Empezar el año nuevo frente al mar se ha convertido en una costumbre generalizada en Cartagena. Algunos lo hacen para disfrutar con la familia y amigos, otros para pasar el guayabo, y algunos más para aumentar sus recursos económicos. Lo cierto es que ir a las diferentes playas el primero de enero sigue siendo el plan favorito de los citadinos y turistas. En el 2015 no hubo excepción.
Poco antes de las 8 de la mañana empezaron a llenarse las playas de Marbella, Bocagrande, Castillogrande, El Laguito y La Boquilla. En las horas de la tarde, los 17 kilómetros de playa de la ciudad estaban completamente llenos y con ambiente de fiesta.
“A diferencia de otros días, hoy sí hay bastante movimiento. Se nota que es primero de enero y que comenzó la temporada. La mayoría de personas que vienen son gente de acá. Aunque yo creo que en años anteriores venían más”, expresó Jorge Hernández, salvavidas.
La sensación de la mayoría de los bañistas fue de seguridad, a pesar de la cantidad de personas que se encontraban en las playas, en especial por el apoyo que recibieron de los salvavidas. Sin embargo, un representante de la asociación de carperos afirmó que ha faltado apoyo policial.
“ Ya es tradición venir el primero de enero. Pasamos un rato chévere en familia, y más ahora con la seguridad que hay. Los salvavidas están muy pendientes. Me ha agradado que ellos están atentos a nosotros y a los niños”, dijo Claudia Castelar, una ciudadana.
Esta tradición se ha convertido en un espacio para que los cartageneros interactúen. Se evidencia la compra y venta de comidas populares como pasteles, arroz de “payaso”, cocadas, arepas con queso, pescados, frutas, pastelitos, entre otras clases de mecatos y pasabocas, a precios cómodos, según manifiestan algunos vendedores porque saben que la mayoría de personas que frecuentan las playas en esta fecha viven en la ciudad. La temporada fuerte de turismo empieza desde el 5 de enero.
Sin embargo, en las playas de Bocagrande y Castillo la queja frecuente de los turistas es el acoso de vendedores informales.
“Vine a descansar con mi familia. Hay mucha gente, pero nos sentimos un poco acosados por los vendedores”, expresó Nely Martínez, turista que llegó a la ciudad hace unos días.
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