Me pregunto en qué momento el cerro de La Popa dejó de ser el lugar de esparcimiento y de matrimonio entre la naturaleza y los cartageneros, para convertirse en una amenaza creciente que todos los años po-nen en emergencia a numerosas familias pobres. No sé en qué momento cambió su vocación de área ecológica y de pulmón de la ciudad, para transformarse en una preocupación que costará millones y millones de pesos recuperar, si es que de verdad las autoridades tienen intenciones de darle ca-tegoría de zona recreativa, turística y ecológica, como hubieran hecho en otros países, sin esperar a que primero se poblara de casuchas miserables con los resultados desastrosos de las talas de árboles y debilita-miento de la tierra. Está bien que en Cartagena hay un mucha miseria y que las sucesivas administraciones han hecho poco por resolverla, pero también es cierto que se está volviendo una costumbre reiterativa el ocupar cualquier espacio con la excusa de que no tengo donde vivir. Pero resulta que muchos de los que están ocupando los predios de La Popa tienen dos y tres casas en diferentes barrios, pero andan en busca que el Distrito les dé más plata para tener más casas. Es decir, nos hacemos los pobres cuando nos conviene. Alejandro Villa Meneses C.C.No.73.113.491 de Cartagena.
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