Vivir cerca de una carretera o avenida en Cartagena puede convertirse en una verdadera tortura sicología para sus habitantes, pues además de soportar los interminables ruidos con los frenos y pitos de los buses, también sus vecinos tienen que soportar las velocidades que estos automotores tienen sobre nuestras vías, más de 30 kilómetros permitidos por la ley.
Un ejemplo de este insoportable caos es el que tenemos que vivir los que habitamos cerca a la carretera 14 del Barrio de Torices, que se caracterizaba por ser una de las vías más tranquilas de la ciudad e igualmente uno de los barrios donde el servicio público era casi nulo antes de las ejecuciones de los trabajos de Transcaribe. Sé que gracias a Transcaribe, en parte se ha mejorado la movilidad hacia y desde el barrio a otros sectores periféricos de la ciudad, pero esto no debe significar que sus moradores tengan que tolerar por parte de los buses los ruidos infernales de sus frenos cada vez que se detienen.
¿Para qué sirve el EPA si no hace cumplir la ley de vigilar que haya un ambiente sano y limpio de ruidos?, Cartagena parece una ciudad caótica donde cada día la indolencia hacia el ruido y cualquier signo de contaminación ambiental nos está ganando la partida.
María Libertad Botero
C.C. No 8.561.223 de Cartagena