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El Mundial de un pulpo, las vuvuzelas y una España campeona

AP

12 de julio de 2010 12:01 AM

Con el perdón de Diego Forlán y su Balón de Oro, algún tipo de premio debería serle conferido al pulpo Paul, el molusco que con sus infalibles vaticinios desde un acuario alemán hará imposible de olvidar la primera Copa del Mundo en Africa. El pulpo fue objeto de discusión en la misma celebración de España, que con toda justicia atrapó el primer campeonato de su historia, tras vencer 1-0 a Holanda en la final. "Que suban los pulpos en España", dijo Andrés Iniesta, el genial volante español que marcó el gol en tiempo complementario que catapultó a la selección ibérica a una consagración inédita. Sí, los españoles no tienen que peñizcarse: son campeones del mundo, el octavo miembro de un selecto grupo. Aparte de Paul, este fue el Mundial de una traicionera pelota, más polémicas por la necia postura de la FIFA de no usar el video, las irritantes vuvuzelas, la mano de Luis Suárez, las cábalas de Diego Maradona y una ola sudamericana que hasta cuartos de final causó sensación. Sudáfrica desvirtuó el enorme escepticismo sobre su capacidad para montar un torneo de semejante magnitud por más que el estruendoso ruido de las vuvuzelas volvió locas a las teleaudiencias de todo el planeta. No todos los partidos tuvieron llenos completos, pero es innegable que el país albergó un campeonato impecable en cuanto a organización. El fastidio apuntó al espectáculo en la cancha, duelos que cayeron a menudo en el tedio ante el miedo de los equipos a perder. Y esto difícilmente va a cambiar. Lo que duele más es que selecciones que tradicionalmente eran las encargadas de animar se volcaron a la filosofía conservadora. Sí, aquí entra Dunga y su apuesta fallida con Brasil, que por segunda vez seguida se atascó en los cuartos de final. Pero el foco principal de las quejas se centró en cuestiones que la FIFA debería tener más tino por ser reiterativas. Una es la calidad de la pelota. Cuando más de uno _y no sólo arqueros_ empiezan a comparar el esférico con un balón de playa, pues hay problemas. Visualmente, la dorada Jabulani de Adidas lucía perfecta, pero dio la impresión que no podía caer un gol sin que saliese alguien a decir que había hecho un efecto diabólico. La FIFA admitió que podía haber algo malo con la Jabulani, pero el consuelo llegó tarde para algunas de sus presuntas víctimas. Una de ellas fue el pobre arquero inglés Robert Green, quien inexplicablemente dejó pasar un balón fácil y perdió la titularidad tras el debut. También está el viejo reclamo de por qué la FIFA no introduce el video u otras ayudas tecnológicas, como se hace en el tenis, para acabar con las estériles polémicas sobre si una pelota traspasó la raya del gol. Es bueno que el presidente de la FIFA Joseph Blatter dijese que el organismo reabrirá el expediente sobre el uso del video y dejar de insistir que el factor humano es lo que hace especial el fútbol. Errores como el del línea uruguayo Mauricio Espinosa, que le costó un gol válido a Inglaterra en los octavos de final ante Alemania, no tienen justificación en esta era donde abundan tantos recursos. Notable la actuación de Sudamérica, cuyos cinco representantes superaron la fase de grupos y cuatro de ellos salieron primeros en sus llaves. Pero sólo una _el sorprendente Uruguay de Forlán y Suárez_ alcanzó las semifinales, instancia a la que no aterrizaba desde 1970. El continente anfitrión, en cambio, desentonó ante la expectativa de que aprovecharía jugar en su terruño. Ghana fue la única de las seis selecciones africanas que superó la primera fase y alcanzó los cuartos. Pero Asamoah Gyan estrelló en el travesaño el penal por la mano del uruguayo Suárez en la última jugada del tiempo suplementario, con lo que Africa sigue sin tener a uno de los suyos entre los cuatro mejores. Al final el Mundial acabó con acento europeo, la primera vez que uno del Viejo Continente se consagra fuera de sus linderos. También se rompió la alternancia en la repartición de títulos entre los continentes, que había imperado desde 1962. PENA AJENA No obstante, varios miembros de la aristocracia europea, llámense Francia, Italia e Inglaterra, causaron pena ajena. Francia _con un escándalo telenovelesco que incluyó huelga de jugadores_ e Italia _una campeona vigente demasiado viejita_ no ganaron un solo partido y se fueron tras la primera ronda. Inglaterra sobrevivió, pero se llevó un baile al perder 4-1 ante Alemania en octavos. Esos tres deberían tomar apunte del trabajo de la joven Mannschaft de Joachim Loew, que con una nueva generación de jugadores reflejo de un país multicultural le cambió hasta la identidad. La llegada de Thomas Mueller, Mesut Oezil y Sami Khedira refrescó los cimientos alemanes, ahora exhibiendo fineza en su maniobrar. ¨Innovaciones tácticas? La verdad ninguna a destacar, a menos que se quiera hablar de la apuesta de Maradona de jugar sin mediocampo. Nadie tratará a ensayarla tras costarle a su Argentina el papelón de una fulminante derrota 4-0 ante Alemania en los cuartos de final. Siempre sin pelos en la lengua, Maradona supo entretener con sus gestos al costado de la cancha, usando el mismo traje gris, apretando un rosario y besando a cada jugador. Y a la Albiceleste no se le puede reprochar el que fue uno de los pocos equipos que fue al ataque. Aunque no pudo anotar con goles para Argentina, Lionel Messi se salvó de un torneo que fue pálido para varias de las principales luminarias. Cristiano Ronaldo y Wayne Rooney, actores de un fabuloso comercial de Nike que acabó como una especie de maleficio para sus participantes, se fueron con más pena que gloria. Pero España no falló. Reponiéndose de una derrota ante Suiza en el debut, la "Roja" no renunció a su juego de pases que se sabe de memoria, ganó sus siguientes seis partidos y convalidó el amplio favoritismo que tenía. La siguiente asignatura para los españoles será convertirse en el primer equipo que revalida la corona desde que Brasil lo hizo en 1962. Y curiosamente el próximo torneo será en Brasil, donde los inventores del jogo bonito querrán conseguir el sexto título.

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