como a las 10 de la mañana, un muchacho me detuvo en el camino y me dijo: ‘¿Emiro, y tú qué haces aquí? ¿Es que no sabes que los paras mataron anoche a tu hija y dicen que la tiraron al río?’ Ese fue un trago amargo que me tocó tragar. “Salí como un loco, a pie descalzo, la busqué en el río Magdalena y sólo al cuarto día encontré el cuerpo podrido en un matorral. La cogí con mis propias manos y la metí en un cajón que había fiado y la enterré con mis oraciones. Casi nadie me acompañó. “Lo peor es que ahora me he enterado de que a Deibis la engañaron y se la llevaron para los lados del colegio de bachillerato, donde uno de los paras conocido de ella, la asesinó a las 7:30 de la noche. Entonces tiró el cuerpo al río”. EL DOLOR SIGUE VIVO “Ese dolor no se ha ido; y peor aún, la impotencia no me deja vivir en paz. No sé quiénes mataron a mis hijos ni cuál fue la razón o motivo. El dolor no se me quita. Los dos crímenes están impunes. Ahora mismo no creo en nadie, sólo en Dios. “A pesar de mi situación, porque la plata de la pensión no me alcanza para nada, acabé viejo y criando nietos sin padres, quizá por castigo divino. Yo, por 10 ó 5 centavos, no voy a acabar con el descanso de esas almas, desenterrando los cuerpos”. Luis Emiro dice con tristeza que los crímenes de sus hijos están impunes y no conoce los alcances de la Ley de Reparación. “Aquí seguiré criando a mis nietos Adaír y Brandon, como pueda. Ojalá que su abuela regrese algún día”. MÁS MUERTES En El Yucal, los ‘paras’ mataron a Dagoberto Almanza, en 1999; y después, acribillaron a su hermano Abraham Arsenio Almanza, quien quedó lisiado de por vida. Tampoco hubo explicación por esos crímenes. En Calamar mataron y desaparecieron a Fredy Acosta, candidato a la Alcaldía en las elecciones de 2000 y Agustín Acosta, su padre. En Barranca Vieja asesinaron a José Peñaloza Mejía en 1997. A los tres meses asesinaron a otros tres miembros de la misma familia: Martín Alfonso Mejía Peñalosa, Martín Mejía Obeso y Pedro Mejía Obeso. Tres años después, en Plato (Magdalena), mataron a Pedro Mejía Peñalosa. Sus familiares tampoco obtuvieron respuestas. Estos son algunos de los crímenes que han denunciado, pero hay otros que no se conocen, porque sus familiares no hablan. En 2001 “desaparecieron” entre Carreto y Calamar al comerciante Anuario Therán Ruiz, un hombre bueno, trabajador y de corazón grande, nacido en el Real del Obispo (Magdalena). Se dice que lo tiraron al Río Magdalena, pero su cuerpo nunca apareció. Hace tres meses Sergio Córdoba Ávila, “El Cara Cortada”, reconoció, en una audiencia en Barranquilla, que la fracción paramilitar al mando de “El Pambe” lo desapareció. El paramilitar pidió perdón. Una viuda y cuatro hijos se siguen preguntando ¿por qué? Espere el próximo domingo la segunda entrega de “¿Por qué a nosotros; Los crímenes en los Montes de María”.

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS