Es habitual que en tiempo de campañas el furor político esté presente en todo momento. Los ciudadanos deciden con libre albedrío a cuál candidato apoyar. Pero hay a quienes no les basta con tomar partido, sino que quieren arrastrar a los demás hacia su misma inclinación política; y, en su afán de persuadir, desacreditan a aquellos que no son de su preferencia. En estos días, las redes sociales se encuentran abarrotadas de mensajes difamadores hacia uno u otro candidato. No es propio de la ética denigrar de un aspirante por su color de piel, género, forma de vestir, o facciones, pues ni esto es el concurso de miss universo, ni mucho menos un reinado local. Aquí lo que importa es si sabe o no gobernar. La historia demuestra que hasta el más “honorable” líder es capaz de echar mano de lo ajeno. Por eso es mejor resaltar las virtudes de un político, en lugar de tratar de dañar la imagen de otro. Claro está, no podemos elegir a ningún vulgar plebeyo, como decían en la antigua roma; o a un ignorante con un aval político. Pero ese no es el caso, porque ninguno de los postulados a la Alcaldía coincide con la descripción; y, aunque siempre será incierta la intención, todos llenan los requisitos para aspirar al cargo público en disputa.
Ronald Campo Wees
C.C. No.73.006.862 de Cartagena.
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