Es posible que nuestros ciudadanos costeros y quizás del mundo entero, no hallamos entendidos, que convivir con las plantas, es una necesidad imperiosa en la defensa de los ecosistemas del planeta. Hoy, cuando vemos que los terremotos abren los surcos de la tierra, miramos con perplejidad, que en su entorno no hay un solo árbol, sólo observamos masas de concreto de casas y pavimentos. Pues bien las raíces de los árboles, ade-más de darle anclaje, sustraer los alimentos y el agua del suelo, ejercen todo un tejido de resistencia sobre las capas superficiales y profundas de dicho suelo, permitiendo la mayor compactación del subsuelo y la roca madre, en tal sentido que cuando se produ-ce un temblor o un terremoto, los suelos no se rajan, ni las casas o edificio se caen, por-que hay millones de raíces fijadas en cada partícula o granos, de los perfiles del suelo, y por lo tanto la masa edáfica, resiste los embates de la furia de la Naturaleza. Por ello, debemos de educar a toda nuestra población que los árboles no se pueden destruir, si por el contrario impul-sar su siembra masiva, de estos guardianes de la vida y de la ecología, en nuestro en-torno humano, de esa manera estaremos siendo protegido de los vientos huracana-dos y de los temibles terremotos que se dan en el mundo y en especial en Latinoaméri-ca. El cambio climático sólo lo combatimos si tejemos de raíces nuestro fracturado y frágil planeta. Johnny Puente Doria CC 15015710 de Lorica
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