Cultural


El Museo Nacional de Irak intenta recuperarse siete años después del saqueo

REDACCIÓN MUNDO

23 de septiembre de 2010 12:01 AM

El Museo Nacional de Irak, donde durante la era de Sadam Husein se hallaban las colecciones más hermosas del mundo sobre la historia de la cuna de la civilización, está muy lejos de haber recuperado su esplendor de antaño y los tesoros saqueados, siete años después de la invasión. Esta institución reabrió sus puertas oficialmente en febrero de 2009, pero un año y medio después, una extraña atmósfera reina en las viejas galerías de este imponente edificio de ladrillos que se encuentra en pleno centro de Bagdad. El museo está cerrado nuevamente, pero esta vez debido a las obras de renovación. “Debemos rehabilitar las galerías, mejorar las medidas de seguridad, instalar una nueva iluminación y nuevos sistemas de aire acondicionado”, dijo en su oficina la directora del museo, Amira Edan. Por el momento, Edan ignora cuándo serán abiertas nuevamente al público las 24 salas de su establecimiento. La más célebre, la que exhibe los dos toros alados de 38 toneladas cada uno y los monumentales frescos murales que datan del reino de Sargón II (722-705 antes de Cristo) procedentes de la antigua capital asiria Dur Sarrukin, no ha cambiado. Pero muchas de las otras galerías, sumidas en las tinieblas y un calor húmedo, ya no cuentan la historia de Sumer, Babilonia o los Abásidas, pues sus obras, algunas de las cuales tienen unos 9.000 años de antigüedad, fueron reemplazadas por materiales de construcción. En un rincón, una estatua olvidada del primer presidente iraquí, Abdelkarim Qassem (1914-1963) contempla paquetes que contienen cientos de placas de techos falsos. A poca distancia, los obreros aprovechan una pausa para fumar un cigarrillo sentados en pedestales. Un caos diferente se instauró en estas galerías en abril de 2003, cuando pocos días después de la caída de Sadam Husein, unas 15.000 piezas desaparecieron bajo los ojos de las fuerzas norteamericanas, agregándose a decenas de miles de otras robadas durante décadas en los 12.000 sitios arqueológicos oficialemente registrados. El 7 de septiembre pasado, el ministerio de Relaciones Exteriores recibió 500 piezas, incluyendo varios cientos de tabletas cubiertas de caracteres cuneiformes milagrosamente salvadas de las ruinas del World Trade Center de Nueva York después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. “Nosotros recuperamos más de 5.000 objetos procedentes de las colecciones del museo”, señaló Edan. Ese magro botín se explica según ella por “una falta de medios humanos y financieros”. Aunque el museo tiene unos cien empleados, sólo tres “investigadores” buscan en viejas computadoras instaladas en una oficina del primer piso el rastro de los objetos robados, examinando en internet las listas de las colecciones privadas y las ventas en subastas del mundo entero. “Cuando localizamos un objeto de Irak, advertimos a la rama iraquí de Interpol, que alerta a la policía del país involucrado”, explica su responsable, Abas Judeir. Los procedimientos ante la justicia son prolongados, y el expediente de pruebas tiene que ser muy sólido. Edan citó el caso de 21 tabletas y de un collar confiscados en 2004 por las autoridades españolas. Después de un largo procedimiento, un juez español decidió en 2009 que esos objetos debían permanecer en Marid, se lamentó la directora del museo. También hay que recordar las carencias de la administración iraquí. El lunes pasado, el ministro de Turismo y Arqueología, Qahtan al Juburi, anunció que 638 objetos cuyo rastro se había perdido después de su repatriación de Estados Unidos, en diciembre de 2008, acababan de ser recuperados en un almacén que dependía de los servicios del primer ministro.

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