La poca comodidad que tiene el barrio Colinas de Betania es obra de los mismos moradores. Ellos lo afirman sin cortapisas y agregan que el Gobierno Distrital no ha hecho nada por ellos.
El barrio tiene 18 años de haber sido fundado sobre una elevación bendecida por la brisa y por la vegetación representada en árboles que ensombrecen buenamente el rigor de las calles destapadas.
Pero no todas están destapadas. Las pocas que tienen pavimento fueron cubiertas por los mismos vecinos, quienes, al ver que las sucesivas administraciones no respondían a sus llamados, se dispusieron a organizar actividades con el fin de recolectar fondos para la compra de materiales.
Colinas de Betania es uno de los barrios cercanos a la zona industrial de Mamonal y colinda con barrios como 20 de Julio, El Campestre, Antonio José de Sucre, Bernardo Jaramillo y El Libertador.
Jesús María Alfaro, el primer poblador, cuenta que hace 17 años comenzó la gesta para que les instalaran el alcantarillado, pero hasta al momento no ha sido posible.
“En el gobierno de Judith Pinedo estuvimos a punto de lograrlo, porque se hicieron el proyecto y los diseños, pero cambió la administración y los siguientes alcaldes nunca se interesaron”, relata y añade que la comunidad también se ha dirigido a la empresa Aguas de Cartagena para la instalación del agua potable, “pero es el Distrito el que no tiene la voluntad de favorecernos. Por eso pensamos instaurar una acción popular”.
Mientras eso ocurre, las viviendas tienen tuberías interconectadas que desembocan en las redes del barrio Antonio José de Sucre.
De esa misma forma se las arreglaron para obtener el agua potable, para lo cual instalaron una bomba de succión, que también está conectada con el barrio Bernardo Jaramillo.
En cada vivienda hay tanques elevados, albercas y tanques de 12 latas para conservar el agua.
Según los moradores, la única entidad que se ha portado bien con ellos es la empresa Surtigás, “porque recién asentados hicimos la solicitud de las redes y a las pocas semanas nos las instalaron”, relata Austreberto Mendoza, uno de los primeros gestores cívicos que tuvo el barrio.
Asimismo, cuenta que la energía eléctrica también la tienen gracias a su propia iniciativa, “porque recogimos recursos y compramos los poste y el cableado. Ahora esperamos que venga el operador que va a reemplazar a Electricaribe para que nos normalicen las redes”.
Por el momento, el barrio carece de espacios recreativos, aunque la empresa que vendió los terrenos regaló un solar destinado a ese renglón, pero hay un inconveniente: la documentación continúa a nombre del benefactor y los moradores dicen no saber cuál es la entidad encargada de resolver.
“Uno va a Planeación y los mandan para Corvivienda. En Corvivienda lo mandan para el Ider. En el Ider lo mandan para Planeación y así, se tiran la pelotica unos a otros”, explica Austreberto Mendoza. Por esa falencia, jóvenes y niños deben trasladarse a la cancha del 20 de Julio o a la zona deportiva de El Campestre.
Los líderes comunales no solo quieren ese solar para una estructura recreativa y familiar, sino también para construir una casa comunal.
El barrio no tiene una línea de transporte propia, ni puesto de salud, ni planteles educativas, pero las zonas cercanas suplen esas necesidades.
Los lugareños planean recolectar nuevamente fondos propios para comprar cámaras, alarmas y pagar vigilantes, “porque no dejan de pasar por aquí atracadores en moto, que esperan a que uno salga en la madrugada, o en la noche, a sacar agua de la bomba para robarle”.
Igualmente, dicen que para ser fieles a la naturaleza bien dotada que les rodea y al paisaje de casas bien adornadas, procuran mantener el barrio lo más limpio posible, “pero hay como diez solares que los dueños no ocupan ni venden y los están tomando como basureros. Le pedimos ayuda al Dadis, pero nunca nos ha visitado”.
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