Cultural


Una mirada crítica al festival musical

MARIO MENDOZA OROZCO

18 de enero de 2010 12:01 AM

El IV Cartagena Festival Internacional de Música ha tenido un nivel altísimo. No nos cansaremos de agradecer la oportunidad que tuvimos de disfrutar del raro privilegio de escuchar a tantos y tan magníficos intérpretes, reunidos en un programa en el que predominó la música de cámara y las composiciones de W.A. Mozart, uno de los más grandes genios de todas las épocas. Quizás hubo algunos aspectos de la programación que no nos gustaron del todo, pero aunque no vamos a referirnos a ellos, sí quisiéramos dejar en claro que la expectativa de quienes esperamos el milagro de estos días de enero está en las obras de los grandes maestros de la música llamada “clásica” o “culta”. No quisiéramos que esta afirmación fuera tomada como un menosprecio hacia la música popular o folclórica: sólo creemos que este tipo de obras deberían presentarse en un evento diferente, para un público diferente que (no es una paradoja) incluso podría ser éste mismo, pero con otra motivación y otras expectativas. Como un aspecto positivo que no debemos dejar de mencionar, este año no tuvimos el desagrado de escuchar obras recortadas, hecho que habíamos criticado en festivales anteriores. Este detalle hace merecedores de una “estrella” a los organizadores. Comencemos por destacar el sonido limpio, homogéneo y la calidez interpretativa de la orquesta City of London Sinfonia, bajo la sabia batuta del maestro Stuart Stratford, que supo mostrarnos la esencia del espíritu de Mozart en sus versiones de la Sinfonía 41, el concierto para dos pianos (con dos jóvenes y extraordinarios pianistas, Anna Polonsky y Max Levison) y el Réquiem; la exquisita complejidad de Bartok en la rapsodia para violín y orquesta con el gran Robert McDuffie en el violín; el ingenio de Rossini en la obertura de “El barbero de Sevilla” y el vigor de Beethoven en su bella y poco tocada cuarta sinfonía. Una mención aparte merece la interpretación del segundo concierto para chelo de Haydn, cuya música parecía alimentarse de una luz íntima y un vigor renovado que brotaban de la técnica impecable y el carácter apasionado de Alisa Weilerstein, una de las más gratas sorpresas de este festival. En cuanto a la música de cámara creo que nos faltarán adjetivos para calificar positivamente el variado y magnífico repertorio que escuchamos. No pudimos asistir a todos los conciertos por la dificultad de comprar las boletas para las funciones en los hoteles, pero tuvimos la suerte de estar la presentación de “El amor y la vida de una mujer” de Schumann, con la bellísima mezzo-soprano Katarsyna Sadej y el gran pianista Max Levinson, en un programa que incluyó el Trío K. 498, con el delicado y mozartiano clarinete de Stefano Eulogi, y la primera sonata para violín y piano de Brahms, con McDuffie y Polonsky. Pero el festín más grande estuvo reservado para el sábado en la tarde y en la noche, donde hubo música de excelsa calidad para todos los gustos. Quisiéramos destacar las actuaciones del cuarteto Shanghai, del gran chelista Suren Bagratguni, cuya versión de la sonata para chelo y piano de Shostakovich fue insuperable, y la orquesta de virtuosos solistas que tocó la “Pequeña serenata nocturna” de Mozart. El vigoroso y apasionado Quinteto para piano y cuerdas de Brahms cerró con broche de oro este festival, dejándonos con la sensación de que Cartagena vive una revolución musical sin precedentes que pronto mostrará sus frutos, gracias a la bella y generosa labor de Julia Salvi, Stephen Prutsman y sus colaboradores, para quienes no tenemos sino palabras de agradecimiento. mmo@costa.net.co

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