Cultural


Los músicos se confiesan

GUSTAVO TATIS GUERRA

13 de enero de 2010 12:01 AM

La música parece elegir a sus criaturas. Desde muy temprano, estos grandes músicos que participan en el IV Cartagena Festival Internacional de Música, sintieron la pasión de la música como una revelación. La música es absorvente y apasionante. No alcanza una sola vida para abarcar semejante prodigio. Los músicos viven el tiempo misterioso de la música, un enigma intemporal, una memoria de sonidos que trazan el destino humano. Luego de escucharlos en escena, escuchar sus confesiones, sus revelaciones sobre su experiencia en Cartagena. Cada uno empieza a tejer una imagen distinta de ese país complejo y versátil que es Colombia. Cada uno empieza a tejer una idea de lo que significa Cartagena en este proceso cultural de avanzada. La cellista rusa Alisa Weilerstein que toca su instrumento desde los 4 años, dice que los alumnos colombianos que tiene en sus clases magistrales “son muy buenos y estoy muy contenta con el nivel que tienen. Hay en ellos un gran interés por aprender”. La cellista de 26 años que ha ganado innumerables premios mundiales, entre ellos el Leonard Bernstein, sorprende al público del IV Cartagena Festival Internacional de Música, por su virtuosismo y su intensa, apasionante y deslumbrante manera de tocar su instrumento. Asombra verla de cerca en escena y fuera de concierto, sorprenden: el cello es parte de sus brazos y su cuerpo y su sensibilidad. El instrumento va con ella siempre. Es el cello quien toca a Alisa. “Me honran al compararme con la cellista británica Jaqueline Dupré a quien admiro”, confiesa la artista, “pero todo artista busca identificarse consigo mismo. La música ejerce sobre mí una influencia en mis emociones, pero todo depende del estado en que me encuentro. Cuando estoy pensativa, meditando o reflexionando las Suite de Bach son las ideales. Pero la música que logra alegrarme muchísimo es la que tocaré esta noche: el Quinteto para Violín, Viola y Dos Cellos No. 2 en La Menor, Op. 35”, de Anton Arensky (1861-1906). Voy a presentar pronto la serie de Suites de Bach que para mí son mis favoritos y personales. Para mí la música es un lenguaje universal y no pienso en la diferencia precisa que existe entre un público erudito y el público que hemos tenido en los barrios de Cartagena, como El Pozón o Las Palmeras. Cada vez que toco en cualquier escenario la experiencia es siempre novedosa”. La violinista búlgara Bella Hristova confiesa que el piano la alegra y tranquiliza, nada como escuchar las sonatas de Beethoven. “Eso me tranquiliza, pero tocar a Bach es la calma suprema”. Está muy feliz de conocer la reacción humana de Cartagena ante la música y su respuesta positiva en este festival. “Creo que hay que fomentar la música en los niños. Me ha gustado la reacción que han tenido los niños de Cartagena: Siempre es positivo escuchar a un niño que no está inhibido ante la música. Yo veía sus caras y su sonrisita y eso me decía que el mensaje había llegado a ellos”. Tanto Alisa como Bella están entusiasmadas con el encuentro que tendrán con los músicos colombianos del grupo Puerto Candelaria. “Lo que escuchamos anoche en el teatro, el Himno a Colombia, de Francisco Zumaqué es una antesala maravillosa. Pudimos percibir algunos de los ritmos de este país en el formato sinfónico”, comentó Alisa, concepto que reafirmó Bella. El cellista armenio Suren Bagratuni dice que a él le interesa conocer no sólo la música clásica sino los nuevos aportes contemporáneos y hay mucho por conocer. Destacó la obra de los músicos Villallobos y Ginestera. Bagratuni nació en Yerevan (Armenia), inició sus estudios musicales a los 7 años en el Conservatorio de Moscú y en el New England Conservatory of Music. Ha tocado con las grandes orquestas de la Unión Soviética, Estados Unidos y Latinoamérica, ganó la Medalla en la Competencia Internacional Tchaikovsky y sus álbumes musicales son aclamados en el mundo. “No tengo experiencia en fusionar lo clásico con lo popular, pero me interesa estudiar la tradición clásica y conocer lo que se hace en el presente”. Al referirse sobre su intervención en un concierto con propósitos benéficos en la Fundación Granitos de Paz dijo: “Tocar para un acto o causa benéfica es algo significativo y humano, porque si hay tanta gente apoyando buenas causas, nosotros los músicos también podemos colaborar. La música clásica necesita apoyo y ayuda. Si todos apoyan, es bueno que los músicos también lo hagan. Cuando me dijeron que viniera a Colombia no lo dudé: tengo ir y conocer Cartagena”. El músico Barry Kempton, manager de la Orquesta de Cámara City of London Sinfonia celebró el acoplamiento entre músicos británicos y colombianos. “Estamos satisfechos con la experiencia que hemos tenido con Francisco Zumaqué. En nuestra orquesta hay colombianos. Me ha sorprendido el sentido cultural y musical de Colombia en todos los ambientes y niveles. Había estado el año pasado en el festival pero no había tenido la grata experiencia de asistir a un concierto en los barrios. Es algo maravilloso la acogida del público. Hay ansias de saber. Esos 400 jóvenes que participan en las clases magistrales son un ejemplo. La música va en la sangre. Cuando nos volvieron a invitar decidimos participar porque vemos que este festival musical tiene una gran proyección no sólo en el país sino en el mundo. Nos gusta interactuar”. La música sigue ahora dentro y fuera de los escenarios. Mozart, invisible y eterno, en la carta del día. La música como un milagro que no cesa.

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