Cultural


Marcial Alegría expone en Cartagena

REDACCIÓN CULTURAL

19 de abril de 2011 12:01 AM

Una muestra del gran pintor primitivista Marcial Alegría (San Sebastián, Córdoba, 1936), se exhibe hoy en Cartagena. Hace medio siglo vendió su primera obra a un gringo. Le pagó con 200 dólares. Y con eso hizo su rancho.
A las 7 de esta noche se inaugura en la Galería Libro Café (Playa de la Artillería), una muestra de pinturas del artista primitivista Marcial Alegría (San Sebastián, Córdoba, 1936).

Más allá del colorido de su obra figurativa, este pintor autodidacta ha logrado cohesionar en medio siglo de práctica diaria, una estética que lo ha trascendido. Sus obras forman parte de colecciones privadas en más de diez países en el mundo. Pero él sigue en su patio de San Sebastián, abnegado a su tarea, como un pastor de colores. Así ha levantado su casa y su familia.
Marcial Alegría es una de las figuras emblemáticas de Córdoba y de la cultura popular de Colombia. Aprendió a dibujar su nombre, pero a su edad, cree que ya no es suficiente aprender a leer y a escribir, porque ya ha leído su paisaje, sus tradiciones, sus costumbres, que pinta con pinceles de pelo de gato. Los gatos cuando ven a Marcial salen huyendo porque saben que requiere de pelos para sus pinceles.
Un grupo de gestores culturales en Cartagena, que han valorado su obra y saben que el maestro se encuentra con quebrantos de salud, han emprendido una campaña solidaria, y han organizado esta muestra de diez de sus pinturas en mediano formato.
Su abuelo era un japonés que arribó al Sinú después de la Guerra de los Mil Días, cuando Rafael Uribe Uribe solicitó apoyo de Japón. Su abuelo llegó primero a Coveñas y se enamoró de la abuela del pintor, una indígena sinuana. De esa mezcla es fruto el artista.
Ha contado en varias oportunidades como fue su inicio en la pintura. Al principio fue un sembrador de maíz y arroz en su tierra. Se enfermó y no veía la manera de ganarse la vida. “Un día me fui a ver una película en el Teatro de Lorica,  y vi la película Quinto patio, donde la protagonista era una señora pobre, que pasaba lavando ropa, cargando carbón y tenía un niño de 10 años. Un día, en el barrio pobre de México, el gobierno lo agarró, le compraron lienzos, acuarelas, lo pusieron a pintar. Ahí le hicieron una exposición colectiva y se ganó el primer premio. Ahí me puse a pensar: ¿Qué hace ese niño que yo no pueda hacer? Compré unas pinturas, y empecé a pintar”.
Hasta su casa de San Sebastián llegan turistas de Estados Unidos, España, Francia, Suiza, Japón, México, entre otros, a comprarle sus obras que recrean aspectos festivos, ceremoniales, comunitarios de los pueblos de Córdoba: plazas de mercado, matrimonios, duelos, escenas de pesca, inundaciones y noches de fandango.
En 1961, hace medio siglo, vendió su primera pintura a un gringo que le pagó con 200 dólares. Con eso hizo su rancho.
 

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