Cartagena


Controversia por las fritangueras de Castillogrande

“No son todos los residentes de Castillo los que queremos a las fritangueras, es una mentira, eso sería aceptar toda la suciedad con la que cocinan”, enfatizó Jairo Morales.

Un representativo grupo de vecinos opositores de las vendedoras de fritos se pronunció respecto al artículo publicado en la pasada edición del semanario Gente Bahía, en el que  asiduos amantes de estos productos típicos defienden la permanencia de las informales que se los venden, en el paseo peatonal de la playa de Castillo (Lea: Más de 10 mil personas han visitado el Festival del Frito).
Pilar Lian y Jairo Morales, residentes del Edificio Tierra Bomba, describen la situación con las fritangueras, que a su juicio es difícil de aceptar: polisombras improvisadas, utensilios de cocina sucios, aceite viejo y reutilizado muchas veces en sus preparaciones, lugar de labores sucio y desordenado, entre otras observaciones.
También alegan sobre la basura que generan la fritangueras y que no recogen, y el humo que se esparce en el aire y penetra en sus apartamentos. 
“Queremos saber quiénes son los vecinos que sí quieren estas cocinas, para entonces decirles que se ubiquen enfrente de sus edificios, porque lo que nosotros vemos desde acá es aberrante”, afirman (Lea: Se calienta el espacio público).
Este periódico recorrió el pasado domingo 11 de mayo, poco después de 8 de la mañana, los sectores donde se ponen las fritangueras, y efectivamente sus mesas estaban rodeadas de personas consumiendo fritos y otros que esperaban turno, mientras al frente, en la Calle 5, estaban parqueados en hilera los automóviles en los que llegan esas personas a desayunar estos productos típicos.
    
“SÍ TIENEN 30 AÑOS”
Ignacio De Villarreal, presidente de Asobocala, quien también se opone al funcionamiento informal de estas cocinas, aclara que ellas sí tienen treinta (30) años en las playas de Castillogrande, y por eso el Distrito deberá tener un trato especial con estas mujeres (Lea: Cocinas en la playa de Castillo).
Sin embargo, en su momento las dejaron ubicarse allí porque solo venderían fritos típicos, pero con el tiempo abusaron del permiso y empezaron a cocinar para vender almuerzos con pescado, carnes y pollo, y con esa atribución vinieron los problemas sanitarios de la zona, explica De Villarreal.

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