Cultural


Circo indígena revive espectáculos de 2.000 años de antigüedad en México

AFP

23 de marzo de 2011 12:01 AM

Los 'maromeros zapotecos' saltan a la pista en medio de aplausos en lo que podría ser un circo de cualquier parte del mundo, pero la coordinadora del laboratorio de Acrobacia Indígena de México advierte que algunos actos que se presentan tienen hasta 2.000 años. 
Este 'circo indígena' que lleva tres años presentándose surgió en el complejo arqueológico de Tajín, en el este de México, como parte de una tarea de recuperación de las costumbres ancestrales. 
“Es un experimento que aspira a reunir las disciplinas acrobáticas rituales en un mismo espacio, un sueño en la búsqueda por mantener nuestra identidad”,  señala la coordinadora Chloé Campero. 
Como en otros circos, hay acróbatas que caminan suspendidos en el aire y malabaristas que hacen flotar objetos con sus manos, pero también danzantes y hombres voladores, todos fruto del rescate de tradiciones de diversas culturas indígenas mexicanas. 
Este espectáculo “conjuga lo tradicional de las costumbres religiosas con lo actual” del circo, señala Campero. Algunas de las exhibiciones que hacen los acróbatas, por ejemplo, “se observan en costumbres prehispánicas que tienen una antigüedad que data de más de 2.000 años”. 
Ramón Matías Eleuterio, de 40 años, que hace parte de los danzantes de  'maromeros mekos tének' dice que los saltos que realizan tienen un significado sagrado y su práctica se transmite de padres a hijos. 
Él aprendió de su abuelo a los cinco años a caminar en dos manos. Los más ancianos de la comunidad incluso creían que hacer bien estos actos ayudaban a sanar los enfermos. 
“Ser 'meko' es una especie de manda (penitencia) que obliga a bailar siete años consecutivos”, señala Matías, mientras pinta su cara con el barro tradicional, que lo hace recordar que más que un espectáculo lo que va a hacer es un rito sagrado. 
La idea del circo surgió hace ocho años, pero durante mucho tiempo sólo se presentaban los danzantes zapotecos. 
Finalmente, hace tres años se consolidó un programa que reúne a los hombres voladores de la comunidad de Ojital; los toreadores totonacos de Mecatlán, los maromeros zapotecos, entre otros. 
“Todos traen una riqueza de culturas, comparables a los Voladores de Papantla, declarados patrimonio intangible de la humanidad”, señala Campero en referencia al ritual indígena de hombres que, amarrados a sogas, hacen una danza ritual dando giros suspendidos de largo tronco y que la Unesco reconoció en 2009. 
Este año el circo indígena estrena un nuevo número: los zanqueros provenientes del estado de Oaxaca, en la costa sobre el Pacífico (oeste). 
“El zanquero representa al guardián de los bosques que se refugia en los copos de los árboles”, explica José Mendoza Ortiz, abuelo y gran maestro de los danzantes o 'zancudos', como él mismo llama a sus jóvenes. 
Algunos circos de México han expresado al Laboratorio de Acrobacias Indígenas el interés de incluir algunas de estos actos y ayudar así a la difusión de la tradición indígena. 
Los promotores de la iniciativa realizan todos los esfuerzos para no dejarla morir, pues los recursos para financiar el circo indígena no abundan. 
“Quizá sea porque aún hoy olvidamos la importancia que tienen nuestro origen, las disciplinas indígenas que poco a poco se han ido borrando de la memoria de nuestros ancestros”, señala Campero.

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