Cartagena


Del CBI a ser 'sancochero' profesional en San Jacinto

Mientras que el acordeón hace un homenaje al maestro Andrés Landero, en medio de una reunión de amigos en un pequeño motel de San Jacinto llamado 'Selos' (así, con S), un hombre de 37 años llega en una moto con tres bolsas de ingredientes para cocinar un sancocho de gallina que promete robarle el protagonismo a las botellas de whisky y cerveza que se acumulan en el piso.

Su nombre es Arnold García Lora, un sanjacintero que se gana la vida cocinando de parranda en parranda, y que ostenta en el pueblo el título de 'sancochero' profesional, un oficio que aprendió de un amigo y realiza desde su salida de CBI en Cartagena, empresa contratista envuelta hoy en el escándalo de Reficar. 

Arnold es una de las casi 5 mil personas que trabajó en la ampliación de la refinería de Cartagena con salarios que, en algunos casos, quintuplicaban el sueldo de cualquier colega por fuera del proyecto. Después de un año de contrato y mejorar la calidad de vida de su familia, fue despedido y tuvo que regresar a su natal San Jacinto para vivir de una de sus grandes pasiones, la cocina, aunque con ganancias que no representan ni un tercio de lo pagado por el gigante CBI.

Son las 3 de la tarde y este es el tercer y último sancocho que prepara Arnold este día. En casa lo esperan sus padres, esposa y dos hijos, pero antes, sobre la mesa tres gallinas y sobre tres ladrillos una olla.

“Nunca imaginé ganar todo lo que ganaba en CBI, pero al final cientos de personas fuimos despedidas y pasamos de ganar mucho dinero a rebuscarnos el pan de cada día. El arte de hacer sanchocho, porque así lo considero, lo aprendí de un primo y un amigo a los que respeto mucho en este cuento de la culinaria. Somos pocas personas aquí en San Jacinto las que nos dedicamos a esto y afortunadamente nos da para llevar el sustento a casa. Uno siempre está pendiente de la llamada de los clientes, que más que eso, son amigos. Uno les hace un rico plato y además de la remuneración me gano las felicitaciones y un buen trago de licor”, dice Arnold mientras prende el fogón de leña y pone a ahumar las gallinas.

EL SECRETO DE UN BUEN SANCOCHO

Concentrado y con los ojos clavados en el cuchillo y la tabla que usa para picar cilantro, Arnold confiesa el secreto para hacer un buen sancocho aunque acepta que su respuesta es un cliché de las abuelas para no revelar el toque que garantiza su éxito en la cocina.

“El amor, ese es el secreto de mis sancochos. Y aunque suene a cliché es la verdad. Cuando tú haces las cosas con amor todo te sale bien, te queda rico, gusta. Hazlo de mala gana y ese sancocho no se lo come nadie. Además de eso, el cilantro, o culantro como le decimos acá, le da un sabor especial si le echas la cantidad correcta. Lo bueno del sancocho es que es 100 por ciento natural, sin químicos”, señala el sancochero con cuidado de no cortarse un dedo mientras pica.

Aunque no revela cuánto se gana al mes cocinando a domicilio, Arnold asegura que la mejor época para su labor es Semana Santa, diciembre, agosto, y las fiestas de la Virgen del Carmen. El sancocho más apetecido en San Jacinto por sus clientes es el trifásico, y entre sus especialidades también está el chicharrón, el mote de queso, el chivo, el arroz cubano y la viuda de pescado.

SU PASO POR CARTAGENA Y EL CBI

Como muchos otros, este sanjacintero vivió las mieles de trabajar en la Refinería de Cartagena con la firma contratista CBI. Un año en obra civil que le garantizó el sustento diario de toda su familia pero que finalmente terminó con el despido masivo de trabajadores de la compañía.

“Mi paso por CBI me dejó mucha experiencia para mi vida y muy buenos amigos en Cartagena. Gané buen dinero y siempre viviré agradecido con la persona que me metió en el proyecto. Gracias a la refinería mejoró mi calidad de vida pero ya se acabó, ya salí, y estoy feliz de regresar a mi pueblo y vivir de sancocho en sancocho rodeado de buenos amigos. Eso es lo más sabroso de San Jacinto, ser amigo de todo el mundo”, confesó Arnold, quien espera ver a sus hijos convertidos en profesionales de ingeniería, medicina o periodismo, dejándole a él en solitario el título de 'sancochero' profesional.

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