De ante mano me disculpo ante aquellos que saldrán a decirnos desalmados a quienes empuñamos la mano y la elevamos al cielo frente a la noticia de la muerte de Cano. Sucede que queremos que se acabe la guerra y así los impuestos de los colombianos se inviertan en subsidios, como por ejemplo de educación, los que hoy tanto se demandan en las calles. Este señor de abundante barba en su coqueteo frente a los medios años atrás, pero carente de esta en su descenso, tal vez atisbando una posible fuga en el anonimato de la sociedad, idealizó la muerte como puente hacia la libertad y la igualdad. Si el alma es ajena de alivio ante los hechos, entonces se desconoce la historia de un país blandido en armas y rebosante en muerte y terrorismo, o sencillamente el abandono de nuestro gobierno impide reflexionar ante el connotar de lo sucedido. Más allá de regocijar ante el difunto, me encarna una esperanza de paz y, si bien a rey muerto rey puesto, ojalá el próximo cabeza de fila, ante la encrucijada puesta, despoje sus armas y abrace la cordura y la razón. Espero que a ningún país vecino se le ocurra homenajear al caído, denigrando a los verdaderos héroes de esta hazaña, los soldados de la Patria.
Ronald Campo Wees
C.C. No.73.006.862 de Cartagena.
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