Buzón


Pasión por el fútbol

En alguna ocasión, Carlos Marx afirmó que "la religión es el opio del pueblo". En ese entonces, era una verdad de a puño, pe-ro luego de más de siglo y medio, las cosas han cambiado y algunos sectores de la Igle-sia Católica y de otras religiones cristianas y no cristianas se han vuelto progresistas, hasta el punto de ser señalados como iz-quierdistas por las facciones más conserva-doras de la sociedad. Sin embargo, poco a poco, casi sin ser percibida, una nueva “droga” se ha ido apoderando de la conciencia del pueblo, penetrando en el imaginario colectivo de una masa amorfa que se deja sugestionar por los medios de comunicación. Me refie-ro a ese “nuevo opio” llamado fútbol, un deporte tan apasionante que obnubila la mente hasta del más cuerdo, por cuenta de periodistas y comentaristas deportivos, em-presas patrocinadoras, dueños de equipos, jugadores, técnicos, asociaciones y federa-ciones futbolísticas y de la misma afición, que, de manera inconsciente, se ha dejado atrapar por “ese monstruo exacerbado de la pasión”. Las transmisiones radiales y televisivas han contribuido a fomentar sentimientos de odio entre las “barras bravas” de aficio-nados o “hinchas”, para quienes su “equipo del alma” es casi un dios, con el que desa-yunan, almuerzan y cenan. Si el equipo ga-na, “mi Diosito lindo estaba de nuestro la-do”, y si pierde, ¿Mala suerte o abandono de Dios que favoreció al equipo contrario? La obsesión es tal, que se olvidan de sus problemas cotidianos personales y de los que los afectan en forma colectiva. La “pa-sión por el fútbol” ha reducido drástica-mente la capacidad de protesta del pueblo a su más mínima expresión porque, cada ocho días, cientos de miles de colombianos se entregan “a vivir la pasión” de los resul-tados de la fecha: sufren, lloran, protestan, amenazan y se matan entre sí por los en-frentamientos casi constantes de los segui-dores de los equipos, los cuales se han vuelto incontrolables para las autoridades civiles y policiales. A ello, se suman los ase-sinatos selectivos de jugadores y las amena-zas de muerte a árbitros y jugadores por los resultados negativos de un partido. ¿Será que a esto se le puede llamar “pasión”? Parodiando a Marx, una “nueva reli-gión” se ha convertido en el “nuevo opio” del pueblo adormecido: el fútbol. Rafael E. Yepes Blanquicett C.C. 9.093.223 Cartagena.

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