No fue fácil para un poeta como Belisario Betancur (Amagá, 1923), asumir el desafío de ser presidente de Colombia entre 1982 y 1986.
Más allá de las contradicciones que entraña el ejercicio del poder en una sociedad polarizada en medio del fuego cruzado de sus más encarnizadas intolerancias, el destino preservó al humanista antes que al magnate. Y llevó al pacifista a vivir dos de las más grandes tragedias de la historia de fin de siglo: el holocausto del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero.
Novelesca en su tragedia y en su sentido de humanidad es la existencia fecunda de Belisario, hijo de una familia de campesinos pobres y semi analfabetos de Amagá. Su padre, Rosendo Betancur era un arriero de ganado, y Ana Otilia Cuartas, su madre, una ama de casa abrumada y desesperada ante la suerte de 21 hijos, de los cuales, sobrevivieron 5. Al evocar aquella infancia, el poeta confiesa que sus hermanos “murieron de subdesarrollo”. Un episodio de su infancia impresionó al filósofo y escritor Albert Camus cuando él se lo contó en un café en París: desde niño le gustaba correr sobre los vagones del tren en movimiento. Esa escena puede describir el contrapunto entre la velocidad y la serena profundidad de su vida. Hay muchas facetas suyas que el país no termina por saber, valorar y reconocer como su vida de periodista, catedrático, traductor, editor, estadista, el consejero del papa Juan Pablo II en temas de justicia y paz, el artífice en diversas iniciativas culturales del país: la Editorial Tercer Mundo, la Fundación Santillana, el Museo de los Niños, la Casa de Poesía Silva, entre otros.
En 1983 como Presidente de Colombia, impulsó su plan Cambio con Equidad en la que propugnó por la identidad cultural colombiana y la personalidad histórica del país.
Belisario es el traductor del ruso Pasternack, del griego Cavafis, de Dylan Thomas, Sedar Seghor y Marguerite Yourcenar, y autor de diversos ensayos como La penitencia del poder (1991), El Homo sapiens se extravió en América Latina (1990), Desde otro punto de vista (1976), El Cristo del desarrollo (1968), Colombia cara a cara (1981), Declaración de amor, Tercer Mundo (1997), La pasión de gobernar, Tercer Mundo (1999), entre otros.
Es muy difícil creer que ya ha llegado a sus 89 años, con la pasión intacta por los libros, el arte, la música y el gozo supremo de pintar y escribir poemas.
Distanciado con prudencia y sabiduría de la política, reino de perpetua discordia en Colombia, Belisario recogió en un solo libro su producción poética en una bella e ilustrada edición numerada de 350 ejemplares, con los que su esposa, la ceramista venezolana Dalita Navarro celebró sus ochenta años.
Leyendo con juicio y devoción esos poemas, descubre uno que de veras, hay en este ser discreto, un legítimo poeta. Hay versos memorables como “Todo lo tengo, todo, menos el tiempo”, “Al fin y al cabo todo es muerte/ menos la muerte”, “Cada espejo se fuga de la casa/dejando yertas imágenes antiguas/en su tristeza llana/ Nada quiero que quede”, “Otros dirán por mí quién quise ser/yo solo sé decir que no lo fui/ pero quiero explicarte, quise ser/el que entraba y salía de las horas/casi siempre de paso, el que cruzaba del éxtasis al vértigo y aquel que lo apuraba todo con delirio”, “Ya habías partido sin haber llegado/o te habías muerto sin haber nacido”, “Caía la lluvia como si lloraran muchos pájaros a la vez”, entre otros.
Me refiero a poemas de gran factura técnica y de gran belleza musical, como Extravíos en Argos, Memoria de la luz, Canción del olvido, El Caminante, Errabundia, Sándalo, La soledad del Sur, Elegía de la rosa, entre otros.
El poeta Mario Rivero fue el primero en publicar sus poemas en 1993 en su revista Golpe de Dados.
Con sus Poemas del caminante, “Betancur ingresa a este contexto radicalmente “otro” que es nuestra República Poética”, precisa Rivero. “Y llega desde luego, no como el importante hombre público que es; no prevalido de prestigios o ejecutorias que puedan apoyarlo; sino como un compatriota más, liso y llano, en lucha por la expresión”.
Esa Cartagena que él tanto evoca y le apasiona, es el motivo de su ponencia que presentará hoy en la Universidad Tecnológica de Bolívar.
La Cartagena que él ha nombrado en un verso de Hernando Domínguez Camargo, como “Un párpado de piedra bien cerrado”.
La Cartagena al pie del agua y del cielo, pintada por su amigo Alejandro Obregón y narrada en su aura del siglo XVIII y siglo XIX por su amigo Gabriel García Márquez.
“Por qué Cartagena es Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad”, es su intervención en la apertura del Diplomado Cartagena, Conocimiento vital del Caribe, de la X Escuela de Verano.
La ponencia forma parte de esta agenda cultural impulsada de manera ejemplar por UTB y el apoyo de la Fundación Carolina.
Otra señal
Belisario Betancur ganó en 1993 el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
En 2007 se le otorgó por unanimidad el XXI Premio Internacional Menéndez Pelayo por su labor como valedor de nobles causas, en particular de la educación y la paz.
Es miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, de la Academia Colombiana de la Lengua, la Academia Colombiana de Jurisprudencia y la Academia Colombiana de Historia.
En febrero de 2011, fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Es doctor honoris causa por las universidades de Georgetown y Colorado (Estados Unidos).
Cultural
Belisario Betancur, el poeta, habla de Cartagena
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