Hoy como ayer, a muchos les pica la curiosidad por los cristianos, que, en distintos lugares, continúan sufriendo persecución por su fe, aunque sólo se distinguen del resto de los mortales por su modo de estar en el mundo.
Son incomprendidos, pero admirables. “Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho”. Un cristiano coherente aprecia la vida, el matrimonio y la familia; no procura, en ningún caso, el aborto, pues sabe que sus hijos tienen dignidad humana desde el primer instante de su vida y que Dios los quiere. En las espinas que rodean la cabeza del Salvador, los seguidores del Crucificado encuentran un lenitivo para las suyas. Mientras otros se desesperan, ellos se mantienen serenos, pues han encontrado una razón para vivir y ni la muerte es capaz de inquietar a estos hombres que aman a todos y “viven en la carne, pero no según la carne; que viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo; que son maldecidos, pero bendicen; y los mismos que los aborrecen, no saben explicar el motivo de su enemistad”. (de la Carta a Diogneto).
Josefa Romo Garlito
C.C.No. 6915994 de Valladolid
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