Cultural


El Salado grita por la vida

GUSTAVO TATIS GUERRA

15 de septiembre de 2009 12:01 AM

El Salado no está solo en medio de la tragedia vivida hace nueve años y su clamor es único: reparación integral. Las heridas siguen allí en la piel y en el alma de las víctimas. La muerte no pudo contra lo más puro de la comunidad: su dignidad y su resistencia. Al borde de las lágrimas, uno de sus habitantes dijo que los saladeros no reclaman consuelos ante uno de los genocidios sobrecogedores de la historia colombiana, sino una reparación integral por parte del Estado y en especial, la solidaridad de toda la nación. Así lo reafirmaron algunos voceros de la misma comunidad residentes en Cartagena y en los Montes de María que participaron del lanzamiento del libro “Esta guerra no era nuestra”, que recoge testimonios sobre La Masacre de El Salado, preparado por el grupo de Memoria Histórica. La actividad se cumplió en el Centro de Formación de la Cooperación Española, dentro de la II Semana por la Memoria, organizada por el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR). “La reconstrucción integral de El Salado le compete a toda Colombia, a sus autoridades, a la sociedad en general, y no es una responsabilidad que no se puede renunciar”, dijo Gonzalo Sánchez, Coordinador de Memoria Histórica. “Exigimos reparación integral, derecho a la justicia y la verdad, y condena para los que cometieron esa barbarie”, dijo uno de los líderes. Además del equipo humano que hizo posible la investigación y edición del libro, el excelente trabajo de Andrés Suárez, coordinador del informe de la masacre, la tarea continuada de Arturo Zea, como coordinador de CNRR, el apoyo de la Alcaldesa Judith Pinedo, se reencontraron allí desplazados de El Salado residentes en Cartagena, líderes comunitarios, familiares de las víctimas, y público en general. Arturo Zea dijo que los medios de comunicación fueron presa de intereses institucionales y desinformación en aquel febrero de 2000, cuando dijeron que la masacre de El Salado había sido un combate entre guerrilleros y paramilitares. La pregunta nueve años después de la masacre sigue siendo la misma en profundidad y compromiso: ¿Dónde estábamos como sociedad y autoridad cuando ocurrió la masacre? “Conocí El Salado en mayo de 2003 y el pánico aún pervivía entre los que se quedaron”, dijo Arturo Zea. “Aún dormían con los focos encendidos. De las 160 familias que se quedaron, hubo 16 detenciones arbitrarias, es decir, una por familia, y exigimos la orden judicial para impedir sucesivas detenciones. El presidente de la Asociación de Desplazados de El Salado, tuvo que exiliarse en España, luego de ser detenido un mes y ser amenazada su familia”. La aparición de este libro es el principio de una larga batalla por restaurar la memoria histórica y para que el país entero y el Estado colombiano reconozca la masacre. Andrés Suárez contó cómo se recogieron los testimonios de los saladeros en sus propias casas, de los que quedaron en el pueblo, los que retornaron y los que se fueron atormentados por la tragedia. “Siempre nos preguntábamos dónde estaba Cartagena y el país cuándo ocurrieron esas atrocidades en El Salado. Siempre fuimos interpelados por la idea de que algo falló entre todos nosotros para que eso ocurriera y no pudiéramos evitarlo. Lo que hicimos fue recoger las voces de las víctimas en la región y en varias zonas en donde se habían desplazado: descubrimos que eran una red viva y que esas voces de la resistencia increíble se multiplicaban”. En una intervención emotiva y una lucidez histórica, Román Torres, oriundo de El Salado, intervino en el acto para decir que a pocos meses de cumplirse diez años de la espeluznante masacre perpetrada por los paramilitares en la región del 18 al 20 de febrero del año 2000, “nuestras heridas siguen abiertas como un insulto a la dignidad y una afrenta al Estado colombiano, por no habernos brindado la protección que era necesaria”. Reclamó de la sociedad colombiana y de sus autoridades el “resarcimiento moral, social y económico que nos permita reconstruir el tejido social, a pesar que sabemos que a nuestros hermanos, jamás nos los devolverán, y el dolor, la persecusión, el encarcelamiento y estigmatización que hemos tenido que sufrir no tiene precio”. Recordó que tres años antes de que los paramilitares cometieran uno de los actos más salvajes en los anales de nuestra historia (del 18 al 20 de febrero de 2000), llegaron al pueblo hombres armados pertenecientes a las Autodefensas (22 de abril de 1997) y asesinaron a una maestra delante de sus alumnos, a un dirigente comunal a quien se llevaron maniatado siendo encontrado mucho tiempo después sus restos en una fosa improvisada, y ese mismo día dieron muerte a campesinos, lo que produjo el pánico y el éxodo de más de 6 mil personas de El Salado, convirtiéndolo en un pueblo fantasma en donde sólo se escuchaba en la soledad de la noche el tenebroso aullido de los perros”. Himno de niños saladeros El Coro de Comfenalco, bajo la dirección de Edgar Avilán, interpretó el Himno que los niños de El Salado crearon de la mano del músico César López, quien contó la experiencia de crear ese canto en los escenarios del dolor. César dijo que se trata de un himno diferente porque es cantado y creado por los niños para que lo aprendan los adultos.

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