Cultural


‘Totó’, Petrona y ‘La negra grande’, trio de gigantes de la música colombiana

COLPRENSA

18 de julio de 2011 12:01 AM

Hablemos de tres íconos de la cultura afro. Tres mujeres que con sabor, ritmo y ‘tumbao’ han llevado el folclor y la música colombiana a todo el mundo. Una música que “no es  para la fama ni para enriquecerse, es para el pueblo”. Ellas son las cantaoras Sonia Banasta, conocida como ‘Totó la Momposina’; Petrona Martínez, la ‘Reina del Bullerengue’, y Leonor González Mina, ‘La Negra Grande de Colombia’.
Estas tres artistas ya escribieron su historia de logros, satisfacciones y caídas inesperadas. La música se convirtió en su fuerza y descubrieron en los bullerengues, pasillos y ritmos del Caribe la mejor forma de expresar las tradiciones de nuestra tierra.
El concierto “Tributo a la cultura afro, negra, raizal y palenquera” será una oportunidad para realizar una fiesta de cultura y a la vez un homenaje a ‘Totó’, a la ‘Negra’ y a Petrona.
Según explica la ministra de Cultura, Mariana Garcés, “en compañía de varios artistas se realizará este evento. Todos los colombianos tenemos que agradecerles a estas poblaciones  por su contribución para construir país, sobre todo a través de la música”.
Organizado por ese Ministerio, el concierto se realizará en el Palacio de los Deportes de Bogotá y será gratuito. Cerca de 3.600 personas podrán disfrutar de una amplia muestra de la música de regiones como  San Andrés y Providencia, el Valle del Cauca y Chocó.
“Se sentirá cómo en sus voces se entrelazan las historias de las comunidades negras, pero también sus logros y la memoria de la madre África. Queremos que se oigan los testimonios del Pacífico, del Caribe, del Valle que se convierten en bullerengues, alabaos y arrullos”, siguió la Ministra.
“La música es para la libertad”
‘Totó la Momposina’ piensa que la música debe crecer como el hombre y que las raíces étnicas son para alimentar el alma. Su música hace homenaje a la comunidad afroindígena propia de la Costa Caribe.
Pero la historia comienza en otro punto. Exactamente en 1948, cuando en Talaigua Nuevo, una población de Mompox, apareció Sonia Bazanta Vides. Una mujer que con el tiempo percibió al ritmo de tambores y gaitas, que en Colombia era necesario recuperar nuestros legados ancestrales a través de porros, cumbias, chalupas y mapalé. “Algo que tengo muy claro en cuanto a mi herencia musical es que la música es como el hombre; debe crecer y no quedarse en un museo o en lamentaciones”.
Pese a su esfuerzo, aún se lamenta, pues cuando se le pregunta por la apreciación de este tipo de música en el país, siente que sigue en el olvido y que en otros lugares se la aprecia más.
Segura de lo que afirma y con su mirada convincente dice: “Mientras en Colombia no exista una ley donde se respete la música y la identidad en los medios de comunicación, por ejemplo, siempre seremos unas artistas distanciadas, porque no hay un reconocimiento. Ese reconocimiento tiene que empezar con que la música esté inmersa en el arraigo popular y eso realmente no existe en Colombia”.
Por eso ella se considera una libertaria, capaz de manifestar a través de lo que hace buena parte de lo que escuchó cuando era pequeña, de lo que escuchó cuando creció y cuando llegó a ser la ‘Totó la Momposina’. “La música transmite libertad y nuestro trabajo no ha sido fácil, nada fácil, porque lo que hacíamos no existía, pero ahora existe”.
Continúa con una frase que podría resumir lo que ha sido su vida, “la música es identidad, pero a la vez libertad”.
Pertenece a la cuarta generación de una familia dedicada a la música, aprendió a bailar y cantar desde niña pues su padre era percusionista y su madre cantante y bailarina.
Su afán de perfección la llevó a estudiar en el conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia, en la Sorbona de París y también en La Habana. De hecho, después de realizar giras internacionales, en 1982 acompañó a Gabriel García Márquez a recibir el Premio Nobel de literatura en Estocolmo, Suecia.
Ahora es el turno de recibir un reconocimiento, “un homenaje que no lo esperábamos, pero que nos hace sentir vivas y eso es muy importante. Cuando hay identidad, el pueblo lo reconoce”.
La negra que nos pone a bailar
“Yo me llamo cumbia, yo soy la reina por donde voy, no hay una cadera que se esté quieta donde yo estoy, mi piel es morena como los cueros de mi tambor…;”, no son palabras que resultan desconocidas y en la voz de Leonor González, ‘La Negra Grande de Colombia’, mucho menos.
“Ha sido muy difícil llegar hasta acá, he tenido tropezones, caídas y revolcones, pero hay que limpiarse, pararse y seguir”, así dijo esta cantadora que a sus 77 años recuerda cómo en una época tuvo que luchar “como pantera” ante la discriminación racial y de género.
De su pueblo natal Robles, Valle del Cauca, salió cuando tenía 18 años y sin imaginarlo llegó a la Unión Soviética, viajó con dos andariegos que se habían echado a las espaldas un proyecto de difusión del folclor colombiano y como bailarina recorrió lugares como Pekín y París.
Casi sin imaginarlo llegó a ser grande con su voz. Hacia el año de 1958 ya comenzaba a ser considerada una de las cantadoras más arraigadas en sus orígenes. Con la versatilidad que la caracteriza logró interpretar un tema de pescadores como “Tío Guachupecito”, un bolero como “Noches de Cartagena” y una canción reconstruida a partir de un canto de esclavos en las minas de un río como “A la mina no voy”.
Prefiere no señalar cuál canción la ha marcado más durante su carrera; más bien resalta que la vida trae sorpresas, unas que inspiran y que a la vez cautivan: “No puedo señalar una canción específica, eso depende de las etapas y del tiempo que uno va viviendo. Al comienzo puedo decir que ‘A la mina no voy’ fue un himno tremendo, después ya vino ‘Campesino de ciudad’, que es una canción contestataria. No puedo dejar atrás ‘Yo me llamo cumbia’, que es muy alegre, ni ‘Mi buenaventura’, que también fue muy especial”.
Ahora que recibirá este homenaje, ‘La Negra Grande’ siente que su mayor alegría es el afecto de las personas que reconocen su trabajo. “Con la lucha nos hemos metido en cada uno de los corazones de los colombianos, es un trabajo que nos ha tocado a nosotras, entregar el corazón a cada uno de ustedes”.
Se puede decir que su pasión por lo afro y la lucha social permanece en sus pensamientos y eso se hace evidente cuando afirma que los pueblos afrodescendientes ostentan manifestaciones culturales que se conservan durante generaciones: “Ya tuve muchas angustias, tuve muchos pesares, tuve dolor, pero llegar hasta este momento es una de las más grandes satisfacciones que he tenido”.
Petrona la heredera
Si se trata de hablar de tradición y herencia, Petrona Martínez tiene que aparecer. Esta mujer proveniente del departamento de Bolívar es heredera de cantaoras de bullerengues: su bisabuela, abuela y tía.
“Toda mi tradición es por mis ancestros, mi abuela, mi tatarabuela, mi papá y  mi tía”. Además, no duda en vacilar cuando afirma que “nací con la música en las venas”. Cuando era niña le gustaba escuchar los cantos de las mujeres mayores, pero en su adolescencia se dedicó a trabajar y sin quererlo se fue perdiendo en la cotidianidad.
Y llegó la sorpresa. Un hombre llamado Marceliano Orozco escuchó su voz y “fue a Malagana con la bulla de que allá en Palenquito había una muchacha que cantaba”. Fue él quien la invitó a cantar con otras personas. Hacia 1989 (muy mayor) Petrona había grabado su primer disco.
Vendrían más con sonidos de bullerengue, puyas, cumbia, chalupa, chandé y vallenato. En definitiva ritmos representativos del folclor Caribe y que la llevarían a ser nominada en 2003 al Premio Grammy.
Llevar esa música al mundo “Hombé, para mí ha sido una experiencia muy linda, porque me siento orgullosa. Cuando estoy en España, en México, en Inglaterra, en Alemania o en Francia yo me paro como una colombiana orgullosa de su tierra”.
Tuvo siete hijos y hasta ahora contabiliza 36 nietos. Eso la llena de orgullo, pues cree que así logrará conservar lo que ha construido, una música dedicada a su tierra.
“Nuestra música la pueden seguir divulgando nuestros herederos; por ejemplo, tengo dos hijas en mi grupo y después que me muera, mis hijas saldrán adelante”.
¿Y el homenaje? “Me siento orgullosa, me siento tranquila, me siento alegre y si el día de la muerte me llega mañana, voy contenta, porque ya recibí un homenaje en vida”.

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