Buzón


Regreso al pasado

En tiempos remotos, los pobladores de Arjona, Turbaco y Turbana duraban días largos tumbando árboles gigantes y mato-rrales, dentro de un campo oculto, abrien-do trochas para encontrar un camino más digno, menos difícil y más rápido para lle-gar a Cartagena caminando o utilizando el burro, el mulo y el caballo como medio de transporte hasta lograr a través de los años la construcción de carreteras. Lo más patético es que después de esta gloriosa conquista, estas comunidades en pleno siglo veintiuno hayan sido condena-das a regresar a los tiempos de nuestros an-cestros por la medida promulgada por la al-caldesa de Cartagena, Judith Pinedo Flórez, una funcionaria ajena a los problemas y an-gustias de estas tres regiones sumergidas en un total abandono. Ella no percibió que en ese momento su atención reflexiva estaba obstaculizada y ocupada por una idea extraña, para fijarse en lo que sólo a ella le interesa y dejar a un lado a los demás, castigando de esta manera a los habitantes de estas comunidades, obli-gando e intimidando a los choferes de esta vía a dejar abandonados en sitios inseguros y bastante alejados de Cartagena a estu-diantes pobres e indefensos, a los ancianos, a los enfermos, a los que viven de la eco-nomía informal y a los trabajadores que se ganan un salario de hambre, a que se gasten diez mil pesos diarios haciendo transbordo a otro vehículo para poder llegar al Centro de la ciudad, una pérdida de dinero y tiem-po. No es lo mismo dejar a los pasajeros como antes se hacía en la Bomba del Am-paro, la Alcadesa piensa que porque es fun-cionaria, la razón, la prudencia, y la sabidu-ría son exclusivas de ella. Consideremos que es un procedimiento que se ha convertido en el manantial más abundante de incomodidades y peligros pa-ra las personas. Lo más conmovedor es que en un drama tan desventurado en que se nos quiere arre-batar el derecho a un transporte digno, los polítiqueros, que se autocalifican de salva-dores de los pueblos, brillan por su ausencia dejando a una comunidad acéfala como si no tuviera representantes que respondieran por ella y que sólo caminan cuando las pe-queñeces por las que se inspiran le traen beneficios económicos personales. Los po-litiqueros que mucho se parecen a las can-ciones de moda, que todo el mundo canta durante cierto tiempo aún cuando sean in-sípidas y desagradables, ¡Qué Horror!. Roberto Vergara Polo CC. 891.779 de Cartagena

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